La mayor parte del tiempo las nubes van y vienen sutilmente. Hay quienes se dedican a ver las figuras que forman y no es nada difícil creer que son familia del humo y del algodón. El asunto es que las nubes, siendo tan ligeras, tan livianas, hacen rodar las piedras, levantan las rocas y las dejan caer con todo su peso. La muerte colectiva ocurre cuando esos fenómenos se vuelven realidad. Pensaba en ese tono, mientras veía las imágenes que reunió, con homérica paciencia, el fotógrafo Efraín Vivas, después que pasó el deslave de Vargas.
Es imposible quedarse sin meditar o reflexionar ante esas fotografías, que son estremecedoras, aunque no fueron hechas cuando las aguas bajaban con sus atronadoras rocas sepultando casas, personas y animales. Pero conforman una impactante visión, como si se viviera de nuevo el terrible momento.
Negro oscuro, blanco trágico / Mañana vendrán las piedras, es el título de un libro hecho con fotografías de Efraín Vivas y poemas de Santiago Acosta. Obviamente, Negro oscuro, blanco trágico es el título que corresponde a las imágenes de Vivas. Mañana vendrán las piedras es un verso de Acosta. Sin ninguna suerte de dudas se trata de dos libros en uno. Dos obras de arte que conviven en un solo objeto.
(La Curaduría del libro fue realizada por John Lange, recientemente desaparecido, pero inolvidable en sus aportes al diseño. De la pre edición se ocupó Sagrario Berti; el diseño fue obra de María Gabriela Rangel: el diseño gráfico fue desarrollado por ella bajo la dirección y supervisión de John Lange. La edición estuvo a cargo de Edición Editemos y la digitalización se hizo en La Cueva Casa Editorial C.A. La Producción General del libro fue realizada por el propio Efraín Vivas; la coordinación y el retoque digital fueron responsabilidad de Omar Salas. Y Marianne Matouk colaboró con el proyecto. El libro es obra impresa de la Editorial Ex Libris)
Efraín Vivas Yapur
Efraín Vivas Yapur nació en Maracay, estado Aragua el 16 de noviembre de 1953. Comenzó a conocer el ambiente de la fotografía y del arte cuando hizo un curso avanzado de técnicas de laboratorio en el Instituto de Diseño Neumann. Se interesó por la fotografía a temprana edad. Su formación fue básicamente autodidacta, hasta que tomó un curso avanzado de técnicas de laboratorio en el Instituto de Diseño Neumann, teniendo como profesor a Alexis Pérez-Luna,
Es arquitecto y fotógrafo. Se graduó como arquitecto en la Universidad Central de Venezuela y estudió Técnicas Fotográficas en la Universidad Nacional de Yokohama, en Japón, donde realizó una maestría en arquitectura y se quedó viviendo durante doce años. Sus exposiciones individuales y colectivas le han ganado la admiración de espectadores de varios países y ha recibido reconocimientos importantes en diversas ocasiones.
John Lange y el libro
Este libro, que ha realizado en compañía del joven poeta Santiago Acosta, fue el último trabajo que recibió la curaduría de John Lange.
Lange transformó el diseño en Venezuela y fue uno de los diseñadores más originales y estéticos del siglo veinte en América Latina. Para él, lo fundamental era transmitir contenido a través del diseño y hacerlo con el arte más elevado e impactante. Lange diseñó unos doscientos libros de arte, 23 museografías y más de veinte escenografías teatrales. Muchas portadas inolvidables de libros fueron obra suya. Son famosos los carteles que creó para el Taller de Danza de Caracas y para El Nuevo Grupo, entre otras instituciones artísticas.
John Lange recibió una influencia determinante de Bruno Munari y a partir de los planteamientos transformadores del diseñador italiano, Lange elaboró su propio modo de crear y de comunicar.
El trabajo de Munari se comienza a proyectar como concepto cuando él declara: «la cubierta de un libro es una publicidad que señala al lector que el libro le va a interesar. Por eso la cubierta de un libro debe servir para diferenciarle de los otros libros en el escaparate … Sabemos que cada uno ve lo que ya conoce. Hay que establecer, por tanto, una conexión con su memoria visual: las etiquetas de agua mineral no se parecen a las del vino; cada persona tiene en la cabeza formas y colores que se corresponden con sus centros de interés y es a partir de ahí que se puede concebir la forma de un mensaje de comunicación, tanto para la cubierta de un libro como para el resto».
