Revisando el Álbum de Familia
encontré fotografías
de hipertonos emotivos
y vibraciones armónicas:
matrimonios, cumpleaños,
paseos al campo,
aunque también,
fotos rasgadas
por un divorcio.
Somos
esas figuras que pasan
como carrozas fúnebres:
la modesta historia
que con ilusión pretendíamos ser.
Pero existieron ocasiones
en que no logramos cerrar
el Álbum de Familia
y la historia concluyó
bajo carátulas pesadas.
‒Nunca existió un teléfono blanco
desde dónde
discar
y pedir auxilio‒.
En el cielo de los sacramentos,
la placidez del Álbum
ya no existe.
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