Mi sueño silencioso, mi sueño incesante,
el bosque invisible, hechizado,
donde corre un murmullo vago,
como el susurro maravilloso
de las cortinas (…)
Osip Mandelstam
Abrir,
abrir, abrir
quisiera
atravesar esta cortina
y abrir
un lugar, más allá
donde puedan
aceptarme
no como uno,
sino como todos.
Abrir,
abrir, abrir
imposible es
que la muerte
quede fuera.
Abrir la vida
para que el final
tenga un espacio.
La mano señalará
el surco.
Morimos
pero nadie está muerto.
Lo hacemos
para que el misterio sea algo mayor.
Soy
la pregunta suspendida
semejante a un globo
sobre una carpa de circo.
Seremos
las inquietas cotufas
en el aceite
del caldero.
La vida ha colocado
un tul blanco
y transparente
suspendido frente a la puerta
y sólo nos resta
abrirlo.
Al cruzar la cortina
ya no tendrás
que quitarte la ropa:
no se trata de la desnudez.
El templo
miente.
Al cruzar
te espera lo que ya tienes.
Sólo el cuerpo
ha de abandonar la piel ajada
transitarás
una zona ideal
que no se ha descrito
con palabras.
Te invito a liberar
las puertas de la jaula
dónde un pájaro
sacude una cadena
que esta sujeta
a un badajo:
ese trozo de metal que pende
dentro de una campana
para que repiquen
sus labios de bronce
de estaño y cobre,
en tantos lugares mundanos
donde
otra vida
podría ser
-no lo prometo-:
más festiva
y amable…
tal y como dijo
el poeta Moritake
es:
una flor caída
volviendo
a su rama.
Ese sería el sentido:
es la rama que sostiene
la floración
de toda una era.
Atrás quedará
el arbusto de mirto
de frutos
rojos
en el centro
del huerto
dónde una garza
se posa con sus dudas.
Se abrirán entonces
los orificios del cuerpo.
A tu boca
regresarán las semillas
retornarán
las flores:
el aire y el sol
que nos rodean
seguirán presentes,
para que las lilas
gladiolos y azucenas
adornen
nuestras
fosas nasales
y la cuenca
de nuestros dos ojos
y también
los oídos.
Entonces,
no lo dudes:
¡anda!
y dilo sin tu lengua:
abrir
abrir
abrir
y piensa
en esta
única palabra:
desmesurada.
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