El retrato fotográfico. 1850-1915

Fecha de publicación: abril 25, 2024

Publicamos el texto que acompaña la muestra El retrato fotográfico. 1850-1915, escrito por el historiador e investigador de arte Ariel Jiménez. El montaje se halla, hasta esta semana, en la Sala El Archivo de la Biblioteca de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

El retrato ha ocupado un puesto central en la pintura occidental desde los tiempos más remotos. Su principal función, la de retener y resaltar los rasgos de una persona importante por su poder político, militar o social, su sabiduría o riqueza, o simplemente por su importancia afectiva, ha hecho que el retrato se haya mantenido en el tiempo como uno de los géneros más practicados y apreciados. Durante milenios, sin embargo, solo la pintura y la escultura permitieron conseguir un retrato satisfactorio. Pero ese retrato era el producto de un trabajo prolongado, dependiente además de la mayor o menor pericia técnica del artista, y de su estilo característico. Por eso, también, el retrato fue siempre un privilegio costoso que muy pocos podían ofrecerse, cuando no estaba prohibido, por ley, para los ciudadanos comunes.

De izq. a der.: Mercedes Amelia López Ponte (esposa del General Antonio Paredes). Puerto España, s/f: Autor no identificado / Retrato femenino de estudio. Caracas, Venezuela, ca. 1875: T. A. Gray © Archivo Fotografía Urbana

Con la aparición de la fotografía, a principios del siglo XIX, y muy especialmente a partir de la invención del daguerrotipo (1839), el retrato fotográfico produciría una verdadera revolución en las prácticas artísticas y en la relación de cada individuo con su imagen personal. Las razones de esa revolución fueron varias: unas de orden artístico, o del estatus que adquiriría entonces la imagen, otras económicas, sociales o políticas.  En lo que se refiere al estatus de la imagen y su valor artístico (por mucho tiempo negado), podríamos decir:

– Primero, que la fotografía aportaba un grado tan elevado de veracidad que se le llegó a creer una imagen objetiva del mundo tanto, que el mismo William Henry Fox Talbot (el inventor del negativo) llegó a escribir que la imagen fotográfica era producida por las manos mismas de la naturalezasin ninguna ayuda del lápiz del artista. La fotografía aportaba un grado de veracidad nunca antes visto en la historia de la humanidad.

– Luego, y contrariamente a lo que sucedía en la pintura o la escultura, que eran el producto de un trabajo prolongado y, por eso mismo, de una construcción, el retrato fotográfico era producto de un efecto casi inmediato (apenas un minuto en el caso del daguerrotipo, menos aún a medida que aumentaba la sensibilidad de las películas), tiempo en el que la cámara podía producir la imagen de una persona o de un grupo entero de personas. La fotografía representaba, pues, el retrato exacto y objetivo de una persona en un instante preciso.

Esa veracidad sin precedentes en la historia humana, y su instantaneidad, representaron una revolución que hoy cuesta trabajo comprender, y determinaron, como veremos, muchos de los usos que se le dieron luego al retrato fotográfico. Aun así, durante buena parte del siglo XIX y aún a principios del XX, el retrato fotográfico no solo siguió de cerca los códigos simbólicos y compositivos de la pintura (acompañando a un personaje con los signos que señalan su rol social, su poder o riqueza, y fotografiándolos en poses que recuerdan a los grandes retratistas del pasado), sino que también siguieron cumpliendo la misma función: dar a ver el poder político, militar o económico de un individuo, su notoriedad pública o su valor afectivo y sentimental, retener pues para la memoria individual o colectiva, los rasgos de una persona.

Con el retrato fotográfico se iniciaba también una relación por así decir más democrática y personal con la imagen que no ha dejado de crecer hasta alcanzar hoy las dimensiones del síntoma. Pero ¿síntoma de qué? Cada uno de nosotros, interrogando su propia experiencia ante la imagen fotográfica, le dará a esta pregunta la respuesta que considere más adecuada. Nuestro rol se limita a formular la pregunta con la esperanza de que alguien sienta, quizás, la necesidad de responderla.

El retrato personal y/o familiar

El retrato siempre ha buscado producir la imagen fidedigna de un individuo, pero no una cualquiera, sino la de una persona en su mejor momento. La mujer en el esplendor de su belleza, con sus mejores atuendos, sus más bellos peinados; el hombre (político, gobernante, militar, artista) en la cúspide de su poder, o en momentos sobresalientes de su carrera. Con la aparición de la fotografía, en la primera mitad del siglo XIX, el retrato adquiere un carácter nuevo, aunque sigue cumpliendo las mismas funciones de siempre. De allí que los retratos fotográficos del siglo XIX hagan suya la tradición iconográfica y simbólica de la pintura tradicional (no en balde los inventores de la fotografía fueron en su mayoría pintores, grabadores o caricaturistas), presentando a los personajes en poses y lugares cercanos a los empleados por los pintores.

