La propuesta, realizada con el apoyo del Archivo de Fotografía Urbana, hace un recorrido por la Venezuela de los años sesenta y setenta, sus paisajes y personajes.

 

Por María Angelina Castillo Borgo.-Los de Tito Caula son los negativos de un paisaje que fue, de una Venezuela que se construyó a sí misma tras la dictadura. Se convierten en conmovedores testigos de una sociedad, de su tiempo y su desarrollo.

En una labor de rescate e investigación, el Archivo de Fotografía Urbana y la Sala TAC elaboran un recorrido por una historia en blanco y negro que narró este fotógrafo de origen argentino. El registro inagotable es el título de la propuesta expositiva que será inaugurada el domingo, en el centro comercial Paseo Las Mercedes.

Lorena González es la curadora de la exhibición, que reúne más de 70 imágenes en pequeño y mediano formato tomadas entre las décadas de los años sesenta y setenta. Es la tercera vez que experimenta una aproximación curatorial con Caula. En esta ocasión además trabaja en un libro que publicará junto con el Archivo de Fotografía Urbana, en el que explora los distintos cuerpos de trabajo de Caula y que, en cierta forma, se reflejan en la exhibición.

“Esto ha sido meternos en el fotógrafo como autor y descubrir todas esas variables que terminan siendo un paisaje inigualable de lo humano. Es complejo organizarlo”, señala González.

La museografía de El registro de lo inagotable se estableció a partir de distintos conjuntos que definen la obra de Caula. Fueron seleccionadas imágenes que corresponden al género del paisaje, del retrato y de su faceta como reportero gráfico –en los que se incluyen sucesos políticos como la visita de presidentes, mítines políticos en la avenida Bolívar, episodios del Congreso Nacional.

También se presentan piezas que realizó para la publicidad. Fotografías que retratan modelos desconocidas y personalidades como Soledad Bravo, Teodoro Petkoff, José Vicente Rangel, María Conchita Alonso… y la última sección del recorrido agrupa el paisaje urbano, que fue fundamental en la fotografía de Caula.

“Le hemos dado un capítulo especial a la fotografía publicitaria, porque está muy poco estudiada. Ya a la fotografía le costó entrar en la legitimación del arte en los años setenta en el mundo, y en ella la parte de publicidad siempre ha sido dejada de lado. Son muy pocos los casos en los que ha podido asentarse y se trata de un proceso visual importante”, agrega la curadora.

Luz a la historia. En Venezuela la fotografía se ha convertido en punta de lanza, afirma González. Ha cambiado las formas de estructuración. La investigadora señala que no solamente se debe al hecho de que representa una economía de medios: es menos costoso imprimir una fotografía que elaborar una escultura. Asimismo corresponde, por un lado, al pulso mundial en el que la imagen ha comenzado a tener una impronta más contundente; y por el otro, a raíz de las problemáticas que genera como engaño o metáfora de la realidad.

“Una cantidad de variables la vuelven protagonista dentro de lo que somos. Y creo que esa amplitud invita a pensarnos de verdad la imagen. El problema no es la técnica, sino lo que hace que esa foto sea única y pueda generar otros tiempos de reflexión en el espectador”, agrega.

El fotógrafo Vasco Szinetar expresa que en ello versa el trabajo que realiza el Archivo de Fotografía Urbana: “Tito es la expresión de Venezuela como punto de encuentro de la inmigración a lo largo de su historia. Uno observa su trabajo y hay una mirada de autor. Y esta investigación que realiza el Archivo de Fotografía Urbana es sumamente novedosa porque le devuelve a la fotografía latinoamericana unos autores que estaban en la sombra, les hemos arrojado luz y están viviendo, dialogando; pero no desde la nostalgia, sino como espacios vivos”.