Guillermo Dávila en "Godspell", Caracas, 1972 / Fotografía de Barbara Brändli ©ArchivoFotografíaUrbana

Doña Bárbara y su ayudante

Fecha de publicación: marzo 24, 2019

Podría ser un Hamlet, un Romeo, un Segismundo, incluso un Werther. Pero era un Jesucristo. Excesivamente joven, sí. Guillermo José Dávila Ruiz tenía 17 años el día que posó para este retrato captado por la cámara de Barbara Brändli.

El actor, cantante y compositor había nacido en Caracas el 18 de marzo de 1955 y se plantó ante el lente de la fotógrafa en agosto de 1972 para hacer las imágenes de promoción de la versión venezolana de Godspell, musical escrito dos años antes, en 1970, por Stephen Schwartz y John-Michael Tebelak, para ser estrenado en Nueva York en mayo de 1971. Un año y cuatro meses después de subirle el telón por primera vez en los Estados Unidos, el 10 de septiembre de 1972, se montó en el Teatro Arte de Venezuela, avenida Los Samanes Nº 46, La Florida, Caracas. Era, por cierto, el estreno mundial en versión castellana. Y sería un éxito. Pasaría de 50 funciones, a pesar de que el precio de las entradas (10 y 20 bolívares) fue considerado caro.

Este nazareno adolescente se explica porque la trama de Godspell es, precisamente, una interpretación del Evangelio de San Mateo, donde tanto el Mesías como los apóstoles son muchachos que aman la música, cantan, bailan y tardan meses en renovar el corte de pelo. Al ver el batacazo que había constituido en los Estados Unidos, los productores venezolanos Ronnie Krig, José Estrada y Oscar Alberto Martínez contactaron a Levy Rossell, entonces un joven director teatral, para que dirigiera la comedia. Era un reto tremendo, puesto que la idea era tener la obra a punto un mes y medio más tarde. Y así fue. Lo lograron. En esas escasas seis semanas, Barbara Brändli le tomó esta foto al protagonista y surgió entre ellos una de esas amistades que derivan en fecundas colaboraciones creativas.

Guillermo Dávila se había iniciado desde niño en el terreno de las artes. Había empezado estudiando música y, para el momento en que lo contratan para encabezar el elenco del Godspell venezolano, estudiaba en la Escuela de Artes Cristóbal Rojas. Al joven le llamó la atención la manera en que Brändli disponía las luces. Hacía unas pocas semanas que había estado estudiando el claroscuro en las aulas y se entusiasmó al ver el efecto, no en pintura sino en fotografía. En esa misma sesión, mientras fotografiaban a sus compañeros, Dávila se ofreció para echar una mano. Estaba fascinado con el trabajo de la maestra Brändli. Cuando Godspell salió de cartelera, Dávila tenía un empleo como ayudante de fotógrafo. El empleo consistía en cargar luces, llevar lentes, poner los rollos de película en la cámara y acarrear maletas cuando les tocaba salir de viaje.

La ficha técnica de Godspell quedó así:

Dirección: Levy Rossell

Versión Castellana: Óscar Alberto Martínez

Elenco:

Guillermo Carrasco

Boris Chacón

Guillermo Dávila

Teresita Díaz

Valere Díaz

Conchita Guerra

Henrique Lazo

Hilda Rivas

Ewa Von Hueck

Músicos:

Guillermo Mager: Piano/Órgano/Flauta

Frank Soler: Órgano/Piano

Grupo Apocalipsis: Gustavo Lizardo (Guitarra/Cuatro) / Humberto Lizardo (Bajo) / Alfredo Enrique Marcano (Batería/Percusión)

Bárbara Brändli nació el 27 de noviembre de 1932, en Schaffausen, Suiza. Tenía, pues, 39 años cuando convirtió a Guillermo Dávila en un héroe romántico que, como corresponde a este arquetipo, parece provenir de otro lugar y otra época no del todo discernible. El sujeto romántico persigue la evasión, no solo hacia lo remoto sino con dirección a lo más recóndito de su subjetividad. Siempre está en autobservación, en la convicción de que en su individualidad alberga una multitud. Un poco angelical, un poco demoníaco. Racional y a la vez inconsciente. Podría ser, incluso, andrógino. Enigmático, vive en estado poético. En pintura, el romanticismo valora la luz de manera principalísima y usa las gradaciones para darle a la escena un carácter efectista y teatral. Brändli quiso ensayar un Cristo gótico y hete aquí que el modelo se conmovió con esa intención y terminó convertido en su ataché. Pero, antes de eso, la foto que acompaña esta nota fue usada por Santiago Pol para el afiche de Godspell, quien hizo una reelaboración con plateados.

