Ese hombre no es para ti

Fecha de publicación: abril 22, 2018

El capitán Segundo Mendoza entra en silencio al botiquín y se apoya en la balaustrada. No quiere interrumpir la canción de Esperanza: “Yo soy tu amor viajero, mi capitán / En mi vela más alta va tu recuerdo / y mi voz por la brisa te busca en el mar / Un beso largo de espuma te daría / para ser en tus brazos como el mar / y hechizarte de bruma y lejanía y ensoñación lunar / Yo soy tu amor viajero…”.

Ella solo va a advertir la presencia del amado cuando concluye su espléndida interpretación y se da la vuelta. Entonces, da un respingo. No es cualquier cliente el que acaba de llegar.

Esta fotografía es parte del material promocional de la película “La balandra Isabel llegó esta tarde”, una coproducción de Argentina y Venezuela, rodada en este país en 1949, bajo la dirección del cineasta argentino Carlos Hugo Christensen.

Arturo de Córdova y Virginia Luque, actores que encabezaron el elenco, mexicano y porteña, respectivamente, son blancos, a diferencia de Segundo Mendoza y Esperanza Crespo, los personajes del relato homónimo del narrador venezolano Guillermo Meneses, en el que se basa la trama. Los personajes de papel son también más humildes y desesperados que su encarnación cinematográfica. En fin, las diferencias son muchas. El cuento de Meneses tiene unas 24 páginas, apenas un atisbo para un largometraje de 97 minutos. La adaptación, encargada a Aquiles Nazoa en colaboración con Christensen, echó mano de otros cuentos de Meneses, de donde se extrajeron otros personajes y subtramas.

El resultado fue una película muy exitosa, dentro y fuera de Venezuela. Era el segundo de los ocho largometrajes que llegaría a filmar Bolívar Films por diligencia de Luis Guillermo Villegas Blanco y Enrique Faustin, a quienes se les acredita la excelencia del equipo convocado para su intento de acometer una cinematografía venezolana capaz de atraer audiencias internacionales. Con esa aspiración contrataron a Horacio Petersen como ayudante de dirección; la banda sonora fue confiada al compositor venezolano Eduardo Serrano, quien no solo tenía experiencia director de orquesta sino que ya había incursionado en el cine con “Las aventuras de Frijolito y Robustiana” (1945); el sonido le fue confiado a Leopoldo Orzali, quien ya había trabajado con Christensen en su película “El ángel desnudo” (1946); la dirección de fotografía, en blanco y negro, corrió a cargo del español José María Beltrán Ausejo, quien por este trabajo se alzó con el premio a la mejor fotografía en el Festival de Cannes de 1951; la decoración y el diseño de producción fueron obra del artista uruguayo Ariel Severino, quien se quedó en Venezuela donde se vinculó con el movimiento plástico y teatral. El vestido que luce Virginia Luque, nunca mejor dicho, fue obra, como todo el vestuario, de Norma Suárez, y los peinados fueron responsabilidad de Fritzie.

El resto del elenco estuvo conformado por la argentina Juana Sujo (María La Loca),  Juan Corona, Tomás Henríquez (el brujo Bocú), América Barrios (Isabel de Mendoza, esposa de Segundo), el debutante Néstor Zavarce (Juan Mendoza, hijo del capitán segundo), Luis Galindes, Máximo Girales, Pura Vargas, María Gámez, José Luis Zarzalejo y Paul Antillano (Martinote El Diablo).

La escena captada por la fotografía fue filmada en La Guaira. Específicamente, en el barrio Muchinga, donde los productores reconstruyeron un mabil para escenificar los encuentros entre el capitán Segundo y la bella Esperanza, quien además de cantar con maestría, se prostituye imaginamos que con similar solvencia. El entonces reportero Velásquez, Ramón J. publicó una nota, fechada el 22 de octubre de 1949, donde dice: “Equipos de albañiles, decoradores, electricistas han sido despachados para La Guaira, a objeto de reconstruir el burdel donde transcurre gran parte de las escenas de ‘La Balandra Isabel llegó esta tarde’. El recién clausurado barrio de Muchinga -centro de la escoria y la prostitución en el litoral- ha sido objeto de nuevas incursiones, pero esta vez en plan artístico. Se han abierto varias de sus casas para incorporarlas al cine. Muchinga regresa para ser el mundo donde la segunda película de Bolívar Films adquiera su dimensión. Ya se han comenzado a tomar algunos exteriores, y el propio Arturo de Córdova, ha inspeccionado el barrio a fin de entrar dentro del personaje que le toca interpretar después de haber conocido el ambiente en que se desarrolló su vida”.

Imagen del Archivo de Fotografía Urbana

Para este momento, Arturo de Córdoba es actor consagrado y galán de la hispanidad. Pasa de 40 años, mientras que Virginia Luque, quien había nacido en Buenos Aires, el 4 de octubre de 1927, con el nombre de Violeta Mabel Domínguez, acaba de cumplir 22 años. “La balandra…” fue su décima película. Hasta entonces había cultivado una imagen niña ingenua, incapaz de encaramarse en la mesa de un bayú a fumar, dar picones y cantar canciones donde le anuncia al amante su intención de hechizarlo… Un crítico argentino observaría: “Arturo de Córdova logra un gran éxito encarnando al sufrido hombre de mar, en el personaje más humano de la película. Virginia Luque luce todo su esplendor en un tipo de mujer insaciable en el placer convirtiéndose en una belleza sin alma”. Por aquí terciamos: no todo fue padecimiento para el marinero, también tuvo momentos de éxtasis, de esos que llevan a un hombre a desafiar que le quiten lo bailado.

El resultado fue exactamente lo que Christiansen se había propuesto, un melodrama erótico echado a andar por la pasión de un marino por una prostituta que, al saberlo fugitivo en ruta hacia su esposa e hijos, intenta retenerlo con caracoles y conjuros. En la escena que vemos en esta imagen (disponible en Youtube), los protagonistas despliegan muestras de la atracción sexual que los enciende. Unos minutos después de este cuadro, el capitán Segundo (Arturo de Córdova) se la va a jugar a los dados… Solo adelantaremos que después de una trifulca a golpes con el perdedor, quien la gana va a besarla con evidente compromiso sensual.

“La balandra Isabel llegó esta tarde” se estrenó el 3 de agosto de 1950. A partir de ese día, los venezolanos llenaron las salas de cine para ver a Virginia Luque seduciendo a un hombre casado y cantando cuatro canciones (una de ellas es la que interpreta en este instante de la foto). Murió el 3 de junio de 2014, a los 86 años y con una filmografía de 30 títulos. Pero en ninguno estuvo tan cautivadora como en estos minutos de filmación en los que canta con ardiente afinación, es prenda cuyo abrazo es librado al albur y luego besa en la boca, como si quisiera devorarlo, al hombre que habrá de serle esquivo.

Lea el post original en Prodavinci.

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