Desirée Rolando en la mirada de Tito Caula
Desirée Rolando, Miss Venezuela, Caracas, 1973 / Fotografía de Tito Caula ©ArchivoFotografíaUrbana

Por Milagros Socorro.- Esta sonrisa es para Tito Caula. Se la ganó. La muchacha estaba nerviosa, pendiente de muchas cosas, que si no se vaya a caer la corona, que si esta capa está ajada, que las luces están muy calientes y si suda los rizos se desmayarán. ¿Cómo no iba a estarlo, si apenas tres meses atrás andaba con medias tobilleras y una cola de caballo? Pero el fotógrafo argentino, de ordinario retraído, le hacía bromas para que se relajara: “La mina está asustada”, cuenta ella que le decía. “¡Y yo no tenía idea de qué significaba esa palabra!”

Esta imagen, propiedad del Archivo Fotografía Urbana, fue tomada probablemente el último trimestre del año 1973. Al menos ése es el cálculo de Desirée Rolando, Miss Venezuela de ese año.

Desirée Facchinei Rolando estaba un domingo de ese año en el local de moda del momento: Le Drugstore, en Chacaíto. Entonces se le acercó “un señor” y le preguntó si había pensado participar en el certamen de belleza más importante del país. “Claro que no”, le contestó.

El señor era Edwin Acosta Rubio hijo, quien entonces tendría unos 24 años. Hizo lo que corresponde en estos casos: se metió la mano en el flux y, poniendo los dedos en pinza, sacó una tarjeta de presentación que le extendió a la muchacha diciendo: “Aquí tienes, por si cambias de idea…”

La muchacha miró la cartulina, vio el nombre y, debajo, el de OPA Publicidad. Y lo arrojó en el bolso. Al día siguiente, durante el recreo, les contó este episodio a sus compañeras del Colegio Teresiano, de La Castellana, plantel de monjas célebre por su disciplina.

– ¿Tú? ¡Pero si ni siquiera te sacas las cejas!
– Pues sí, yo.
– ¿Qué te habrá visto…?
– ¡Ah, pues!
– Jamás te meterías…
– ¿Y por qué no?
– Porque no. Tú no sirves para eso.
– A que me meto…
– ¡A que no lo haces!

La puja se saldó con una apuesta de cinco mil bolívares “que nunca me pagaron, por cierto”, dice entre risas.

El miércoles fue al colegio con un traje de baño escondido entre los libros. Al salir, con su uniforme y la cara lavada, se fue a la dirección que ponía en la tarjeta.

“¡Y esas cejas! ¡Uy, no!”

“Cuando llegué, me quedé paralizada al ver aquellos mujerones impresionantes. Una señora me dijo que me pusiera el traje de baño. Me preguntaron la edad y mentí: dije que 18. Si sabían la verdad, exigirían la autorización de mis padres”.

Declaración a una revista de la época
Anna Paola Desirée Facchinei Rolando no había cumplido siquiera los 17. Nació en Caracas, el 26 de julio de 1956. Su padre, Tomás Facchinei, había llegado a Venezuela a los 18 años, tras abandonar su pueblo, Picenze, muy cerca de L’Aquila, en Abruzzo, Italia. Y cuando Desirée entró a la sede de OPA Publicidad, donde hacían el casting para seleccionar a las candidatas a Miss Venezuela, su apellido empezó a descontar las horas hasta quedar suprimido en la firma de la hija, por lo difícil que resultaba su pronunciación.

La muchacha salió airosa de la prueba del traje de baño, pero la mandaron a un estilista, quien nada más verla le dijo que le pintarían el pelo para quitarle el tono claro que tenía de manera natural. Y le pusieron ese color oscuro que ha conservado desde entonces. Cuando llegó al colegio con el cabello negro y las cejas depiladas causó sensación. Entonces sus compañeras empezaron a creer que tenían una apuesta perdida.

Sus padres se cegaron para no ver los cambios, hasta el día en que al desplegar un periódico se toparon con la foto de la muchachita en traje de baño y con la banda que la convertía en representante estado Carabobo.

El concurso tuvo lugar el martes 10 de julio en el Club de Sub-Oficiales de Caracas. Una fecha demasiado tardía, dada la circunstancia de que el Miss Universo había comenzado ya y estaba a pocos días de la final. Participaban 15 candidatas. Desirée había sido la última en inscribirse y entre los mujerones que vio aquel día inaugural estaba una zuliana espléndida, también muy jovencita, llamada Edicta de los Ángeles García, quien se jactaba ante los periodistas de la certeza con que entrevía el triunfo. No menor amenaza constituían Cecilia Ramírez e Hilda Carrero, esta última destinada a convertirse en una actriz de gran popularidad, que la enfermedad y la muerte acechaban para truncar.

