Cecilia Martínez, la de los ojos escarlata

Fecha de publicación: septiembre 27, 2015

Esta fotografía reúne tres notables figuras de la radio y la televisión de Venezuela. En ella aparecen dos muchachas que, por los días en que fue captada la imagen, 1934, eran las estrellas más famosas del país: Cecilia Martínez, quien posa con el cuatro, y Carmencita Serrano. La tercera luminaria es el fotógrafo, Alfredo Cortina, quien era el libretista de la radionovela que paralizaba al país y donde actuaban las dos muchachas.

La radio inicia en Venezuela en 1926, cuando William Henry Phelps, padre e hijo, dueños de El Almacén Americano y El Automóvil Universal, las dos grandes casas comerciales de la Caracas de aquellos años, pidieron una concesión para fundar una emisora de radio, la primera de carácter comercial del país. El gobierno de Juan Vicente Gómez otorgó ese primer permiso radioeléctrico a la emisora AYRE Broadcasting Central de Caracas, cuya puesta en marcha recayó en las manos de Edgar Anzola, pionera de la radio y también del cine en Venezuela. Gracias a su ingenio y diligencias, la planta empezó a transmitir en AM el 23 de mayo de 1926.

Ese día, como nadie tenía aparatos de radio, se pusieron altavoces en la plaza de toros de Nuevo Circo para que los caraqueños tuvieran noticias de nuevo invento. Al poco tiempo, ya era muy popular la programación, integrada por lectura de noticias y música, en vivo o en discos. Dos años después, en 1928, brotó un vigoroso movimiento estudiantil en protesta contra la dictadura y esta respondió a sus naturales reflejos cerrando la estación. En 1930, el Grupo 1BC fundó la emisora YVIBC, que incluiría espacios dramáticos en su rejilla y extendió el horario de transmisión casi hasta la medianoche. Se necesitaba talento, pero de dónde lo iban a sacar… en Venezuela no había un movimiento teatral suficiente para ofrecer voces para la radio.

Aún así, el lunes 25 de mayo del año 1931 la Broadcasting Caracas 1-BC estrena “El Teatro del Aire”, espacio radiofónico donde los humoristas Rafael Guinand y Leoncio Martínez (Leo) daban charlas y presentaban diálogos cómicos. Naturalmente, tuvieron éxito inmediato. La necesidad de voces diversas se acentuó. Era preciso sacarlas de donde fuera.

Con medias tobilleras

Cecilia Martínez, quien falleció esta semana a un par de meses de cumplir 102 años, entró a la radio en ese momento, cuando el recién nacido medio precisaba talento con urgencia. Ella tenía entonces 15 años. El músico Eduardo Martínez Plaza, quien era primo del padre de Cecilia, compró, por 150 bolívares mensuales, un espacio de media hora para difundir música, que llamó “La hora de la canción”. Como al principio carecía de auspicio publicitario (y no podía contratar cantantes profesionales), fue a casa de los Martínez a pedirle al primo que le permitiera a Finita, la hija mayor, que cantara en su programa. En el entorno familiar era conocido el hecho de que los hijos del contabilista del ferrocarril Caracas-La Guaira estudiaban música, tocaban instrumentos y destacaban en el canto en las tertulias de la parentela.

La madre de estos muchachos, Josefina Mendoza Aguerrevere, nieta del ex presidente de Venezuela, Cristóbal Mendoza, había muerto de pulmonía el 14 de mayo de 1925, cuando Cecilia tenía 12 años. Las dos hermanas andaban, pues, siempre juntas porque la pequeña se había pegado a las faldas de la hermana mayor. Y juntas se fueron a la emisora. Finita entró a la cabina y Cecilia se quedó afuera, como ella ha evocado, con su sombrerito, sus guantecitos y sus mediecitas tobilleras, sentada detrás del vidrio del estudio.