El libro, que es un objeto de arte porque volcaron en él sus creaciones sensibles Efraín Vivas, Santiago Acosta, María Gabriela Rangel y el inolvidable John Lange, es también “un después”.
Vino después del infernal reventón de aguas y piedras que transformó la fisonomía del litoral y las vidas de miles de personas; llegó después de recogidos los cuerpos y las roturas. Pero es “un después” que sintetiza toda la tragedia en sus imágenes y en sus versos. Ese libro inquietante, es además un presente, que sirve para estudiar lo que se experimenta ante una visión que muchos desconocían; un suceso que se manifiesta en cada una de las imágenes logradas por Efraín Vivas.
Un libro con fotos que muestran la huella del deslave, la marca del drama, el retrato de la muerte causada por la fuerza de las aguas, sirve como el recordatorio particular de un momento trágico que conmovió al país. Es como una exposición portátil que mucha gente podrá mirar a su anchas. Sin fecha de cierre.
También es una memoria para que en el futuro se documenten respecto a lo que puede lograr con su voluntad perseverante un artista, un documentalista, un historiador de la imagen, que además es un poeta del blanco y negro.
Los antecedentes de la tragedia pueden notarse en las rocas, las ramas, las raíces que se explayan en las imágenes.
El Ávila y el resto de la cordillera son gigantes que se mantienen erguidos gracias a sus bosques, pero a medida que la vegetación desaparece la arcilla se afloja. Es como un saco lleno de piedras. Desde hace mucho tiempo las sabanas creadas por los incendios y la mano del hombre, han debilitado los suelos del cerro.
Varias de las fotografías de Vivas muestran las cicatrices del cerro, los lugares donde se movió la tierra. Las rocas metamórficas que constituyen la Cordillera de la Costa se formaron de sedimentos y rocas ígneas, transformadas al final de la época del Cretáceo. Eso fue hace 80 millones de años. Los suelos son ácidos, poco profundos, arcillosos, y erosionables, ya que la hierba que hay sobre ellos no puede retener la humedad.
En las imágenes de Vivas se notan los cauces de quebradas y arroyos que dejaron de fluir, pero que en cualquier momento vuelven a ser caminos de las aguas. Esas montañas tienen tantos ríos y quebradas que nadie sabe cuántas hay. Río Anauco, río Los Caracas, río Caroata, río Caruao, río Chuspa, río Escondido, río Macarao, río de Plátano, quebrada Blandín, quebrada Cotiza, quebrada Cajón, quebrada Ávila, quebrada San José de Galipán… agua por todas partes, un mar cayendo sobre el mar. Las piedras metidas en una avalancha de barro eran como bombas estallando.
En el libro Negro oscuro, blanco trágico / Mañana vendrán las piedras se sienten el peso de la información analizada y el drama comprendido con solo mirar página tras página.
Hablando de fotografía
No hay que darle muchas vueltas: la fotografía de Efraín Vivas es documental, pero se trata de un documentalismo que se inscribe en la dimensión personal, en la visión especial de un fotógrafo que consigue reflejar la realidad con un lenguaje anímico, con una estética sobrecogedora. Sin ninguna duda, las imágenes de Efraín Vivas son deliberada y esencialmente poéticas. Él escribe su poesía con la cámara.
Los poemas de Santiago Acosta conforman un poemario contundente, una prueba de la fuerza motivadora que tienen las imágenes de Efraín Vivas. La poesía de Acosta es arrolladora en su avance, en el modo de hurgar los sentimientos. Por separado serían dos libros extraordinarios. Juntos, han logrado una obra de arte que cualquier persona del mundo podría usar indefinidamente, para no olvidar los terribles demonios que a veces desata la naturaleza.
He tenido la suerte de comunicarme con ambos autores y de lograr entrevistarlos por separado. Efraín Vivas es preciso en sus respuestas. No pierde tiempo ni espacio. Dice lo que desea decir.
