Tuve un anillo enchapado en oro
con un rubí de ocho caras:
una simple imitación
⠀⠀de joya preciosa.
Ese anillo lo sacaba a relucir
cuando no tenía qué comer
y mi vida de estudiante
⠀⠀valía menos
que una botella vacía
donde se reflejaba la ciudad
en la que vivía Ioane:
⠀⠀un gitano
que tazó mis arrugadas camisas
⠀⠀a buen precio
de tarros de mermeladas de mora:
⠀⠀un pan de hogazas
⠀⠀y un agrio yogur
⠀⠀⠀⠀blanco.
⠀⠀Siempre al final
de aquel negocio de marras,
Ioane me pedía en préstamo
la baratija de mi anillo con rubí.
—Algún día tendré dinero para comprarlo.
⠀⠀(Eso decía)
Era un rumor entre dientes
esmaltados con nicotina.
Yo solo pensaba en el aparador
de una tienda de fiambres
y en un tranvía solitario: amarillo
⠀⠀y rojo.
Porque cada día tenía menos,
pero también algo que contar
⠀⠀como el ratón
que se encuentra –de pronto–
con un trozo de queso.
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