Felipe González de visita en Pacairigua

Fecha de publicación: mayo 14, 2017

El cable de EFE, agencia española de noticias, fechado en Caracas, el 23 de mayo de 1976, reseña que el día anterior se había inaugurado, en la capital venezolana, el Congreso de la Internacional Socialista, “la conferencia de dirigentes socialistas y socialdemócratas de Europa y América, organizada por el partido venezolano Acción Democrática -perteneciente a la Internacional Socialista- y que preside el doctor Gonzalo Barrios”.

El evento, pautado entre el 22 y el 25 de mayo, recibió el rótulo de “Reunión de Dirigentes Políticos de Europa y América en Pro de la Solidaridad Democrática Internacional”. Y asistían “por parte española”, como decía la nota de EFE, “Felipe González y Luis Yáñez, primer secretario y secretario de Relaciones Internacionales del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Raúl Morodo, (quien años más tarde, en tiempos de Chávez sería embajador en Venezuela y padre de Alejo Morodo, incurso en operaciones de corrupción con PDVSA, que le reportaron casi cuatro millones de dólares) y Eduardo Foucillas, secretario general y secretario de Relaciones Internacionales del Partido Socialista Popular (PSP)”.

Esta fotografía es de esos días. Rómulo Betancourt no era presidente de Venezuela; no desempeñaba, por tanto, el rol de anfitrión, ni era directivo de la Internacional Socialista, pero era una relevante figura de esa organización. De hecho, en el discurso de cierre, encargado a Víctor Raúl Haya de La Torre, este saludó primero al “señor Presidente Constitucional de Venezuela” y, de seguidas, al “señor Rómulo Betancourt”, así, sin más títulos. No era necesario. Para ese momento, el de Guatire había pasado a la historia como fundador de Acción Democrática, primer mandatario de Venezuela tras la tiranía de Pérez Jiménez, y líder continental. Tenía 68 años y una formidable experiencia política que el debutante Felipe González tomará como oráculo.

El veterano recibió al joven en su casa. “Esa”, dice el historiador Pedro Benítez, refiriéndose al lugar de la cita, “es la biblioteca de la quinta Pacairigua, residencia de los Betancourt, a la que hoy van, casi que en peregrinación, muchachos de 18 y 20 años, de todos los partidos de oposición y de todas las clases sociales. Los he observado entrar a ese espacio en respetuoso silencio. Y tengo la impresión de que el inmobiliario es exactamente el mismo”.

Se han reunido cuatro hombres y una mujer, Renée Hartman, la segunda esposa de Betancourt, médica y militante de AD. Al primer hombre, de izquierda a derecha, no hemos logrado identificarlo. Es posible que se trate de Raúl Morodo, de quien nos ocuparemos más adelante. Los otros dos invitados de los Betancourt son: Felipe González, entonces de 34 años; y, según asegura Alfredo Coronil Hartman, el otro es

el médico Luis Yáñez-Barnuevo García, mencionado por EFE. Debemos detenernos aquí para puntualizar que varias personalidades españolas muy vinculadas al PSOE y al propio González niegan que el de la barba veteada sea Yáñez-Barnuevo, pero Coronil Hartman, quien ha mantenido trato con él por años y hasta tiempos muy recientes, insiste en que sí es él. Uno de los españoles consultados basa su negativa no solo en la disparidad de rasgos, sino en el uso mismo de la barba, que a apenas cuatro meses de la muerte de Franco sería completamente inusual. “Absolutamente ningún funcionario o figura prominente de la política española de los tiempos de Francos hubiera ido con barba. Debe ser un portugués”, concluye. Esta perspectiva encuentra sustento en el hecho de que el propio Felipe González, si bien lleva el cabello bastante larga, va, sin embargo, muy bien afeitado y con saco, camisa blanca y corbata.

Para el historiador Luis Ricardo Dávila, “la fotografía ofrece claves difusas del ambiente político e intelectual del momento. La Europa próspera y muy desarrollada, con un firme y centenario asentamiento democrático, se acerca a una América Latina en vías de liberación económica y política. En Venezuela destella desde hace dos décadas el experimento democrático y civilista, todo lo contrario a lo que ocurría en el resto del continente. Bajo los auspicios del partido de gobierno, Acción Democrática, y del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, asisten a la Reunión líderes latinoamericanos y europeos, todos socialistas democráticos. Felipe González, en tanto Secretario General del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), es invitado a la cita. Actor fundamental en el desmontaje del franquismo español, no lo pensará dos veces para aprovechar el viaje y visitar al ex-presidente venezolano, líder político y social latinoamericano y pilar fundamental de la institucionalidad democrática, Rómulo Betancourt”.

–El encuentro, -subraya Dávila- como no podría ser de otra manera, ocurre en Pacairigua. El ambiente: su biblioteca personal. Es bien sabido que pocos líderes políticos han tenido en nuestro país la pasión y formación intelectual que le caracterizó a lo largo de sus días. El telón de fondo no hace sino revelar aquella pasión. Los libros, aparte de los grabadores encendidos, serían testigos privilegiados de lo que en el ameno encuentro se conversó.

Luis Ricardo Dávila, Premio Nacional de Historia 2016, mira la fotografía desde el presente. “Allí está la obra abierta”, dice, “la conducción histórica de cada uno de los personajes de esta cita, para que cada lector gane o pierda como pueda la raíz y el rostro de la ideología y la práctica del socialismo democrático; pero ahí queda también invisible e inevitablemente inscrito el oleaje, la resaca, de los charlatanes y delirantes actuales que quieren descifrarlo todo con unos cuantos datos y la urdimbre exegética interminable de modelos obtusos y aparatos ideológicos represivos totalitarios; militarismo caudillista manchando los ideales de una sociedad que no busca otra cosa que la libertad y el progreso”.

