Por Milagros Socorro.-Con excepción de la Presidencia de la República, que perdió por los pelos, Gonzalo Barrios Bustillos ejerció los cargos más importantes que cabía aspirar un venezolano. Y se ganó también la distinción del hombre honesto, culto y justo.
En 1948, durante la breve estadía de Rómulo Gallegos en Miraflores, fue Secretario General de la Presidencia. Ya antes se había desempeñado como Gobernador del Distrito Federal durante casi tres años, desde el 21 de octubre de 1945 hasta el 14 de febrero de 1948, cuando Rómulo Betancourt presidió la Junta de Gobierno.
Tras el derrocamiento de Gallegos, salió de la actividad pública, naturalmente, y regresó a ella en 1958, cuando el país retomó la senda democrática.
Había nacido en Acarigua, el 10 de enero de 1902. Tras una etapa adolescente en Barquisimeto, llegó a Caracas y en 1924 se graduó de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Central de Venezuela. Tenía 22 años y una vida de vicisitudes por delante. El destino le deparaba varios exilios y un intenso tráfago al hilo de sus actividades políticas. Pero pasemos sobre ellas para encontrarlo: uno de los fundadores de Acción Democrática, en 1968 fue candidato a la Presidencia de la República por su partido, que entonces llevaba dos períodos en el poder. Aunque no resultó electo, fue uno de los grandes momentos de su vida (también del devenir del país), porque desplegó un gesto histórico que nos da las dimensiones de su figura.
Soluciones, cualquiera sea la ideología
En esta fotografía, el de Acarigua aparece flanqueado por su gran amigo Mario Mauriello [de quien hemos escrito acá en Prodavinci en entregas anteriores] y el mítico fotoperiodista Edmundo El Gordo Pérez.
El fotógrafo que captó la imagen, –hoy parte de la colección del Archivo Fotografía Urbana–, valoró las redondeces masculinas atrapadas en sillas de auditorio. Ha debido contar con que el clic pillaría al vuelo la singularidad de sus personalidades, la preciosidad del momento.
Ha podido ser tomada entre 1960 y 1964, cuando Rómulo Betancourt era presidente de la República y Barrios, diputado al Congreso Nacional. O un poco más tarde, en 1965, cuando Gonzalo Barrios era ministro de Relaciones Interiores. En esa época, por cierto, el Gordo Pérez estaba muy activo en el periódico, pero Mauriello estaba voluntariamente retirado de la administración pública. La elegancia del traje de Mauriello sugiere que podría estar llevando una tenida acorde con los exigentes compromisos de la empresa privada.
Pensemos que es de la época en que Barrios era ministro del Interior. A comienzos del periodo, cuando estaba recién nombrado, estaba bastante optimista con respecto a lo logrado hasta el momento por el Gobierno de Amplia Base. En enero de 1965, fue entrevistado por el gran periodista Julián Montes de Oca, quien lo sondeó sobre las perspectivas del Gobierno de Entendimiento para ese periodo.
“Ha resultado mejor de lo que esperábamos”, le contestó Barrios. E inmediatamente hizo una reflexión que citamos in extenso por lo bien que dialoga con la situación actual del país.
– Una de las características propias y determinantes de la situación social y económica de Venezuela es la tangible posibilidad de que los venezolanos se pongan de acuerdo acerca de las soluciones que la nación requiere, cualquiera que sea la posición que ocupen en el campo de las ideologías o en el de la producción. Es de reconocido interés común, por ejemplo, el desarrollo del país, su emancipación económica y la elevación del nivel de vida de la población en su conjunto sin que importe mucho que algunos piensen así por patriotismo o por un sentimiento de justicia y otros por cálculo. […] La Amplia Base ha demostrado capacidad para una labor legislativa eficaz, lo cual es de suma importancia como perspectiva, si se piensa que Venezuela está urgida de normas legales que modifiquen ciertas estructuras y creen determinados instrumentos de acción.
Y cuando Julián Montes de Oca lo interroga acerca de las posibilidades de la Amplia Base de persistir en el tiempo (porque entonces esa coalición de partidos, formada por Leoni para constituir un gobierno de amplitud no parecía ser duradera), Barrios deja establecido que en la Venezuela de 1965, con apenas 7 años de haberse sacudido la dictadura militar, aquella fórmula no solo era fácil “sino que también deseable y hasta necesaria”.
Para Barrios, el gobierno de equilibrio y entendimiento preconizado por el presidente Leoni era, sin dudas, el mejor posible. “No por ignorar”, apunta Barrios con una aguda penetración en la sicología del momento, “que el reino de la unanimidad no es precisamente el de los Partidos, sino por la profunda convicción de que la actual realidad de nuestro país no deja a una disidencia minoritaria suficiente paño donde cortar con lícito provecho político y con efectivo beneficio para la colectividad”.
