Por Milagros Socorro.-“Un superbloque es lo mejor para poder vivir / no vengas a decir que hay algo superior”. Así decía la letra de una pegajosa canción compuesta por Hugo Blanco y Simón Díaz, e interpretada por este último con el estilo de un campesino que manifiesta su fascinación por los grandes edificios residenciales, sin ocultar su proveniencia rural y su ingenuo discernimiento. Precisamente, los superbloques, esos colosos arquitectónicos que en las fotografías aparecen dominando el paisaje, fueron concebidos para albergar la población desplazada del campo a la ciudad formada por quienes, a falta de viviendas, se había instalado en barriadas informales.
En la presente entrega ofrecemos dos fotos y un texto. Las imágenes, como siempre, pertenecen a la Fundación Fotografía Urbana y, según el registro de la institución, fueron tomadas en 1955. Pero no provienen de un mismo autor. Una, la más cercana, es de Paolo Gasparini, fotógrafo venezolano nacido en Italia; y la segunda, esta que incluye un mayor número de superbloques, fue tomada por el norteamericano Hamilton Wright Jr., quien estuvo en Venezuela en 1955, cuando la revista Time dedicó un número especial al país. Ambas imágenes reflejan la perplejidad que producían aquellas enormes moles plantadas en un campo de colinas.
Urbanización 2 de diciembre, actualmente 23 de Enero. Circa 1955. Fotografía de Hamilton Wright Jr. Archivo Fotografía Urbana.
Símbolo de una época. Durante los años 50, en diversas partes del mundo florecieron grandes proyectos urbanísticos que tenían su modelo germinal en la Unidad Habitacional de Marsella, considerada el punto de partida de la Arquitectura Moderna. Ese movimiento procuraba solventar la falta de vivienda que se produjo después de la Segunda Guerra Mundial, así como por las grandes migraciones hacia grandes ciudades en la búsqueda de una mejor calidad de vida.
La Unidad Habitacional de Marsella está en esa ciudad portuaria de Francia. Fue construida entre 1946 y 1952, a partir de los planos de Le Corbusier, quien la diseñó como una ciudad jardín vertical, con una estructura de hormigón armado. La Unidad, de 337 viviendas, parece una estantería colocada sobre gruesos pilotes.
En el caso de Venezuela no hubo destrozos por las hostilidades, pero sí una relevante industrialización, con el consecuente crecimiento de la población en la región central, donde proliferaron los ranchos sin control. Regían entonces los postulados del Nuevo Ideal Nacional y el régimen se propuso acabar con los ranchos. Fue entonces cuando entraron en escena los superbloques que llegarían a convertirse en símbolo de una época.
Todo comenzó con el TABO, el Taller de Arquitectura del Banco Obrero, entidad que a partir de 1943 enfiló sus esfuerzos a buscar una solución al problema de la vivienda en Venezuela. Empezó con la recuperación de El Silencio, entonces una de las zonas más insalubres de Caracas. Fue así como se construyó el Conjunto Habitacional El Silencio, de siete bloques de viviendas. Con esa iniciativa, el Banco Obrero pasó de ser un ente financista a un organismo encargado de la planificación, el diseño y la construcción de viviendas para las clases media y obrera del país.
En 1951 y 1958, los años de Pérez Jiménez, recayó en el TABO la concepción de planes habitacionales y proyectos de urbanizaciones, así como el diseño de modelos de vivienda. La idea rectora era eliminar los ranchos y dotar a los pobladores de aquellas chabolas de lo que solemos llamar viviendas dignas. La repuesta a esa expectativa fueron los superbloques del Banco Obrero. Y cuando la idea se convirtió en realidad, se puso en marcha el “frenesí constructivo” del que tanto se habló en aquellos años.
Altos y densos, pero no feos. Tal como ha expuesto la arquitecta Beatriz Meza, en su trabajoSuperbloques y masificación: vivienda Banco Obrero en Venezuela (1955-1957):
“Los primeros y emblemáticos superbloques erigidos por el BO aparecen aislados en el paisaje urbano caraqueño, pero a partir de 1954 los planes estatales se dirigen hacia la masificación, construyéndose ese año 40 edificaciones de 15 pisos con más de 6.000 apartamentos; este sería el antecedente inmediato a una etapa de exacerbada actividad en la producción habitacional, que se concreta en los 9.176 apartamentos de la comunidad 2 de Diciembre, en los 1.380 de Simón Rodríguez, más los 1.974 del Litoral del Distrito Federal”.