Cuando la corona se posó en la cabeza de Desirée Rolando, resonaron los aplausos de su familia, de sus compañeras del Teresiano… y de dos monjas que no quisieron perderse la ocasión.

Al día siguiente, el 11 de julio, la nueva Miss Venezuela viajó a Atenas, Grecia, para competir en el Miss Universo 1973. Y aunque la prensa divulgó que, además de la representante de Francia, la caraqueña tenía el rostro más bello del concurso, cuando llegó a su final, en el Teatro Herod Atticus y el 21 de julio, sorpresivamente no entró ni al cuadro de clasificaciones.

Todo aquello había ocurrido y ella no había cumplido los 17 años.

Una mano nerviosa

De regreso a Venezuela, los medios de comunicación querían hacer los reportajes que la premura del viaje a Grecia había impedido. Al comentar la foto que acompaña esta nota, Desirée supuso que había sido hecha poco después de regresar de Atenas, “creo que el último trimestre de 1973”. Fue para la revista Élite. Pero hicimos una búsqueda minuciosa en el https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo de Élite, entre octubre y diciembre de ese año y el reportaje de Tito Caula no apareció. Lo que sí está es una pequeña entrevista con ella, escrita por Iván Martínez e ilustrada con fotos de Héctor Rondón, ganador del único Pulitzer obtenido por un venezolano por las fotos de El Porteñazo (1962), donde aparece un cura sosteniendo a un soldado moribundo.

Quizás la foto se publicó en Últimas Noticias. Ella asegura que fue para una de las publicaciones de la Cadena Capriles, porque recuerda haber hecho dos sesiones con Tito Caula: una en el estudio del maestro, en Altamira, y la otra en la sede de la Cadena, cerca del Panteón Nacional, “donde tenían un área habilitada con sinfines de todos colores”.

“Tito Caula era un hombre con un gran sentido del humor”, recuerda Desirée:

“Yo estaba muy tensa. Y él, al verme así, echaba chistes con ese acento tan particular. Quizás me vio muy aprensiva. Y yo no era más que una muchachita de colegio, que iba a los eventos del concurso con una chaperona. Mi mamá me exigía estar de vuelta en casa a las nueve de la noche. ‘¡Pero, mamá! A las nueve empiezan los cocteles’, le decía yo. ‘¡Ah, no sé!’, decía ella. ‘Usted fue, la vieron, y se devolvió’. Crecí en un hogar muy a la vieja usanza. Mis padres eran muy estrictos. No me dejaron salir sola con el hombre con quien me casé ni siquiera el día antes del matrimonio. Aquel mundo era otra cosa. No pensaba en viajar sola ni en sueños. Por ejemplo, cada dos semanas había desfiles de Sudamtex de Venezuela, una fábrica textil muy famosa en la época. Era la época de Chelo Rodríguez y era un honor inmenso compartir pasarela con ella. Además, la Miss Venezuela tenía que ir a esos desfiles, que muchas veces eran fuera de Caracas, e incluso fuera del país. En esos viajes me imponían un acompañante cuyos gastos pagaba mi familia”.

En la actualidad, Desirée Rolando es una exitosa abogada. Se graduó Summa Cum Laude en la Universidad Santa María, después de cumplir 16 años de destacada carera en la televisión como presentadora de noticias y de programas de variedades.

Al preguntarle por las incidencias de la sesión de fotos con Tito Caula, sonríe y se sume en la evocación para traer al presente una tarde de hace más de cuarenta años. “Él sabía lo que quería”, afirma, “y sabía cuándo tenía su foto. No me desgastaba como otros fotógrafos que, por no saber lo que quieren, hacen centenares de fotos”.

Y así, con los disparos justos, obtuvo esta imagen que nos muestra la muchacha en el pulcro sinfín, pero también el ambiente de trabajo, las paredes bastas y aquellos tubos, los focos, las patas de una silla de oficina puesta ahí para que el sinfín no vaya a enrollarse y a correr a los pies de la reina como un perro adorante. Es lo que algún teórico de los comienzos del cine ha aludido como “una exterioridad primitiva”. Y, por cierto, la modelo tiene ese aire de niña ingenua y divertida que Chaplin buscaba en sus heroínas. “Pues sí. Mira esa mano, cogiéndome el pulgar. Eso eran nervios. Y la foto capta eso: una niña nerviosa, disfrazada de miss”.