Por Milagros Socorro.-La vida de esta muchacha transcurrió completa en Boconó, estado Trujillo. Pero la fotografía fue tomada en Caracas, en el estudio de Juan María González, oriundo del Tocuyo. Y es probable que ella haya hecho ese viaje con la precisa intención de hacerse un retrato.
La muchacha de la imagen, que está guardada en la Fundación Fotografía Urbana, es Margarita Berti (con el tiempo, de Enríquez). Nació en Boconó, el 10 de marzo de 1893, en el hogar Vincenzo Berti, inmigrante proveniente de la isla de Elba, y Teresa Troconis, nacida en Valera.
Vincenzo Berti era un próspero comerciante. Sus negocios iban desde el cultivo del café hasta el comercio de muy diversas mercaderías, como telas, hilos, encajes y clavos, artículos de ferreterías. Desde Boconó mantenía actividad con Alemania, a través del puerto de Maracaibo.
Su boda con la valerana debió ser del agrado de los padres de Vincenzo, quienes habían quedado en Italia, puesto que vinieron a Venezuela para asistir al matrimonio y trajeron con ellos a buena parte de la parentela. Entre los regalos de boda traídos por los viejos Berti estaba ese collar que puede verse en la fotografía. Se trata de una cadena de la que penden nueve monedas de dólar, todas de oro. Era la ofrenda de los suegros para la nueva nuera. Ya se ve que cuando estaban preparando el viaje de los Andes a Caracas, con miras a posar para el maestro Juan María González, la señora Troconis de Berti ha debido decirle a la hija que empacara el collar que le trajeron de Italia como prenda de desposada. No es, como puede verse, la única joya que luce la joven trigueña, quien compareció al estudio con zarcillos, brazalete y sortija.
Los Berti Troconis tendrían ocho hijos, siete de ellos varones y la única niña fue Margarita. No debe extrañar, pues, que la hayan llevado con ellos a Caracas en enero o febrero de 1909, cuando la muchacha tenía 15 años. Sabemos que tenía 15 años, porque así lo dijo su hija Margot Enríquez Berti; y pensamos que sería en los dos primeros meses del año, porque la foto fue tomada en 1909, año en que margarita cumplió los 16.
Nueve años después, en 1918, Margarita se casó con el merideño Rafael Ángel Enríquez Colmenares, a quien conoció en Boconó, donde la pareja fijó residencia. Este matrimonio tuvo seis hijos, uno de los cuales murió a los 9 meses de nacido, víctima de la gastroentiritis.
La vida de Margarita fue apacible y llena de satisfacciones. Su matrimonio con Rafael Enríquez fue siempre bien avenido. Y, con la excepción del hijo muerto cuando era un niño de pecho, no tuvo tragedias que lamentar. Su hija Margot la describe como una persona “una bondad inmensa. Nunca la llegué a ver molesta. Siempre estaba sonreída y de buen humor”.
De manera que esa expresión melancólica y casi sombría no es más que un efecto para la foto. La investigadora de la fotografía, Sagrario Berti, quien es además familia de Margarita, explica que las fotografías de la época solían mostrar a las personas en “posición hierática, muy formal. Por lo general, las expresiones en estos años son muy serias. Tanto las mujeres como los hombres”.
–Se trata de una foto de estudio, de la que se hicieron varios originales, que ella repartió entre algunos parientes –dice la ensayista, especializada en historia de la fotografía en Venezuela-. Normalmente, estas fotografías se tomaban con luz natural. Es una foto tomada con el procedimiento de colodión húmedo (no con albúmina), un compuesto que se vierte sobre las placas como un barniz. Como el colodión se sensibilizaba en nitrato, las imágenes tenían ese tono azuloso. Esta fotografía de Margarita Berti mucho detalle. Y está en excelente estado de conservación”.
Ese aire de estar sumida en pensamientos solemnes fue, pues, solo un artificio para aquel momento. Margarita tendría una existencia colmada de comodidades. Su hija Margot dice que, una vez casada, se dedicó a los oficios del hogar, que en su caso consistían en vigilar desde la mecedora (un mueble de paleta) la numerosa cuadrilla de empleados domésticos. “Jamás cocinó o barrió una habitación. Para eso tenía mucha gente que la ayudaba en esos quehaceres”. Lo que sí hacía era tocar el piano, sobre todo cuando recibían visitas. Entonces deleitaba a sus huéspedes con el vals Adiós Ocumare, que hacía las delicias también de los parroquianos que tuvieran la suerte de pasar frente a las altas ventanas de la fachada de su casa, cuando Margarita estaba sentada al piano.
Mientras vivió conservó la figura, de talle fino y busto prominente, así como esa mata de cabello oscuro y suave que era su orgullo, el cutis de porcelana “y un cuello precioso”, recuerda Margot.
Murió en Caracas, el 15 de marzo de 1956. Habían logrado hacerla de viajar desde Boconó para que consultara un médico de la capital. Tenía 63 años