El comunismo contradice la Constitución
Con un lenguaje de gran refinamiento, Barrios recuerda una obviedad que el país tiende a olvidar: los partidos políticos son refractarios a la unanimidad. La diversidad, e incluso la divergencia, está en su naturaleza; y precisamente por eso se conforman, para encarnar una posición distinta a la que otras toldas ya representan y defienden. Pero aún en ese marco de pluralidad, que es lo esperable y lo lógico, hay coyunturas en las que la disidencia no puede ejercerse sin vulnerar el beneficio colectivo. No hay que explicar demasiado, en 2016 estamos ante una circunstancia muy parecida, en el sentido de que el país requiere unidad para allegarse a lo que Raúl Leoni llamó Entendimiento Nacional, y que consistió en una coalición formada por AD, URD y el FND. El pacto no tendría muy larga andadura, por dificultades que ya conocemos muy bien (si no por recordar lo del pasado, sí por ser testigos de las mezquindades del presente).
El maestro Julián Montes de Oca termina su entrevista proponiéndole a Gonzalo Barrios una alusión a la oposición, a lo que el entonces ministro del Interior, muy alejado del desplante, le advierte que al hablar de la oposición “hay que hacer distingos y reservas”.
– Por ejemplo –dice el visionario Barrios–, el sector adscrito al comunismo internacional no es propiamente de oposición sino de irreductible contradicción con nuestro sistema constitucional y no participa del interés común en las soluciones democráticas que, según su criterio, desplazarían o aplazarían las suyas.
Quién podría rebatirlo, incluso transcurrido medio siglo.
Un país tipo Mónaco, que vive de la ruleta
Gonzalo Barrios, ese tipo con aire de bonachón, de hombros estrechos y levemente caídos, era constantemente procurado por la prensa. Al leer sus entrevistas se comprende muy bien por qué. Además de ser un político muy prominente, era un hombre brillante, que no evadía un asunto por espinoso que fuera y tenía en la tribuna pública la ocasión de ejercer la pedagogía correspondiente. En sus diálogos con los medios, Gonzalo Barrios dictaba cátedra de talante democrático, tolerante y respetuoso con de la disidencia, pero también de profundidad conceptual y pulida expresión. Simplemente, tenía un gran respeto por las audiencias, a las que tenía por inteligentes y merecedoras de rendirles cuentas (y no por recua de burros o menores de edad a quien no hay que dar satisfacciones).
El julio de 1966, acabado de llegar de un viaje por Europa, recibió a Euro Fuenmayor, entrevistador de El Nacional. Había entonces una polémica por la intención del gobierno de aumentar los impuestos; y habían saltado los enemigos de la tributación.
– Existe la tendencia –explicó un profético Gonzalo Barrios– a considerar que los recursos petroleros son suficientes y deben ser los únicos recursos utilizables de la Nación. Hay la idea de que esos recursos bastan, pero en realidad no es así. En primer término, porque son perecederos y luego porque Venezuela no puede conformarse con la suerte o el destino de un país tipo Montecarlo, que vive de la ruleta. Ese destino de vivir exclusivamente de lo que produce un recurso aleatorio, como es la ruleta o es el petróleo, es satisfactorio para el principado de Mónaco, pero no para una nación como Venezuela, que debe tener grandes ambiciones y se propone un destino nacional de cierta grandiosidad.
El diálogo no se desviará de la agenda económica, campo en el que Barrios evidencia, otra vez, grandes conocimientos, así como un manejo sencillo y didáctico de los términos y conceptos. Pero, sobre todo, sensatez y responsabilidad.
“La especie golpista será folklórica”
No lo soltará el periodista (otro grande, Euro Fuenmayor), sin ponerle el temita que ha recorrido la historia de Venezuela: ¿descarta la sombra del golpe militar? Barrios reflexionó:
“… nos hemos acostumbrado al hecho de que la vida democrática implica controversia, implica discusión, sin que eso signifique que cualquier discusión o controversia sea un conflicto que haya que resolver interviniendo una especie de gendarme para ponerle cese. De modo que creo muy sinceramente que aquí no hay peligro. Pero no quiero ponerme a afirmar garantías en ese sentido. En ese orden, ratifico, es aventurado hacer afirmaciones”.
Cuando Julián Montes de Oca mencionó la amenaza de golpe de Estado, en la entrevista del año anterior, Barrios salió al paso:
“En Venezuela profesan la idea de que el poder es un botín y que cualquiera tiene el derecho de alcanzarlo por cualquier medio, pero el simple progreso de la nación está reduciendo el número y la calidad de sus adeptos. Si no ha llegado aún, no está lejano el día en que la especie golpista quede reducida a un inofensivo elemento del folklore nacional”.