De izq. a der.: Margarita Berti. Boconó, Trujillo, Venezuela, 1909: Autor no identificado / General Antonio Guzmán Blanco con el uniforme de la Campaña Federal. Caracas, Venezuela, 1856: Federico Lessmann © Archivo Fotografía Urbana

La tarjeta de visita

En 1854 el fotógrafo francés Eugène Disdéri, patenta un procedimiento que permitía producir 12 retratos idénticos sobre papel por el costo de unos 20 francos, cuando hasta entonces se pagaban 50 o 100 francos por un solo retrato. La economía que ello representaba, y la posibilidad de reproducirlos en un número considerable de veces, más la idea de acompañar al dorso este retrato con el nombre, la ocupación y la dirección del retratado, dan origen a una práctica que alcanzó proporciones industriales en Francia y, paulatinamente, en el mundo entero: la tarjeta de visita. Con ella, una persona podía presentarse al público de manera adecuada y rápida, incluyendo ahora su retrato fotográfico. Según la pose adoptada, su vestimenta y otros accesorios, la carta de visita podía también hacerse exclusivamente para asistir a un entierro, un matrimonio u otro acontecimiento socialmente importante.

De izq. a der.: “Retrato de Dama –Nelly P.S.M.–”. París, Francia, s. XIX: André Eugène Disderi / Abraham Lincoln, presidente de los Estados Unidos. Ca. 1860: Autor no identificado © Archivo Fotografía Urbana

Momentos memorables (la infancia, la Primera comunión, el matrimonio, la fotografía post mortem, acontecimientos históricos)

La inmediatez del retrato fotográfico, esa posibilidad de detener indefinidamente un instante pasajero, potenciaron sin duda los usos donde los familiares de una persona (niño o adulto) buscaban retener la imagen de un rostro que no verían nunca más: la primera infancia llena de gracia, la primera comunión, un matrimonio y también, por supuesto, el retrato post mortem, ese instante definitivo de la muerte. En ocasiones se presentaba al difunto en poses que buscaban reproducir la apariencia de la vida (sentados, acostados o de pie, a menudo acompañados de un ser querido), en otras poses se buscaba conseguir la apariencia de un sueño plácido y profundo, cuando no, en imágenes más macabras, en su lecho de muerte e incluso en la urna.

De izq. a der.: “Bajo el samán de Catuche, tras el terremoto de 1.900”. Caracas, Venezuela, 1900: Federico C. Lessmann / “Séptima Trinchera. Pto Cabello”. 1899: Autor no identificado © Archivo Fotografía Urbana

El estudio fotográfico

El estudio fotográfico fue y sigue siendo, a la vez, un lugar de trabajo (el espacio donde se toman y procesan las imágenes fotográficas), y una corporación, llegando incluso a alcanzar las dimensiones autorales. Surgen durante el siglo XIX como solución necesaria para controlar las diversas variables exigidas por la fotografía. No solo se trabajaba con técnicas que requerían equipos y productos especializados, sino que además eran muy dependientes de las condiciones ambientales. De allí que los fotógrafos trabajaran prioritariamente en espacios cerrados, donde podían controlar las condiciones climáticas, manipular y conservar los equipos necesarios para su trabajo. Pero el o los fotógrafos que abrían un estudio, no siempre podían realizar todas las labores indispensables, por lo que debían contratar los servicios de técnicos especializados, a veces bastante numerosos, convirtiéndolos en verdaderas corporaciones. Dependiendo de la especialidad de cada uno, de la pericia de sus fotógrafos y de la notoriedad que alcanzasen, el estudio podía también funcionar, o casi, como un autor, y su firma bastaba para que sus clientes supieran el tipo de fotografía que podrán conseguir con ellos.

De izq. a der.: F. V. Aguerrevere. Caracas, 1899: Navarro & Cía / Pulgar y Niño malcriado. Caracas, Venezuela, 1915: Manrique y Cía. © Archivo Fotografía Urbana

En Venezuela, y desde mediados del siglo XIX, funcionaron varios estudios fotográficos, entre los que destacaron, por la calidad de su trabajo y por su longevidad, La Galería fotográfica de Federico Lessmann y H. (1856); el Salón Cristal-Galería fotográfica (1858), de Próspero Rey; El estudio Tovar y Salas (1866); y el estudio Manrique y Cia. (1893).

La fotografía estereoscópica

Desde antes del Renacimiento se conocen algunas experiencias para ver dos dibujos iguales en relieve, pero es solamente en el siglo XIX que aparecen y se desarrollan diversas técnicas para conseguir la visión en tercera dimensión. En 1838, el físico inglés Charles Whetstone presenta en Londres su stereoscope, un aparato que permitía observar dibujos en relieve gracias a dos espejos en ángulo recto inclinables. Luego se aplicaría el mismo principio a la fotografía, consiguiendo imágenes fotográficas en relieve, método que sería popular a partir de la exposición universal de 1851 en Londres, cuando se inventan lentes más manejables para su visualización (David Brewster) y cuando finalmente se inventa (Alexandre-Marie Quinet, en 1853) una cámara estereoscópica con dos lentes.

Sin título. Venezuela, ca. 1910-1919: Fotografía estereoscópica de autor no identificado © Archivo Fotografía Urbana

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