Entre 1951 y 1956, ella hizo estudios de ballet clásico en Ginebra y en París, donde trabajó como modelo de Harper’s Bazaar. En 1959, llega a Caracas, casada con el arquitecto venezolano Augusto Tobito, profesor de la UCV. El país la fascinó y quiso mirarlo a través del lente. Fue así como hizo investigaciones documentales sobre los makiritare, que fotografió durante cuatro años, entre 1964 y 68, contratada por el Latin American Center de la UCLA para hacer un portafolios de este grupo. También visitó los sanema, de Kanarakuni, y los yanomami, del Alto Orinoco. Y cuando regresaba de la selva, hacía fotografía de danza y teatro. Su obra publicada incluye los siguientes títulos: Los hijos de la luna (1974); Los sonidos del silencio (1977); Así, con las manos (1979), dedicado a la artesanía venezolana; y Los páramos van quedando solos (Ministerio de Relaciones Exteriores, Caracas, 1981).

Los dos últimos incluyen a Guillermo Dávila en calidad de coautor. El mismo flaco carismático que se hizo famoso en toda la hispanidad por sus participaciones estelares en telenovelas (desde 1980 hasta 2013), incluida Ligia Elena, con Alba Roversi, donde hacía el papel de un músico pobretón que enamora a la niña rica. El que entre 1982 y 1998 grabó ocho discos y cada vez que aparecía en televisión cantando ponía el rating en el techo.

—Barbara Brändli y yo entramos en una maravillosa comunicación por mi conocimiento de la luz y el color —recuerda Guillermo Dávila—. Así emprendí el camino dentro de la fotografía hasta llegar a hacer laboratorio de la mano de esta amable y creativa mujer. La asistí en tomas de fotografías a personalidades muy importantes y llegué a jugar partidos de ajedrez con Miguel Otero Silva, por ejemplo.

Según recuerda el actor, la idea de hacer Así, con las manos (Fundacion Neumann, Caracas) surgió porque un día ella se preguntó si realmente existía una artesanía autóctona en Venezuela o si solo había aquello que entraba desde Perú, Colombia y Bolivia. “Así nació nuestro gran Proyecto”. Dice Dávila: “un libro, diseñado por John Lange, basado en testimonios de artesanos en toda Venezuela”.

Los textos de los libros están basados en entrevistas que hacían los dos, Brändli y Dávila. “Ella había hecho ya un documental acerca de los yanomamis, en 16 milímetros. Para eso usaba un nagra, que es el que utilizamos para las entrevistas de Así, con las manos. Con el micrófono era intimidante para los artesanos, personas humildes y en muchos casos campesinos, optamos por una especie de bolígrafo que era micrófono, inalámbrico”.

Una vez grabadas todas las entrevistas, las transcripciones fueron hechas por expertos que “se juntaban en la Biblioteca de Humanidades de la UCV”. A veces, recuerda Dávila, tenían que tratar de descifrar palabras que no entendíamos. Parecía, dice, español antiguo. Sobre todo en los Andes, donde más de un artesano decía “yo vide”, por “yo vi”.

Ubíquese el lector a la época anterior a los procesadores de palabras. Una vez transcritas las decenas de horas de diálogos, ellos recortaban con una tijera las cuartillas para seleccionar fragmentos y agruparlos por temas. Luego pegaban los pedazos con cinta plástica y así le daban fluidez narrativa al texto.

—Después de estructurar esos recortes, entre Barbara Brändli, su hija Karidis, su esposo y yo —dice Dávila— armábamos esas historias con las respuestas que nos habían dado los artesanos. La primera versión era mucho más extensa de lo que terminamos publicando. Lo redujimos por consejo de John Lange, quien dictaminó que ese libro iba a “ser muy grande y muy caro”. No solo redujimos el número de páginas, también el número de entrevistados, todos los cuales tenían unas historias fabulosas. Eran anécdotas de sus vidas mezcladas con explicaciones de sus técnicas de trabajo. Por ejemplo, había un tallador que hacía aves de madera. Le pregunté de dónde había salido esa idea y él me contestó: “Los pájaros salen de los sueños. Los sueño y los hago…”.

Barbara Brändli murió en Caracas en 2011. Al año siguiente, la Galería Le Bal de París le hizo un homenaje por su serie Sistema nervioso, con la exposición titulada El Fotolibro Latinoamericano. A finales de 2018, en alianza con el Archivo Fotografía Urbana, La Fábrica (de Madrid) publicó un libro con imágenes Brändli, con curaduría de Eduardo Castro y textos de Michel Otayek en la Colección Photobolsillo, Biblioteca de autores latinoamericanos.

Guillermo Dávila vive en los Estados Unidos. Conserva intacta la risa de sus personajes ingenuos y sangre liviana.

 

Lea el post original en Prodavinci.

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