Ya que deseo estar en el Reino
debería confesar que fui la semilla
que cayó a un costado
y rodé tanto
sin comprender.
Tropecé contra trozos de cuarzos
y fui engañado
por sus reflejos.
Cómo me afligen las orejas
sin escucha:
mi falta de pasión acústica.
Y es por eso que tuve que huir
buscando refugio entre gentes extrañas.
Soy la semilla atrapada
en manojos de ortigas:
ni florecí, ni di frutos.
Enredé los símbolos.
Terminé mezclándome
con el estiércol de los cerdos.
Habría podido ser bueno
para el Señor
si me hubiese colocado
en lo hondo del surco.
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