Hay teorías que sostienen que el interés de Federico Lessmann por la fotografía fue una forma de profundizar en su atención al detalle al momento de reproducir imágenes de paisajes, que ya le obsesionaba tanto como para formar una parte considerable de su trabajo. Ya entre los años 1855 y 1860, el taller de Lessmann -Laue acaparaba una extensa parte de la producción litográfica del país y un considerable número de las producidas en el taller, eran sin duda, una recopilación de enorme calidad sobre las vistas de Caracas y sus alrededores.
Para Lessmann, que, desde sus comienzos en el arte litográfico, la cualidad del entorno había sido de considerable importancia, la fotografía fue otra forma de analizar no solo la cualidad de registro de la imagen, sino también, una manera de satisfacer su natural inclinación por la observación y el análisis de lo que le rodeaba, como motivo artístico.
Según asegura Juan Calzadilla en su libro de 1979, El grabado en Venezuela, el progreso de Lessmann se debió a una combinación de disciplina y también, a una búsqueda de un objetivo en común. Ambos artistas sentían un considerable interés por la documentación visual y la llevaban a cabo con idéntica pulcritud. “Sus testimonios son apasionantes, su concepción moderna, atrevida. Sintético en su dibujo, Lessmann busca por igual el movimiento y el espacio, la quietud y el ritmo cambiante. Sus dibujos de la Plaza Bolívar y de las cuadras vecinas al centro de Caracas son documentos vivos” (1978, p. 15).
No obstante, Lessmann era un hombre con variados intereses y ya en 1857, comenzó a combinar la litografía de paisajes (en la que ya era considerado un experto) con retratos más o menos realistas, que muy pronto, se convirtieron en parte de su extenso trabajo artístico. Al principio, se trató de mero experimentos que intentaron combinar las técnicas litográficas aprendidas de Stapler y después, la intención usar algunas de cosecha propia, lo que sorprendió a buena parte de quienes admiraban su obra. Juan Calzadilla asegura que la capacidad de Lessmann para retratar estaba relacionada de manera directa con su sensibilidad y la capacidad del litógrafo de captar imágenes con una delicadeza que sorprendió a sus contemporáneos.
En 1858, realiza el que se considera uno de los trabajos que le hizo famoso en Caracas: un retrato litografiado del doctor José Cecilio Ávila, una de las figuras más respetadas en el ámbito académico y religioso del país. Como pionero en las ciencias en el país, el renombre del Doctor Ávila era considerado lo suficientemente importante como para que la obra de Lessmann fuera de especial relevancia, no sólo para el taller sino también, para el mundo litográfico venezolano en ciernes. La imagen le fue encargada a Lessmann para formar parte del libro biográfico autoría de Juan Vicente González (Caracas: Imprenta de Valentín Espinal, 1858) y despertó no sólo la admiración del escritor sino de los lectores, que encontraron en la obra un reflejo de todas las cualidades que se le atribuían a la importante figura de Ávila.
En 1864, la fama de Lessmann era la suficiente como para llevar a cabo otros encargos de mayor envergadura y que tenían relación, con el ambiente político del país. De este año, datan los celebrados retratos de los héroes federalistas Juan Crisóstomo Falcón, Antonio Guzmán Blanco y Manuel Bruzual), que acrecentaron su fama no sólo litógrafo, sino también, como un retratista capaz de expresar ideas elaboradas sobre sus retratados. Para buena parte de la sociedad caraqueña y en especial, para los interesados en el naciente arte de la reproducción visual (ya fuera en tinta o fotografía), la habilidad de Lessmann para captar la personalidad el retratado, fue una de las razones que después, le convertirían en uno de los fotógrafos preferidos de la alta sociedad caraqueña.
El llamado de la naturaleza
Por supuesto, Lessmann seguía siendo un paisajista en constante investigación, por lo que incluso en medio del furor que despertaron sus retratos litógraficos, durante 1864 continuó creando vistas de Caracas (en la que detalló por primera vez los espacios urbanos como parte de los naturales), la Guaira y Puerto Cabello, este última la primera ocasión en que crea una composición con fines esencialmente de registro. Todas las obras se encontraban a la venta en el Almacén de música de Alfred Rothe, lo que se consideró un paso considerable para convertir a la obra de Lessmann en una obra de estatus y lujo.
También es 1864, el año en que Lessmann decide trabajar solo –o al menos llevar a cabo sus exploraciones paisajistas de forma individual–, por lo que aunque sigue realizando algunos retratos –como el muy famoso de Humbolt que dona a la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales de Caracas–, sigue en su búsqueda de nuevas formas de documentar la ciudad que comenzaba a crecer con rapidez.
