Al descender ralas colinas
construyeron un templo
al cual llamaron: Matadero.
Entre esas cuatro paredes
me ofrecieron un vaso de sangre.
Yo era un niño
y sorbí hasta la última gota.
El templo es el lugar
donde se narran mitologías:
sencillas y prodigiosas.
Los que allí habitaban
celebraron aquel gesto
palmeándome la espalda.
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