Por Milagros Socorro.- El retrato ha viajado década tras década, desde el siglo XIX, para desnudar al individuo, cuyos modales impecables se ven reflejados detrás de un lente casi mágico, donde cualquier escenario es perfecto, pues de la mano del fotógrafo vienen acompañados los ornamentos, los vestidos y la moda, necesarios para dejar ver la “calidad” de cada uno.

Mostrar in situ el ideario de estatus social llevó a la fotografía a convertirse –durante los primeros veinte años de su aparición– en un elemento altamente cotizado. El sello de una imagen, símbolo de permanencia implícita desde su impresión, marca una huella irremplazable, un momento donde las palabras sobran.

La fotografía narra en silencio un pasado, cultura, moda, símbolos, estatus. En fin: elementos que se conjugan como testimonio irremplazable de un instante que hoy evidencia la importancia de la imagen como recurso de poder, desde lo militar hasta lo económico, lo político, lo social y lo cultural, evidenciando desde sus ropajes hasta su cotidianidad. Es el resultado de la exigente sociedad burguesa.

En el presente portafolio, el Archivo Fotografía Urbana muestra a través de daguerrotipos, albúminas y tarjetas de visita, una variopinta selección de imágenes que hacen referencia de una realidad donde el retrato es protagonista, resaltando la estampa prefabricada de los más notables de la sociedad.

 

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