–Pero digan lo que digan, -concluye Dávila- en el principio de la imagen fue la democracia con atuendos socialistas, fue Betancourt y González, fue Pérez y la solidaridad democrática internacional, fueron los partidos políticos pluralistas y democráticos, fue la libertad y más libertad, fueron las ideas y los conceptos civilistas más que las armas militaristas. ¿Qué les dirá la imagen a los que vienen? Porque no hay socialismo sin democracia, ni democracia sin libertad.

La imagen evidencia que Felipe González, figura carismática con indisimulada ambición de poder, escucha a Betancourt con interés y respeto. Pero no sería el único impresionado con el encuentro. El político quisqueyano José Francisco Peña Gómez, asistente también a la cumbre de la Internacional Socialista en Caracas, escribiría años después, en su libro de memorias ‘Dominicano, internacionalista y socialdemócrata’: “En aquella ocasión tuve la oportunidad de escuchar al ex presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, vaticinar que un joven líder que allí se encontraba, llamado Felipe González, sería el próximo gobernante de España”.

González sería, efectivamente, el tercer presidente del Gobierno de España, desde la reinstauración de la democracia, entre 1982 y 1996. Como gobernante y como líder de partido, el sevillano pondría en práctica un consejo que Rómulo Betancourt, impulsado por la amistad que había nacido entre ellos en esos días de mayo de 1976, le dio. El propio González ha referido en diversas oportunidades que Betancourt le había recomendado mantener las relaciones con los comunistas en el proceso de consolidar la transición del poder en España, pero al llegar al gobierno debía cuidarse muy bien de convocarlos a puestos claves, porque incluso los eurocomunistas mantenían dogmas anquilosados, convicciones ideológicas atrasadas y, en algunos casos, reñidas con la democracia. Además, naturalmente, que eran un incordio y hasta pueriles en todo lo atinente con las relaciones con los Estados Unidos. Felipe, como es sabido, se ha mantenido amarrado a este consejo.

En febrero de 1978, cuando Felipe González era secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), viajó nuevamente a Venezuela, para asistir a un homenaje a Rómulo Betancourt. De la coincidencia entre ambos hay fotos donde aparecen risueños y encantados.

En julio de 1979, volvió por aquí. Y fue entrevistado por Manuel Felipe Sierra, quien entonces era periodista de El Diario de Caracas, en el lugar donde se celebraba el evento que lo había traído a Venezuela. “Juntos caminamos hacia el jardín y en el trayecto nos encontramos con Rómulo Betancourt, quien abrazó a González con desbordante aprecio. González le explicó que había decidido conversar con el reportero del Diario de Caracas por breve tiempo, a pesar de que en España no se tenían noticias de él. Betancourt sonrío y le dijo: ‘¿Quién iba a creer? Caíste en manos de un periodista venezolano”.

−Usted –le planteó Manuel Felipe- ha venido varias veces al país invitado por Acción Democrática y se conocen sus vínculos personales con dirigentes adecos. ¿Hasta dónde llegan sus compromisos con ese partido? ¿Qué similitudes existen entre AD y el PSOE?

−Hay relaciones de amistad y personales con dirigentes de AD. Ahora, en relación a las similitudes ideológicas, el problema es muy claro. No se pueden establecer paralelos entre los partidos socialistas europeos y las fórmulas socialistas o socialdemócratas de América Latina. En Europa, los partidos tienen una definición de clase muy notoria y ella los hace asumir con mayor fuerza el planteamiento marxista, mientras que acá los partidos socialistas tuvieron una visión restringida del marxismo y se fundaron a partir de la afirmación de lo nacional sobre lo extranjero. Por eso son partidos con elementos tomados del populismo y el nacionalismo, y su base social es mucho más amplia, va más allá de la clase obrera. Ese hecho, en mi opinión, hace que sean realidades políticas y sociales distintas.

Las relaciones de amistad de Felipe González con políticos venezolanos no se restringen a los adecos. También ha cultivado fraternal trato con Teodoro Petkoff, al punto de que, en mayo de 2015, cuando este fue galardonado con el Premio Ortega y Gasset de Periodismo, fue González quien lo recibió en Madrid, porque sobre el director de Tal Cual pesaba una prohibición legal de salida del país, luego de que el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, demandó al diario por un artículo de opinión publicado en sus páginas y porque en ellas se reprodujo una nota publicada originalmente en el ABC de España con declaraciones de Leamsy Salazar, exescolta de Chávez y del mismo Cabello, a quien aludía como “capo del cártel ‘los soles’”.

Curiosamente, esta foto tiene un centro de donde irradia todo. Es el nicho, ubicado en la pared de fondo de la biblioteca, donde se encuentra un libro acomodado en un atril. Se trata de una primorosa reproducción facsimilar del ‘Comentario al Apocalipsis de San Juan (Commentarium in Apocalypsin)’, del Beato de Liébana, monje mozárabe del Monasterio de San Martín de Turieno –hoy Monasterio de Santo Toribio de Liébana-, en la comarca de Liébana, Cantabria, España, que vivió en el siglo 8. Es el regalo que Felipe González les entregó a los Betancourt al llegar a Pacairigua, unos minutos antes de que alguien cuya identidad desconocemos, le tomara esta foto.

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