El primo Eduardo comenzó a tocar la guitarra dándole pie a la joven cantante para que ganara el éter e ingresara a la inmortalidad. Hizo la introducción del tango “Quisiera amarte menos”. La hizo una, dos, tres veces… Y nada. Finita se quedó de hielo, incapaz de entonar el primer verso. Sin esperar a que la llamaran, Cecilia dejó la silla, entró a la cabina, apartó a la hermana y empezó a cantar:

“Primavera de mis veinte años
relicario de mi juventud
un cariño ignorado soñaba
y ese sueño ya sé que eres tú.
Cuántas veces rogaba al destino ser esclavo de mi sueño azul…”.

Cantó tres canciones y nadie vino a quitarle el micrófono. Terminada la actuación, Ricardo Espina, entonces subdirector de la estación, le ofreció

trabajo, pero ella dijo que su padre no se lo permitiría. Esa misma noche, Edgar Anzola se presentó en casa de los Martínez Mendoza acompañado de su esposa María Lourdes, “a sacar permiso”. Al día siguiente, Cecilia era empleada de la radio.

Bañarse con John Laúd

Cecilia Martínez nació el 24 de noviembre de 1913, en Caracas, en la esquina del Truco número 103, teléfono: 3429. Su número de cédula sería el V-61.818. En 1930, cuando se convierte también en pionera de la radio, tiene 15 años y un aplomo que incluso un siglo después no será común en una chiquilla de esa edad. Cantará, actuará, leerá noticias, hará publicidad, será locutora, animadora… “Esa fue la partida de una profesión”, me dijo en una entrevista, “en la que he estado toda mi vida. Yo he hecho de todo en este oficio. Mi papá decía que no pasaba por el Coney Island de Los Palos Grandes porque se exponía a verme a mí caminando en la cuerda floja”.

Ricardo Espina dijo, años después, que en aquellos inicios, la radio tenía una estructura muy simple, “porque había que hacerlo todo: libretista, actor, barrendero, grabador, locutor y cantante”, todo el mundo eran “toero”.

Cecilia Martínez cantó el primer jingle que se radió en Venezuela. A capella. Tenía que ir seis veces al día a la emisora a cantarlo. Resulta que vivía en Caracas un señor Laúd, químico de profesión, que fabricaba un jabón al que le puso un envoltorio muy parecido al del Palmolive, y nombró al suyo, Cremolina. Naturalmente, la Palmolive lo demandó y le prohibió usar elementos que se prestaran a confusión. Fue así como el jabón perdió hasta el nombre y le quedaron al señor Laúd muchos bultos de jabón que debía vender a toda costa, para lo cual hizo publicidad poniéndole al producto su propio nombre. Se decía que el jingle lo había escrito Andrés Eloy Blanco, quien estaba enconchado y hacía cositas por ahí para ganarse unos reales.

El jingle decía así:

“Suspirando está en el baño, Ana María de La Luz,
porque ella quiere bañarse con John Laúd
y su madre no concibe que Ana María de La Luz
quiera meterse en el baño con John Laúd.
Mamita, mamita, encárgame el ataúd,
si tú no me dejas bañarme con John Laúd”.

Aquellas cuñas se transmitían en vivo, de manera que Cecilia debía ir

Tenía que ir seis veces al día a la emisora a cantarlo.”Me comía un Sándwich y un Toddy y subía otra vez, cantaba el jingle y me iba”, recordó hace años. Ganaba 60 bolívares, “una parranda de real”.

El mapa del tesoro

En 1932 se trasmite la primera radionovela de Venezuela, la Comedia Santa Teresa, un espacio de costumbres espacio llamado así porque era auspiciado por el ron de ese nombre. El seriado era escrito y dirigido por Alfredo Cortina y Mario García Atocha.

En su libro “Breve historia de la radio en Venezuela”, Alfredo Cortina consignó que los intérpretes principales de la Comedia Santa Teresa eran

Ricardo Espina, Conchita Ascanio, Carmencita Serrano y él mismo. Cecilia era extra.

Cecilia Martínez y Carmencita Serrano. Fotografía de Alfredo Cortina. 1934.

Cecilia Martínez y Carmencita Serrano. Fotografía de Alfredo Cortina. 1934. [Haga click sobre la imagen para ampliarla].