Los edificios en construcción cuyas fotografías ilustran esta nota corresponden, precisamente, a la Urbanización 2 de Diciembre (actual 23 de enero), llamada así al principio en conmemoración de la fecha en que Marcos Pérez Jiménez se había consolidado en el poder (y luego cambiaría de nombre, para recordar el día en que salió abruptamente de él).
Como los urbanistas tenían la instrucción de satisfacer lo más rápidamente posible una ingente demanda habitacional, lo mejor era promover proyectos que combinaran eficiencia con economía de recursos. Y, encima, no es que sobraran los terrenos. Por eso, el Banco Obrero optó por ese modelo de edificación alta y de gran densidad.
Tres etapas en tres años. Un estudio de la Gobernación del Distrito Federal y el Banco Obrero había detectado la existencia de 53.000 ranchos en los cerros de Caracas. Se había decidido una intervención estatal para su eliminación. Entonces, se promulgó el Decreto de Expropiación Nº 115, del 4 de junio de 1954, que afectó 2.683.550 metros cuadrados de terrenos situados en el Cerro Central, al norte de la Av. San Martín y al este de La Quebradita
En el Cerro Central había 19 barrios de ranchos: Paraguay, Andrés Bello, Puerto Rico, Barrio Nuevo, 18 de Octubre, Los Flores, Cañada de la Iglesia, Cerro de Belén, La Yerbera, Colombia, La Planicie, Monte Piedad, El Calvario, El Guarataro, Nuevo Mundo, Eucaliptus, Matapalo, Barrio Unión y El Atlántico. Y todos fueron demolidos. Allí se levantaría la Urbanización 2 de Diciembre, a partir del diseño de Carlos Raúl Villanueva con apoyo de José Hoffmann y José Manuel Mijares. 2 de Diciembre estaría conformada por tres Unidades Vecinales (UV), que se construirían en igual número de etapas durante los años 1955, 1956 y 1957.
La primera etapa (Sector Este) se inauguró el 3 de diciembre de 1955. Eran 12 superbloques –uno doble– combinados con 26 bloques de 4 pisos, donde había 2.366 apartamentos, además de 4 comercios, 4 guarderías y 4 kínder. La prensa las destacaría como “obra de progreso que se proyecta de la capital a todo el territorio, materializando en esa forma los postulados ideológicos que integran la doctrina del Bien Nacional, preconizada por el Primer Magistrado”.
Al año siguiente, el General cortó la cinta de la segunda etapa: Sector Centro. Añadió 2.688 apartamentos en 13 superbloques de 15 pisos –tres dobles–, además de 4 bloques de 4 pisos con 256 apartamentos. Las viviendas contaban con estacionamientos, 2 escuelas primarias, 6 kínder, 4 guarderías, 11 comercios y un centro cívico, constituido por una tercera escuela, un teatro, un mercado y una iglesia.
Y en 1957, sin saltarse un solo año, quedó lista la tercera etapa: Sector Oeste, con 4.122 apartamentos en 13 superbloques, más 6 bloques de 4 plantas, con 3 escuelas primarias, 7 kínder, un mercado, 10 comercios y un centro cívico con teatro, comercios e iglesia.
Apartamentos en bolívares y en cuotas. El resultado fue la construcción de un total de 9.176 apartamentos con capacidad para 55.000 habitantes aproximadamente en un área de 220 hectáreas. Eran cinco colinas intervenidas, sembradas por 52 prismas de quince pisos, dispuestos según la correcta orientación del sol y ventilación.
El 23 de enero fue una de las obras más importantes del Banco Obrero. Tal como ha anotado la arquitecta María Andrea Matheus, era la primera vez en la historia de Venezuela que se incluían guarderías en las edificaciones residenciales de tipo popular, además de parques infantiles, escuelas primarias, centros cívicos, iglesias, cines y edificios comerciales:
“En la segunda y tercera etapa se incluyeron en cada una un mercado cubierto, y en la última se previó un edificio de 11 pisos para oficinas, así como puesto de salud y puesto de policía. Cada una de las etapas contaba con campos deportivos y grandes zonas de áreas verdes inspiradas en las ciudades jardín”.
Los primeros en mudarse a los superbloques fueron trabajadores de clase media que pudieron pagar en cómodas cuotas su nuevos apartamentos. La parte mala es que aquellos desarrollos, con áreas verdes e infraestructura de expansión para sus habitantes, no fueron suficientes para albergar a toda la población de bajos recursos. Y pocos años después de inaugurada la obra, se registraron invasiones en las jardines donde acabarían erigiéndose otros ranchos.
Muchas cosas han pasado. Muchas agresiones han padecido estos titanes de hormigón que, sin embargo, conservan el señorío captado por la cámara cuando estaban levantándose en un accidentado recodo de Caracas.