– Son fotos conmovedoras, se nota la presencia del viento, del agua, de las piedras, señalando que la naturaleza tuvo uno de sus días furiosos ¿el blanco y negro enfatiza ese drama?
-Por esos días sólo trabajaba con película en blanco y negro. Para este trabajo en específico utilicé una película infrarroja, que tiene la particularidad de acentuar el contraste, destacar las luces blancas en el follaje de los árboles, oscurecer los cielos y destacar las texturas de los elementos de la naturaleza: piedras, troncos, tierra, arena, etc., logrando un espectro de luz en las imágenes que definitivamente enfatiza el drama.
-Fotografías lo que sucedió, lo que no viste, y sin embargo se siente el paso terrible de las aguas crecidas ¿cómo lo consigues?
-Pienso que esa es justamente la labor de todo fotógrafo documental: tener la capacidad de transmitir con su trabajo cómo sucedieron las cosas un tiempo después de haber ocurrido.
Sientes lo que sientes porque consciente o inconscientemente conectas con la parte oculta de las imágenes, con lo que está en ellas, pero no ves: sólo lo sientes. Y a partir de allí reconstruyes tu propia tragedia, la que te hubiera tocado vivir si te hubieses encontrado allí los días de los hechos.
Llegar a Vargas unos días después de la tragedia significó un gran impacto, ante el cual tenía dos opciones: o te paralizabas por completo ante la magnitud de lo que allí había ocurrido (y continuaba ocurriendo) o enfrentabas esa realidad con decisión y audacia y sin dejarte intimidar por el drama que estabas presenciando.
Recuerdo no haber levantado la cámara de inmediato. Debe haber pasado un tiempo considerable antes de comenzar a trabajar. Primero fue necesario digerir lo que estaba pasando, para luego dirigir la mirada hacia lo que más me llamó la atención, casi como una revelación.
Me concentré en lo que quedó en pie e intacto a pesar de haberse encontrado lugares donde la naturaleza arrasó con casi todo.
-Cada fotografía contiene su propia poesía, pero los poemas de Santiago Acosta parecen motivados por tus imágenes, son una interpretación perfecta de tus fotografías ¿escribió Santiago a partir de las fotografías o ya estaban escritos sus poemas?
-Creo que fue Salgado quien habló de la “estética de la tragedia”, si mal no recuerdo (o es posible que yo me lo esté inventando; soy muy malo con las referencias) En este trabajo cuidé al máximo detalle la estética de cada imagen. Cada una tenía que hablar por sí sola y luego complementar el conjunto. Sí, siento que la carga poética visual es notable y punto de partida para que otro poeta, Santiago Acosta, escribiera su poemario inédito a partir de mis fotografías. Santiago vivió la tragedia a través de mis imágenes y compuso una obra poética desgarradora a partir del discurso de mi trabajo. Fue una experiencia única, el trabajo en conjunto de dos artistas que producen poesía con diferentes medios.
-Tienes una visión con mucha fuerza de síntesis, como los dibujos de oriente, las tintas japonesas y chinas ¿es algo que tienes desde tus comienzos o lo has ido estudiando, incorporando?
-Viví en Japón 13 años. Seguramente alguna influencia me traje de los años pasados en ese país. Pero a decir verdad, no es algo que he hecho conscientemente, o con el propósito de incorporar esa experiencia a mi trabajo. Probablemente fui incorporando esos conceptos de manera inconsciente en mi visión artística, a través de la vivencia en ese país y de la inmersión en su cultura.
-Los cerros, los cielos, los árboles parecen hablar en tus fotografías. Eso me conmueve y me impresiona mucho. Nunca lo había visto tan patente en una fotografía. Ojalá pudieras hablar de ese aspecto, qué dedicación particular te exige ese logro…
-Debe ser por la entrega total al trabajo que estaba realizando, sin prejuicios, sin miedos, sin un guion preestablecido. Fue un dejarse ir con lo que allí pasaba, establecer un diálogo con esos objetos, el descubrimiento de «Los besos merecidos de la verdad» (como escribió Fernando Pessoa) rocas, árboles, estatuas, esculturas, cielos, el Ávila y el mar. Aunque el mar apenas aparece en el trabajo, su presencia se siente en todo su recorrido. Todos ellos tienen su propia voz, que es la mía misma y, regresando a Pessoa, «Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos»
-¿Estás trabajando un tema en específico, aparte de este libro? ¿solo te dedicas al blanco y negro? ¿podrías abundar en ese aspecto?
