Por Milagros Socorro.-“Ayer tropas venezolanas […] atravesaron la línea fronteriza con sus armas, regaron gasolina en unos sembradíos legales, en la parte agrícola y provocaron un incendio forestal. Y luego, con esa actitud prepotente de funcionarios de un Estado demente, regresaron a Venezuela y les correspondió a los campesinos de ese sector de Cúcuta apagar ese incendio forestal arriesgando sus vidas”.
Con esta declaración del alcalde de Cúcuta, Donamaris Ramírez, comenzó la entrevista que le hizo César Miguel Rondón en su programa por la 99.9 FM (Circuito Éxitos), el 22 de septiembre de 2015.
—¿Por qué entran estos guardias nacionales venezolanos en territorio colombiano?- quiso saber Rondón.
—Algunos militares y miembros de la Guardia —dijo el alcalde de Cúcuta— se creen los dueños del mundo. Y creo que si tienen derecho a perseguir el contrabando o la extracción de gasolina, debe hacerse de acuerdo a las normas internacionales y a una política conjunta. Yo no encuentro una razón para que hayan entrado allí. Allí había, básicamente, diez campesinos sembrando sus cultivos. Y entran en esa posición para decirles: ‘Aquí estamos nosotros’. Yo quiero comentarle, César Miguel, que soy de la idea de que en Venezuela existe un Estado demente con violación de los derechos humanos, provocaciones verbales, agresión y violación de las líneas fronterizas, inseguridad jurídica, inseguridad política. Y cuando existe un Estado así debe dársele, creo yo, un tratamiento siquiátrico a través de la diplomacia inteligente, que es lo que está haciendo el presidente Santos, porque si no sería caer en una incitación y un enfrentamiento bélico que no nos favorece a nadie y menos a estos dos países hermanos. Y, para terminar, hay que decir que no hay nada más peligroso que un loco suelto. Por eso, si hay dirigiendo el Estado una persona demente, lo mejor es tenerlo con control siquiátrico en mesas de conversación.
—Usted es bastante agresivo. Inclusive, insulta al Presidente venezolano. ¿En qué se basa para ello? —quiso saber el periodista.
—Cuando han violado los derechos humanos, —respondió Ramírez, sin negar su agresividad—, como lo hicieron en este caso, y siguen agrediendo las líneas fronterizas, uno tiene derecho a tener estas reacciones. Pero si se sientan a dialogar y de acá en adelante se respetan los derechos humanos, no encontrarán ningún discurso diferente al que se debe dar, que es el de la tranquilidad y el respeto.
—¿Y qué opinión le merece a usted lo acordado en Quito entre Santos y Maduro? —le dijo César Miguel Rondón.
—Yo estoy de acuerdo en que hay que buscar salidas conjuntas, que si hay contrabando y extracción de alimentos de Venezuela hay que combatirlo. Para eso requerimos que Venezuela haga un mayor control sobre sus militares y su Guardia Nacional que participan en la extracción de este contrabando y que Colombia haga control de algunas bandas criminales que hemos combatido, pero no hemos podido acabarlas a todas, que son las que tienen acuerdos con personas de Venezuela. También creo que la frontera se debe abrir progresivamente y que se debe exigir respeto a los derechos humanos.
Y ya para terminar el programa, cuando el entrevistador lo sondea acerca de la eventual apertura de la frontera, el funcionario colombiano aludió a la crisis venezolana en estos términos: “Hoy en día los hermanos de Venezuela tienen que venir a Cúcuta a comprar los alimentos, cuando les alcanzan los recursos. Tienen que venir a Cúcuta a comprar medicamentos y ropa. Y hay niños de Ureña que estudian en colegios públicos de Cúcuta…”.
En pocos minutos de transmisión, el alcalde Ramírez había acusado a las Fuerzas Armadas venezolanas de violar los derechos humanos y provocar incendios forestales, así como de participar en el negocio del contrabando de extracción. Había calificado al Estado venezolano como “demente”, a los uniformados de “prepotentes” y a Maduro de “loco suelto”; y se había despachado haciendo referencia al desabastecimiento de comida y medicinas que padecemos los venezolanos, sin olvidar la precariedad de las escuelas en las zonas fronterizas.
Era un retrato, ciertamente, muy poco favorecedor.
Un momento tan delicado
Al día siguiente, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), publicó un comunicado con observaciones sobre lo que debe ser el periodismo (nada que cumplan los medios controlados por el Estado), pero cuidándose muy bien de responder los severos señalamientos del alcalde de Cúcuta. Y en vez de esto, acusaba a César Miguel Rondón de haber asumido una “actitud sumamente irresponsable y éticamente reprochable”, porque “en ningún momento intentó que el entrevistado argumentara las pruebas que dice tener para lanzar estas acusaciones contra nuestra Patria, y por el contrario, guardó un vergonzoso silencio, que hace presumir su completa adhesión a las infamias proferidas por el Alcalde de Cúcuta contra Venezuela”.
