Por Milagros Socorro.-¿Qué hace esa arpa en el suelo? ¿A qué vienen esas escarchas gigantes a modo de decoración? ¿A quién se le ocurrió que unos motivos invernales harían juego con esas matas, que parece rodadas hasta allí desde el jardín de una señora? ¿Quién le hizo ese espantoso maquillaje a esa muchacha? ¿Seguro que no tenía unos zapatos más apropiados que esos mocasines de monja? ¿Cómo es que nadie pensó que unos tacones realzarían su figura? ¿Será posible que ese traje de baño le llegue casi a la mitad de los muslos? ¿Esa niña no tiene una madre que le pele los ojos en señal de que eche los hombros para atrás, saque el pecho, hunda el estómago y, en fin, adopte una postura adecuada?
No hay que ser demasiado severos. La muchacha de la fotografía (de autor desconocido) es Mariela Pérez Branger, Miss Venezuela 1967. Ese año el certamen todavía está en su prehistoria. El cuerpo de las concursantes corresponde a los cánones de entonces, cuando bastaba ser una joven esbelta y bonita. Faltan unos años para que se imponga la estampa atlética con la musculatura trabajada en gimnasios. Y, aunque ya están avanzados los años 60, la década de la liberación sexual, todavía el Miss Venezuela es un acontecimiento parroquial.
Esta imagen, incluida en la colección de la Fundación Fotografía Urbana, debe haber sido captada la noche del concurso, que se realizó el 15 de junio de 1967, en el Teatro de la Academia Militar, en Caracas. Hasta 1964, el evento se hizo en el Teatro París, con asistencia de un público que ingresaba previo pago de una entrada de 10 bolívares. Por esos años había dos celebraciones, la del concurso propiamente dicho y una ceremonia de coronación que tenía lugar un par de días después.
They always come back. Mariela Pérez Branger, quien compite con la banda de Miss Departamento Vargas, es una de las 16 aspirantes al título. Había nacido en Caracas el 14 de febrero de 1946, de manera que tenía 21 años. Era hija del industrial Leopoldo Pérez Guerrero y Alesia Dolores Branger Esclusa. Esto significa que pertenecía a una familia de prosapia y era sobrina de Manuel Pérez Guerrero, uno de los políticos y diplomáticos más notables de la historia de Venezuela, quien había sido ministro de Hacienda del gobierno de Rómulo Gallegos, en 1948; y para el momento tenía tres años de vuelta en el gabinete, ahora como ministro de Minas e Hidrocarburos del presidente Raúl Leoni. De hecho, Pérez Guerrero renunció a ese despacho ese mismo año de 1967 para irse a desempeñar altas responsabilidades en Naciones Unidas.
Cuenta la leyenda que Mariela Pérez Branger llegó al concurso una semana antes de la elección, cuando ya estaban cerradas las inscripciones. Y se dice que no se molestó en conocer a sus contrincantes, a quienes no se dignó a dirigirles la palabra. Esto suena raro, tomando en cuenta que por sus venas corría la sangre del ya mencionado Manuel Pérez Guerrero, cuyos conocidos aseguran que era uno de los hombres más encantadores del siglo XX venezolano (no parece creíble, pues, que una sobrina suya se condujera con tal rudeza y falta de modales). Lo que sí es un hecho es que el día de la competencia, en cuanto se conoció el triunfo de la recién llegada, algunas participantes manifestaron su inconformidad con ruidosas protestas que la prensa maliciosa se apresuró a calificar de la “rebelión de las feas”. Ninguna lo era, desde luego. Pero el tardío arribo de Mariela Pérez a la competencia había llamado mucho la atención, porque, efectivamente, la sofisticada muchacha destacaba en el grupo y al punto se hizo famosa por su perfil “de espanto”, como se decía entonces para aludir a algo especialmente bello o atractivo.
Sin embargo, también es un dato cierto que ella no había previsto la tenida que luciría en la gala de la coronación. Si ella tenía tan asegurada la corona, cómo es que no tenía listo un traje para esa recepción. Y sabemos que es así porque El Nacional publicó una nota (sin crédito) donde el reportero (sabemos que es hombre porque habla de “la ignorancia del reportero en estas materias”) está en la casa de modas Magda Vallejo donde están cosiendo el vestido que llevaría esa misma noche “en la ceremonia de coronación y que fue hecho en tiempo récord”. Con más precisión, en ocho horas, porque lo habían encargado la noche anterior.
Un pez volador. Pero volvamos a la fotografía. La reina lleva un traje de baño marca Catalina. Todas las concursantes llevaban uno igual, quizá de diferentes tonalidades. Y no solo en Venezuela. En muchos países, y en América latina, específicamente, los desfiles de traje de baño en los concursos de belleza se hacían con estas piezas, que tenían una larga historia, incluso en los años 60. No por nada su eslogan era: “Around the world… it’s Catalina” (“Alrededor del mundo… está Catalina”).
Esta había sido la firma creadora y auspiciadora del Miss Universo, desde su comienzo en 1952. La casa que los hacía era una de las más antiguas fabricas de ropa interior y de baño. Había sido fundada en 1907 como un taller de lencería y camisas. Tuvo sucesivos cambios de nombre hasta que en 1928 le pusieron el de una isla que está en California, no lejos de Hollywood.
