En la entrega #16 de «Apuntes sobre el fotolibro» compartimos un material audiovisual y un ensayo de Lorena González Inneco sobre la exposición CARACAS: extravío incesante. 7 fotolibros, 1 ciudad. La muestra se abrió el 11 de febrero y puede ser visitada los viernes de 2:00 a 5:00 p.m en la sala William Niño Araque del Archivo Fotografía Urbana.
Saberse parte de la ciudad de Caracas es una exótica forma de pertenecer a lo informe: laberinto de cruces y transformaciones que generan una identidad inédita, linaje consolidado desde la vibrante partícula de un todo potente que se abre camino en las calles, pero que vive con la certeza interna de que tras cada dirección encontrada siempre se estará medio perdido en ese lugar sin límites. Caracas es una trayectoria imposible: memoria dispersa compuesta por miles de itinerarios donde se cruzan la historia y su tachadura, la proyección y la debacle, el agobio y la felicidad plena. Apasionada y mal querida, añorada, deseada y nunca verdaderamente conocida, nuestra ciudad está estructurada en base a verdades y supuestos tan efímeros como permanentes; es la rítmica crónica de una dirección alterna, de un paralelo en construcción constante que va con nosotros, en nosotros. Así vivimos, vibrando en la poética de un final sin concluir a dónde debemos de algún modo llegar, sabiendo de antemano que ese viaje único sólo se consumará en las millones de contingencias que cada uno de nosotros dibuje tras la experiencia imponderable de un recorrido irrepetible.
CARACAS: extravío incesante, es una muestra que reúne los atajos visuales que siete reconocidos fotolibros venezolanos han levantado en períodos distintos sobre este mapa sin límites que es nuestra ciudad, deliberando en un territorio donde se gesta a cada segundo la fogosa disparidad cartográfica y humana de una geografía inatrapable. Década tras década, año tras año, los ruidos subterráneos de lo no dicho, de lo oculto, se fueron consolidando en paralelo al ideal urbano modernizador de la pujante Venezuela de mediados del siglo XX. Aquí hacemos el guiño a esa historia “otra”, plena de testimonios privados y colectivos; a esa ciudad al margen que olvidada por el discurso oficial se convirtió en la deliciosa memoria extraviada que logró encontrar en el fotolibro no solo la conjunción especial entre la imagen y la palabra que ha hecho de nuestro país uno de los pioneros en el género, sino también el documento ideal donde fotógrafos, escritores, diseñadores y editores han logrado argumentar las variables críticas de narrativas alternas: debacles, encuentros, celebraciones y recorridos de una ciudad que a pesar de la moderna estructuración formal de sí misma, no había —ni ha resuelto aún— sus contradicciones más intrínsecas y fundamentales.
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