El comunicado de Conatel aludía al entrevistador como “el mexicano-venezolano César Miguel Rondón” (un ardid muy propio del nacionalismo que atizan las dictaduras) y le reprochaba que “en un momento tan delicado para la Nación” no saliera a quebrar lanzas por los militares señalados de contrabandistas ni por Maduro, tratado de paciente siquiátrico.
Tampoco explicaba el libelo cuáles son las condiciones que configuran “un momento delicado” en el país, si era que por fin admitían las penurias impuestas por el racionamiento en cruce con la inseguridad ciudadana, por ejemplo; o si aceptaban el veloz deterioro de las condiciones de vida en un país con la inflación más alta de la Tierra.
En cuestión de minutos las páginas web alineadas con la hegemonía comunicacional reprodujeron el panfleto y le agregaron lindezas de su cosecha como “el ultraderechista pro-paraco César Miguel Rondón”.
Ante las amenazas y significativas vaguedades del oficio de Conatel, Rondón optó por la autobiografía. Y el 24 de septiembre leyó un editorial incubado durante la noche, que se había pasado dando vueltas en la cama hasta que se decidió a levantarse más temprano que de costumbre para escribir la respuesta más tierna y demoledora que registra la historia de la resistencia a un régimen autoritario en Venezuela.
Una pequeña historia
El uppercut narrativo de Rondón comenzaba en 1951, cuando “Venezuela estaba bajo una férrea y cruel dictadura militar”. Los protagonistas eran dos enamorados, separados por ser activistas políticos. Los amantes rebeldes cuentan con aliados que los ayudan a casarse, pero las fuerzas antagónicas se abaten sobre ellos arrojándolos al destierro. Es así como llegan a México, sin parientes y sin empleo. En la inmigración le preguntan al Romeo “en su condición de exiliado político, si ya tiene trabajo. Y él dice: ‘Sí, yo voy a ser el chofer del poeta Andrés Eloy Blanco’. Eso era lo que habían acordado. El detalle: Andrés Eloy no tenía carro. Para agradecer tanta gentileza y solidaridad, los recién casados decidieron que su primogénito sería ahijado del gran poeta cumanés”.
Dos años después, el 18 de noviembre de 1953, nació el primer hijo de la pareja, en Ciudad de México, pero cuando lo llevaron a cristianar en la Basílica de la Guadalupe ya Andrés Eloy había fallecido. De manera que quien lo bautizó fue el hijo mayor del poeta, Luis Felipe, apenas seis años mayor que el ahijado. Y la madrina fue Lilina Iturbe, la esposa de Andrés Eloy, la propia Giraluna. En la pila le pusieron César Miguel. Era el hijo de Roselena Tejeda y César Rondón Lovera
Andrés Eloy Blanco murió el 21 de mayo de 1955, arrollado por un vehículo en la capital mexicana. César Miguel tenía un año y cinco meses; por eso en todas las fotografías donde coincide con el autor del Canto a España, es todavía un bebé. La que ilustra esta nota pertenece a la colección de la Fundación Fotografía Urbana y la familia Rondón Tejeda conserva otras donde aparece, tan pizpireto como en ésta, en la noble compañía del poeta de Cumaná.
César Miguel Rondón no sabe quién tomó esta fotografía, pero sí que fue captada en Cuernavaca, en la casa de Andrés Eloy. “Creo que no fue ninguna ocasión especial”, dice. “Mis papás solían visitar a los Blanco los fines de semana”.
César Rondón Lovera, dirigente político, diputado, llegó a ser Vicepresidente del Congreso y Presidente de la Cámara de Diputados, periodista y escritor, autor de libros como Problemas políticos de Venezuela (1963), Desde el Orinoco hasta el Esequibo: crónica en grado elemental(1969); o “Bolívar, conciencia de un continente” Discurso de orden pronunciado en la Sociedad Bolivariana de Panamá, en el CXCIX aniversario del natalicio de Simón Bolívar (1983).
Cuando Leonardo Padrón entrevistó a César Miguel, le pidió que citara una muerte que le hubiera marcado marcado, y aquel respondió: “La de mi papá”.
—Nació en Elorza, en 1924 —dice César Miguel entrevistado para esta nota—, pero desde muy pequeño lo mandaron con su hermano mayor, Emilio, a vivir en Cabimas. De manera que siempre se sintió y asumió cabimero. Allí, muy joven, comenzó su carrera política. Fue Presidente de la Asociación de la Juventud Venezolana, fundador de Acción Democrática en el Zulia, bajo la égida de Valmore Rodríguez. En su momento, cuando la constituyente del 45, llegó a ser el diputado más joven del país. Después del exilio, volvió a ser diputado, pero salió de AD con la división del ARS en 1961. No militó luego en ningún otro partido. Llegó a presidir la Cámara de Diputados (1968), y también la Asociación Venezolana de Periodistas, que sería el antecedente directo del Colegio Nacional de periodistas, de hoy. Siempre estuvo vinculado con la cuestión internacional y en los últimos años de su vida fue Embajador en Cuba, justo cuando la crisis de Mariel, en Panamá, donde vio el paso de cinco presidentes terminando con Noruega, y en Jamaica. Falleció en enero de 1987.
