Llegué a ver su cuerpo bañado en cremas
brillando junto a un lavamanos
tan escueto.
Antes de hervir el agua del té negro
ella sacó una lata de baklava,
un dulce turco
que había preparado su madre.
Caían gotas de melaza.
¡Yo adoraba su mágico pez!
al apagarse las luces
de aquel pasillo de las mil puertas.
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