-Llevo una vida trabajando varios temas recurrentes: El paisaje, el cementerio, el maniquí en sus vidrieras, la arquitectura abandonada, entre otros. Mi https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo es fundamentalmente analógico en blanco y negro. Los últimos años he coqueteado con el color en digital, pero hasta la fecha, nada que valga la pena mencionar.
-Habiendo tantos fotógrafos buscando temas y modos de abordarlos ¿por dónde buscas? ¿qué te motiva más en la actualidad?
-Me aferro a mis temas antes mencionados, lo cual significa ya bastante trabajo. Yo siempre he pensado que los temas no se buscan, ellos te buscan a ti. Sólo hay que dejarse llevar, dejarse ir con ellos cuando aparecen.
-¿En qué te ha cambiado el hecho de que ahora las fotografías quedan de una vez plasmadas en la cámara? ¿eso ha desmejorado o mejorado la posibilidad de que la fotografía sea un puente entre el arte y de la ciencia?
-Para mí la fotografía es arte y es ciencia. No puedo verlo de otra manera. Hay una expresión popular que también se aplica con frecuencia a los fotógrafos: «No es el arco, no es la flecha, es el indio». Kati Horna decía que “la cámara no es un obstáculo, es uno mismo”. Yo llegué a asegurarle a mis alumnos que “el lente de la cámara, la cámara misma, era la extensión del alma”
Quiero decir con esto, que en esencia, sea cual sea la cámara que tengamos en las manos o la tecnología disponible, la calidad artística del resultado no dependerá de la cámara, sino de la sensibilidad artística (visión artística) y habilidades del fotógrafo.
Claro que con la fotografía digital se nos ha hecho la vida más fácil en cuanto a la producción y edición final del trabajo. Ver de una vez la imagen nos permite un mayor control sobre la exposición y la iluminación, por ejemplo, y hacer los ajustes necesarios sobre la marcha. Pero en mi opinión logramos una mayor resolución y mejor contraste con la película que con lo digital.
No me ha terminado de afectar porque sigo realizando mi trabajo personal con película fotográfica. Sin embargo, hay que conceder que resulta mucho más cómodo trabajar con el formato digital debido a lo engorroso que resulta a veces viajar con una cantidad importante de película (control de equipaje, RX, etc…)
Ahora bien, tema aparte que considero importante mencionar, es el hecho de que, gracias a la fotografía digital, especialmente con la aparición de cámaras cada día más sofisticadas en los teléfonos, y de aplicaciones como Instagram, hay millones de personas que no eran o no son fotógrafos, publicando sus trabajos.
Concuerdo con Martin Parr, quien dice que “Instagram ha sido una bendición” porque cada vez más personas están involucradas en la fotografía, asistiendo a exposiciones y adquiriendo productos fotográficos. Pero aún así, los fotógrafos documentales son más necesarios que nunca, porque si todos estamos haciendo fotos, dice Parr, entonces necesitamos personas que hagan bien el trabajo.
Vuelvo a revisar las páginas del libro Negro oscuro, blanco trágico / Mañana vendrán las piedras, y no resisto la tentación de agregar algo, que sin ser un puente entre dos artistas, al menos es una alusión a la forma dramática de la poesía que han vertido en imágenes y palabras.
Cito a Trínculo, uno de los personajes de La tempestad, de William Shakespeare cuando dice: “Aquí no hay breña ni arbolillo para guarecerse, y se prepara otra tempestad. La oigo cantar en el viento. Allá lejos, aquella nube negra, aquella inmensa nube, parece un sucio tonel pronto a vaciar su líquido. Si llega a tronar como antes, no sé dónde resguardaré mi cabeza. Aquella nube no ha de reventar sino lloviendo a cántaros”.
Lea el post original en Crear en Salamanca.