Fueron meses de grandes cambios, que, sin duda, influyeron en la transformación del aire provinciano y levemente rural de Caracas, en una lenta evolución hacia algo más sofisticado. El 28 de marzo, la Asamblea Nacional Constituyente promulga la Constitución Federal, que se celebra con una salva de 21 cañonazos. Se cuenta que la sacudida asombró a los habitantes de la ciudad y que hubo expectativa sobre lo que podría ocurrir en el futuro. Veinte días más tarde, se recibe la renuncia del General Juan Crisóstomo Falcón, que de inmediato es reelegido como presidente constitucional de los Estados Unidos de Venezuela. Un ciclo comenzaba y en especial, había la percepción que el país se dirige hacia nuevos horizontes.
Ya por entonces, Lessmann trabaja con algunos rudimentos fotográficos y comienza a captar la Caracas que se transforma con lentitud, pero de manera sostenida, en el centro político y cultural del país. Del año 1865, datan las primeras tomas fotográficas de la Vista de la fachada norte del Convento de las Monjas Concepciones y la Plaza de San Jacinto. Como curiosidad, en una de las fotografías puede verse la fachada del estudio de Lessmann en la esquina de la Bolsa. Por la calidad y precisión de las tomas, es evidente que Lessmann toma varios de las líneas generales de la composición litográfica, para, además, crear versiones fotográficas de sus grandes obras sobre los perfiles de Caracas, que sorprendieron a buena parte del público. No solo se trataba del hecho de utilizar la fotografía –un arte en esencia novedoso– para captar la ciudad, sino, también, hacerlo de una manera tan vívida que sorprendió a todos los que acercaron al estudio para contemplar el prodigio.
De hecho, la fotografía vivía un auge especialmente importante en Caracas y los experimentos visuales de Lessmann solo acrecentaron la convicción, que la disciplina jugaría un papel de considerable importancia en el documento y la forma de guardar un registro histórico de la ciudad. Había numerosos fotógrafos llegados desde Europa, que se ganaban la vida con la novedad del daguerrotipo y otras técnicas de captación de imagen. Uno de los más importantes y aunque su trabajo dista mucho de ser comercial, es la producción fotográfica de Pál Rosti, que recorrió en 1857 el territorio venezolano y fue uno de los primeros en documentar in situs, la forma en que analizó y comprendió el país a través de sus contrastes. Después, Rosti recopila en el libro Memorias de un viaje por América el conjunto de imágenes daguerrotípicas, que combinadas con sus relatos y pequeñas anécdotas sobre lo que encontró en su extenso trayecto por el país, son un ejemplo fundamental para comprender cómo la fotografía comenzaba a ser parte del registro histórico venezolano.
Un año antes, Caracas se había llevado la sorpresa del anuncio de Santiago Brito, que se calificó como “retratista al daguerreotipo en colores”, para lo cual abre un pequeño establecimiento entre las esquinas de Sociedad y Gradillas, frente a la antigua posada de Bassetti, en el que se dedica a tomar retratos que luego pintaría a mano para cumplir con la promesa publicitaria. Ya por entonces Lessmann realizaba sus conocidas tarjetas de visita –de mucha mejor calidad y consideradas mucho más elegantes que las de Bassetti– por lo que la rivalidad (amistosa, en la mayoría de los casos) de los fotógrafos llenó a Caracas de una profunda sensación de progreso, sólo equiparable a las grandes capitales de Europa.
Para 1866, Lessmann dio un paso de considerable importancia para brindar sentido y orden a su trabajo fotográfico, al recopilar en su libro Álbum fotográfico de Caracas, una colección de vistas estereoscópicas, “las primeras conocidas de la ciudad”. Según Antonio Padrón Toro (1995, p. 12) se trató de un suceso que permitió al ciudadano común ver a Caracas de una manera por completo nuevo. Los intentos de documentar la ciudad de Lessmann ahora formaban parte de una estructura general que podía ser hojeada y discutida, lo que significó un cambio considerable en la forma como hasta entonces se comprendía la fotografía en el país.
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Fuentes:
Calzadilla, Juan. El grabado en Venezuela. Caracas: Fundarte, 1978
Con la fuerza y verdad de la luz de los cielos (catálogo de exposición). Caracas: Funres-GAN, 1977
Dorronsoro, Josune. Significación histórica de la fotografía. Caracas: Equinoccio, 1981
Ernst, Adolfo. Obras completas, 6 vv. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1986
Federico Lessmann. Retrato espiritual del guzmancismo (catálogo de exposición). Caracas: Museo Arturo Michelena, 1995
Misle, Carlos Eduardo. La Caracas de Bolívar, 1. Caracas: Editorial Los Próceres, 1983
Misle, Carlos Eduardo. Venezuela siglo XIX en fotografía. Caracas: CANTV, 1981
Muñoz, Boris, Szinetar, Vasco y Niño, Araque William, Fotografía Urbana Venezolana 1850–2009. Caracas: Econoinvest. 2009
Padrón Toro, Antonio. “Federico Lessmann. Hace 150 años”. En: Federico Lessmann. Retrato espiritual del guzmancismo (catálogo de exposición). Caracas: Museo Arturo Michelena, 1995
Zawisza, Leszek. Arquitectura y obras públicas en Venezuela, siglo XIX, 3 vv. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1988–1989
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