En el manifiesto publicado por Glauber Rocha en los tiempos del Cinema Novo, se decía que la cultura del hambre era la violencia. La afirmación legitimaba un informalismo cinematográfico que en otros ámbitos de la época encontraría su consonancia en la lucha armada de los agitados años sesenta. Pero este no es el caso de la fotografía de Nelson Garrido, titulada: «Caracas sangrante», aunque guarde una leve relación con el mencionado principio estético del Cinema Novo. Garrido pareciera abordar el tema de la violencia desde un ángulo más libre, más abierto, que permite ver la totalidad de la ciudad como un cuerpo agredido. Es una mirada sin parcialidades ideológicas. La fotografía no celebra la violencia, como sí lo hacía el cine de Glauber Rocha. La imagen fotográfica se queja de una ola gigante de saña y rabia que se ha apoderado de la ciudad. Lo urbano dio paso a las expresiones del mundo marginal, caotizando la vida de la urbe. Si para Cabré, el Ávila fue un símbolo natural que definía a Caracas, para Garrido «la violencia» tomó el lugar de esa naturaleza exuberante. La sangre y su color rojizo suplantaron el verde de la montaña. Porque hoy día la violencia es un gesto que nos pertenece a todos, aunque solo tendamos a verla tras los muros de la vida menesterosa.
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