En los años 60 se inventó la lycra, esa fibra textil que se estira hasta alcanzar seis veces su tamaño inicial. Eso permitió crear trajes de baño elásticos. En 1965 se suprimió definitivamente, el llamado “faldón de la modestia”, una especie de faralao que cubría el nacimiento de los muslos. Pero faltaría algunos años para que el borde escalara hacia lo alto de la cadera. Todas las piezas llevaban bordado el logotipo de Catalina, que consistía en el nombre y la figura de un pez volador. Y no sería hasta 1997 cuando las concursantes empezaron a usar bikinis.
En cuanto al maquillaje, es preciso recordar que ese absurdo rabito negro que bordea las pestañas y luego respinga hacia las sienes había sido popularizado por la modelo inglesa Twiggy cuya mirada, lánguida y enigmática, se consideraba el colmo de lo chic.
Por un punto. El baile de la coronación de Miss Venezuela 1967 tuvo en el Hotel Ávila, el sábado 17 de junio. Quienes pudieron pagar las costosas entradas de Bs. 25,00 vieron desfilar a Mariela Pérez Branger vestida por el taller de Magda Vallejo. “Un traje largo, de crepé de seda, cerrado adelante, con sisas cuadradas y abierto en las espalda, la cual rodea una pliegue comúnmente llamado godess”, escribió el reportero ignorante en modas. Recibió la corona de manos de Magaly Castro Egui, Miss Venezuela 1966 y de la sueca Margareta Arvidsson, Miss Universo 1966, quien se encontraba de visita en Venezuela.
Poco después saldría de viaje rumbo a Miami, donde defendería los colores patrios en el concurso de Miss Universo, pautado para el sábado 15 de julio de 1967.
Los missólogos atesoran un video, difícil de conseguir, al parecer, donde se la ve, en blanco y negro, conversando en inglés con el presentador del concurso, a quien le dice que estudiaba bioquímica y que había estado un año en Inglaterra. En Venezuela nadie vería la transmisión.
La transmisión televisiva estaba planificado para verse dos semanas después, la noche del 29 de julio. Y así fue. Empezaron a ponerlo a las 7:30 pm, pero a las 8:02 la tierra empezó a moverse en Caracas. La ciudad fue estremecida por un terremoto de 6,5 en la escala de Ritcher, que dejó al país con la bandera a media asta.
Nadie vio el momento en que la caraqueña y Sylvia Louise Hichtcock, la representante norteamericana, se cogieron de las manos mientras sonaba un redoblante. La noticia se supo por la prensa, que inmediatamente difundió la novedad: Mariela Pérez Branger había quedado como primera finalista en el Miss Universo. Perdió por un punto, pero superó a 54 rivales. En esa ocasión, la 16º edición del torneo, acudieron 56 abanderadas (por cierto, la de Aruba se llamaba Ivonne Maduro). Era lo más lejos que una venezolana había llegado en esa justa. No olvidar que Susana Duijm había sido Miss Mundo.
El Nacional entrevistó a doña Alesia Branger, cuya hija le había contado por teléfono que los jueces la habían hecho desfilar, a ella y a Miss Estados Unidos, por 20 minutos para tomar la decisión, que por un momento consideró favorecedora. No fue así, pero tampoco salió con las manos vacías. “Como primera finalista, Miss Venezuela recibirá 5.000 dólares en efectivo, una orden para realizar un viaje alrededor del mundo, así como otros regalos menores”, documentó el diario. El cheque de la ganadora fue por 20 mil.
Eso no es para gente decente. El 27 de agosto apareció en el mismo periódico una extensa entrevista con la reina, firmada por María Elena Páez. La periodista alude a la madre y a la tía de Mariela como “aristocráticas damas”.
–Trae Miss Venezuela –consignó la reportera- un bagaje de proposiciones para hacer cine y televisión, en México y en los Estados Unidos. Pero ella ha desechado todas esas proposiciones. Relacionada con la mejor sociedad venezolana y europea por parentela y amistad, le parece de muy mal gusto dedicarse al cine o a la televisión. Así lo confiesa. Y las damas se encantan con su buen juicio. “Pero me voy”, dice decidida, “viviré en Nueva York y seré modelo y estudiante. Como modelo aceptaré una propuesta por dos mil dólares semanales, que me parece fantástica. Observé que en Nueva York las modelos se codean con lo mejor de la sociedad”.
Concretaría su proyecto. Se fue de Venezuela para no volver sino ocasionalmente. Tal fue su extrañamiento que no estuvo al año siguiente para pasar la corona a Peggy Kopp, Miss Venezuela 1968.
En diciembre de 1970 se casó con el empresario dominicano José María Vicini Cabral (1926-2007), con quien se instaló en Santo Domingo, República Dominicana, donde todavía vive.
Y sí, se convirtió en una modelo encantadora. En la web hay muchas fotografías de esa etapa donde se la ve dueña del mundo, derrochando gracia.
La imagen que acompaña esta nota es apenas el comienzo de la historia.