Visto en retrospectiva impresiona que haya atisbado, en 1965, que los adeptos a los golpes de Estado en Venezuela serían cada vez más reducidos en calidad. También tuvo razón en lo de su naturaleza folklórica… pero, ay, se equivocó de plano al subestimar su peligrosidad.
Mejor una derrota cuestionada que una victoria discutida
Este señor de atmósfera jovial y camisa tan blanca que parece un collage añadido a la fotografía tuvo en sus manos la paz de Venezuela en 1968.
Acción Democrática tenía dos periodos en el gobierno. Era una fuerza política formidable, pero había encajado dos divisiones. Así llegó a las elecciones de 1968 con Gonzalo Barrios como abanderado. Tendría que batirse con otras tres candidaturas, ninguna de las cuales despreciables: Rafael Caldera, por Copei; Luis Beltrán Prieto Figueroa, por el recién fundado MEP, desgajado de AD, el PRIN y el UPA, fachada del PCV; y Miguel Ángel Burelli Rivas, por el Frente de la Victoria: URD, FND y FDP).
El día de los comicios se registró un récord: hubo la participación más alta de la historia de Venezuela, 96,73%. Gonzalo Barrios llegó a ese día sin haber modificado en lo absoluto la sobriedad de sus hábitos ni la altura de su discurso. De hecho, Acción Democrática se montó en la ola de la reputación de intelectual de su abanderado y le crearon un espacio televisivo llamado “Yo quisiera saber, Dr. Barrios”, transmitido semanalmente por Venevisión. Ni se la dio de populachero ni montó teatros para ajustarse a un retrato robot. Soltero y sin descendencia como era, tanto su antiguo compañero Prieto Figueroa como Burelli Rivas exhibieron sus numerosas familia para hacer contraste con Barrios y aludir más o menos veladamente a la “sospechosa” soltería del adeco.
El 1 de diciembre de 1968 tuvieron lugar las votaciones. Pero los resultados no se sabrían esa noche. Ni siquiera al día siguiente. Pasaron seis días hasta que el conteo arrojó una diferencia ínfima. Rafael Caldera ganó con una diferencia de 32.906 votos
Un 0,89% de diferencia porcentual. Y Gonzalo Barrios la dio por buena. “Al país más le vale una derrota cuestionada que una victoria discutida”, dijo a la prensa y dio concluido un episodio del que salía derrotado como aspirante al máximo cargo, pero airoso ante el escrutinio de la historia.
“Los males serían más graves con un gobierno autoritario”
Después de eso, fue presidente del Congreso Nacional y de Acción Democrática, y Senador. En 1976, el periodista Alfredo Peña escribió que estaban pensando en Gonzalo Barrios como candidato de AD para 1978. No fue así, ya se sabe.
En junio de 1982, cuando la democracia venezolana llegaba a un cuarto de siglo, Euro Fuenmayor le hizo una entrevista para hacer una especie de balance; y lo describió como “paladín de las libertades públicas. El más fino humor de Acción Democrática y su más cálida expresión de convivencia”.
Como era de esperar, Fuenmayor le planteó las quejas, terribles, estentóreas, que había contra la democracia venezolana. Gonzalo Barrios, siempre ponderado y lúcido, fue al punto sin desviarse:
– La democracia –le dijo a Euro Fuenmayor–, así se reduzca este concepto al de un régimen donde simplemente se respeten ciertas libertades básicas y el origen del poder se atribuya a la voluntad popular expresada regularmente con aceptable eficiencia, es un régimen tan obviamente superior al de la brutalidad y la represión, que es casi abusivo establecer comparaciones e investigar los resultados de nuestro últimos 25 años de política democrática, como para ponernos en parangón con los de gobiernos de signo contrario.
“Venezuela bajo la democracia ha progresado ostensiblemente. La población ha aumentado, la economía ha tenido grandes expansiones, la participación consciente de los ciudadanos en la vida pública se ha ido implantando y ya tiene visos de costumbre.; la acción del estado se ha extendido a muchos terrenos y es comprendida y aceptada por la población. En fin, el poderío financiero del país no tiene precedentes”.
Como el reportero lo confrontó con la deudas de la democracia, Barrios admitió que los resultados no eran los mejores y que había que que admitir las críticas. Pero siguió en su posición asegurando que:
“esos males serían aún más graves bajo un gobierno de tipo autoritario y no expuesto siquiera al fuego escéptico de nuestros medios de expresión. En definitiva, la corrupción y sus consecuencias existen hoy en Venezuela no por causa de la democracia, sino a pesar de ella. Los males de la democracia, como reza el aforismo, se curan con más democracia”.
Gonzalo Barrios falleció el 30 de mayo de 1993, a los 91 años.