Así resumió Cortina en su libro el argumento de la Comedia: “Los cuatro personajes (el padre, la m adre, y la pareja de novios) protagonizaban situaciones que reflejaban las costumbres de una familia caraqueña. Un buen día los novios, (Rebeca y Jerónimo), deciden casarse y se inician los preparativos del festejo. El día del matrimonio se publica en los periódicos la noticia, que más o menos decía así: ‘La Comedia Santa Teresa invita esta noche al matrimonio de Rebeca y Jerónimo, esta noche por su emisora Broadcasting: Caracas, a las 8 de la noche’. A las once la de mañana llegan a la emisora un ramo de flores y regalos: vajillas, cubiertos, lencerías, planchas, mantelería, etc. Nosotros nos preguntábamos ¿cómo es posible que la gente envíe regalos a una boda ficticia? Pero no era ficticia porque el público creía en aquello, porque nosotros les habíamos transmitido un buen mensaje y la gente sabe valorar la calidad de un trabajo hecho con amor y respeto’”.

En 1933, poco antes de que Alfredo Cortina tomara esta foto, parte de la colección de la Fundación Fotografía Urbana, Cecilia comenzó a actuar en la radionovela El misterio de los ojos escarlata, escrita por Cortina y Mario García Arocha. Fue la primera radionovela de suspenso que se hizo en Venezuela. En la trama, Cecilia era una india, heredera de una rico cacique, perseguida porque tenía un fragmento del mapa de un tesoro compuesto por piedras preciosas. La serie, pródiga en truculencia y misterio, incluía interminables correrías de la protagonista por todo el país. De manera que el oyente la acompañaba por diferentes regiones.

El elenco lo integraban también Carmencita Serrano, –quien acompaña a Cecilia en esta foto–, Luis Alfonzo Larrain, Conchita Ascanio, Margot Antillano, Edgar Anzola y el propio Cortina.

55 años en los medios audiovisuales

Alfredo Cortina es una figura muy notable. Nació en Valencia, el 8 de marzo de 1903. A los 7 años ya era ventrílocuo y como tal debutó en el Teatro Municipal de Valencia los 12 años. A lo largo de su carrera sería actor, escritor, libretista de radio, televisión y cine (escribió un centenar de guiones, que se conservan en la Biblioteca Nacional de Venezuela), publicista, cronista de Caracas, pintor, inventor, diseñador de joyas y gran fotógrafo.

Semanas después de tomar esta foto, Cortina se va de la Broadcasting Caracas y funda, en sociedad, con dos amigos Estudios Universo, una emisora moderna, donde se instaló el primer grabador de discos del país; y tenía un estudio con capacidad para 200 personas bien instaladas, y un enorme escenario, donde llegó a tocar la Orquesta Sinfónica de Venezuela. Este estudio fracasó, pero Cortina no se detuvo. Siguió trabajando en sus mil talentos y murió en Caracas el 25 de febrero de 1988.

En cuanto a Cecilia, de la radio pasó a la televisión el mismo día que se estrenó este medio. Abandonó la pantalla a los 70 años, no por su voluntad. Alguien consideró que ya su tiempo había pasado. En los últimos años de su vida actuó en películas venezolanas.

La entrevisté hace unos tres años, cuando se acercaba al siglo. Al preguntarle qué le faltaba por hacer, dijo: “Morir. Sé que he de morir pronto. Solo espero que sea una buena muerte, tranquila. Pero no quiero morirme hasta no ver este país andando de otra manera: sin un militar en el poder, haciendo horrores e insultando de manera tan soez. Yo siempre he pensado que a Venezuela no le falta nada. Sé que tenemos problemas, pero no es porque al país le falte algo sino porque nosotros no hemos sabido qué hacer con todo lo que el país nos ofrece. Pero ahora, ya cerca de mi muerte, es terrible comprobar que a Venezuela no le falta sino que le sobra algo. Esa sombra terrible que se llama Hugo Chávez”.

Cecilia Martínez murió en Caracas, en la mañana del miércoles 23 de septiembre de 2015.

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