Todo objeto es la misma cosa
dentro de otra cosa,
no sabemos cuántas veces
(eso es un misterio).
Hay un puente dentro de un puente,
una puerta dentro de una puerta,
un automóvil dentro de un automóvil
una casa dentro de una casa,
incluso nosotros
somos otros dentro de sí mismos.
Yo soy muchos como yo.
Un sustantivo es un término
que simula o parafrasea.
Quiero decir que el sustantivo
le da un humilde nombre a la implicación.
El sustantivo es un rótulo flotando encima de la cosa:
encima de la mesa,
encima del vaso, encima del agua del río
que baja y se desprende en una cascada
con gotas
que también ellas se repiten
dentro de ellas mismas.
Escribir es «implicar»
sin que nada nos detenga.
Yo reescribo
lo que ya ha sido escrito,
o me ha sido dictado
por otros, o por el mundo.
Esta cadena de cosas contenidas
posiblemente tengan como origen el «uno»:
posiblemente no, posiblemente no:
posiblemente la repetición es infinita
y no termina
y es el único sentido del Todo.
Es como entrar
en una barbería
donde hay espejos confrontados.
En el baño de mi casa
mi esposa se peina
frente al espejo, y tiene atrás otro igual
para que, cuando el cepillo pase
y su pelo se ondule,
ocurra una implicación con destellos.
Es como un acto de escritura
lo que ella realiza al peinarse.
No hay pérdida de tiempo en el mundo
es imposible frenarlo,
como un tren que va sobre rieles
y al llegar a una estación abre sus puertas
y suben y bajan personas,
en un acto que existe
y ahora tiene forma y función.
Claro que no es el mismo río
aquel donde te bañas,
pero no porque las aguas corran
sino porque las aguas nunca dejan de ser
ellas mismas dentro de ellas mismas,
y ese es
el movimiento infinito
donde te sumerges.
lo que llamamos: «el correr de las aguas».
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