Como autoridad máxima de la Cámara Baja, le tocó a Rondón Lovera acompañar a Fidel Castro al Congreso Nacional, en enero de 1959, cuando el cubano hizo su primer viaje al exterior y vino a Venezuela invitado celebrar el primer aniversario de la caída de Pérez Jiménez. Como internacionalista fue un apasionado defensor de la causa de Venezuela en la reclamación del Esequibo. Sus intervenciones en los debates parlamentarios suelen ser citados por los estudiosos de este diferendo territorial por el que Venezuela reclama casi las dos terceras partes de lo que hoy es la Guayana Esequiba.
El 3 de octubre de 1965, el Congreso se reunió en sesión conjunta con motivo de los 66 años de la firma del Laudo Arbitral de 1899, por medio del cual le fue arrebatada a Venezuela la Guayana Esequiba. En el curso de las deliberaciones, Rondón Lovera intervino con enérgica posición: “Aquellos que en verdad queremos la paz y la queremos conservar debemos estar preparados para la guerra. La mejor manera de conservar la paz es estar en condiciones de garantizarla mediante la guerra, cuando la guerra nos es declarada. Y hay muchos modos de hacer la guerra por el enemigo. Uno de ellos es alentando estas circunstanciales baladronadas de Burnham, las cuales podrán convertirse más adelante en agresión mediante el uso de las fuerzas expedicionarias británicas del área del Caribe, so pretexto de cualquier incidente que pueda suscitarse entre ambos Estados… Mientras esté planteado el problema limítrofe con el Imperio Británico habrá una situación de tensión política que amenazará continuamente la paz de Venezuela y tal vez la del Continente. Ante esa amenaza, la conservación de la paz nos obliga a estar preparados para la guerra”.
No era, pues, hombre que le hurtara el cuerpo a los conflictos ni que se dejara intimidar por bravuconerías.
Aclarar lo que está claro
El escritor húngaro Sándor Márai explicó en sus memorias ¡Tierra, tierra! (1972) por qué tuvo que irse de Hungría: “Comprendí que tenía que irme del país, no sólo porque no me dejaban escribir libremente, sino… porque no me dejaban callar libremente. Si un escritor, en un régimen parecido, no reniega de todo lo que ha heredado por nacimiento, educación y convicciones, de su clase, su cultura, su espíritu burgués y humanista, de la versión democrática del desarrollo social, sino reniega de todo ello, lo convierten en un muerto viviente, o bien… en un muerto de verdad”.
A diferencia del húngaro, César Miguel Rondón no reivindica el derecho a callar, aunque Conatel califique su proceder de “vergonzoso silencio”. Por cierto, una de las características de Rondón que las audiencias más aprecian es que “deja hablar a los entrevistados”).
Lo que hizo César Miguel Rondón con el ya histórico editorial fue enfrentar con su narrativa personal los atropellos del burócrata.
Y concluyó haciendo explícito su pudor por la deriva autobiográfica, nada común en su trayectoria. “Lamento mucho tener que contar esta historia. Y lo lamento porque en estos tiempos absurdos, crueles, oscuros, injustos, terribles y miserables que vivimos hay que aclarar lo que está claro. Yo soy venezolano por nacimiento. Lo garantizan la Constitución Bolivariana de Venezuela y mi vida misma”.
—Como diría César Vallejo,—remató—perdonen la tristeza.
♦
Un par de preguntas más
César Miguel, ¿por qué la conminación a la autocensura le produjo tanta tristeza (y no rabia o indignación)?
Porque da tristeza tener que explicar lo que no necesita explicación, aclarar lo que está claro. Cité a Vallejo, porque cuando él pide disculpas por su tristeza (la de su burro peruano en el Perú), nos remite a un país perdido, desolado. Y siento que nuestra Venezuela de hoy es eso: una inmensidad desolada y perdida. Me dio mucha tristeza darme cuenta, después de ese golpe tan bajo, inesperado y cruel, que todo por lo que habían luchado mi papá y mi mamá, y tantos otros venezolanos dignos, ahora no era más que un estercolero para que chapotearan los miserables.
Su imagen se cimienta en la sobriedad. ¿Por qué replicó con el relato de su vida y no con argumentos acordes con el tono del comunicado?
Querer humillarme o descartarme o condenarme por mi lugar de nacimiento fue, en primer lugar, una afrenta a mis padres. Si por el Viejo fuera, yo hubiera nacido en Cabimas… y, en segundo lugar, una agresión fascista y xenófoba que de ninguna manera iba a aceptar. Y me limité a ese punto porque para nada iba a tocar la necedad sobre mi supuesto “vergonzoso silencio” ni tantas otras sandeces. Como periodista hice una entrevista correcta y, en su momento, necesaria, informativa. A ésa no le quito ni una palabra ni una pausa.