Vida, la llamaban

Por Milagros Socorro.- ¿Está viendo la hora o comprobando que su blusa sigue impecable? Ahora que el fotógrafo ha dirigido su lente al ángulo donde se ubica la bancada de URD, a la que ella pertenece, la composición de Tito Caula recuerda el cuadro La rendición de Breda, de Velásquez. No sólo por las líneas verticales, trazadas aquí por los micrófonos y allá por las lanzas, sino por la presencia impactante de una criatura singular, diferente al resto del grupo, que está tanto en una como en otra imagen. En el clásico de Velásquez se trata de un caballo que esplende en la esquina derecha, así como en la foto de Caula ese lugar está reservado a la figura imponente de Vidalina Ramos de Bártoli. En aquella y en esta obra, el caballo y la mujer ofrecen un contraste de curvas y brillo con respecto al resto de lo representado.

No hay duda de que esta imagen del fotógrafo argentino-venezolano tiene un enorme poder de atracción. Y todo (el escenario, la situación, incluso el orador, quien parece haber enmudecido al percibir el asedio del fotógrafo) hace marco a la perturbadora comparecencia de esta mujer que desborda feminidad, aplomo y un destello como de maliciosa satisfacción por el curso que ha tomado el debate. ¿O será por una dulce evocación que ha echado a andar el clic, como si un chasquido hipnótico la hubiera transportado al recuerdo de un instante delicioso?

Una ficha muy peligrosa

Se trata de una sesión del Congreso Nacional en pleno, lo que se deduce de la coincidencia de senadores y diputados en un mismo recinto. Muy probablemente en 1962. En cualquier caso, la foto, propiedad del Archivo Fotografía Urbana, fue captada durante el periodo legislativo 1959-1964.

Ante el micrófono se encuentra Luis Manuel Miquilena Hernández (Coro, 29 de julio de 1919), diputado por el estado Falcón, en la tolda de URD.

Político, sindicalista, empresario y editor de periódicos, Miquilena se había iniciado a los 14 años en la política como militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV). En los primeros años 40 fue Secretario General del Sindicato de Autobuseros y aliado de Isaías Medina Angarita, gobernante entre 1941 y 1945. En 1948, tras el derrocamiento de Rómulo Gallegos, de quien había sido acérrimo opositor, rompió con el PCV y creó el Partido Revolucionario del Proletariado (PRP), que no duró mucho. Adversario no menos radical de Pérez Jiménez, sería objeto de la persecución del régimen, que siempre vio en él un enemigo de cuidado.

El libro Los https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvos del terror 1948-1958. La década trágica. Presos, torturados, exiliados, muertos, del editor José Agustín Catalá, incluye “Los prontuarios de la S.N. [Seguridad Nacional]”. Allí está la siguiente entrada:

MIQUILENA HERNÁNDEZ Luis. Detenido el 9-3-53. Venezolano. Comerciante. Comunista: era solicitado por esta oficina para averiguación sobre sus actividades en contra del actual Gobierno. Ficha muy peligrosa en la clandestinidad. Registra amplios antecedentes políticos en el https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo de esta Oficina, por sus actividades de agitación de masas obreras del Sindicato Autobusero del D.F. Militante activo del Partido Comunista Venezolano y del PRP. El 8-9-53 fue enviado a la Cárcel Nueva de Ciudad Bolívar. (Tiene dos años y 4 meses). No clasificado. Casado 4 hijos. Datos obtenidos por el editor en la Cárcel Modelo.

En 1958, tras la caída de Pérez Jiménez, y menos renuente a aceptar el Pacto de Punto Fijo, Luis Miquilena ingresó en el partido Unión Republicana Democrática (URD), en cuyo seno se alinea con el sector más radical. Como parte de esa bancada fue elegido diputado y es firmante de la Constitución de 1961. Estaría en URD hasta 1964, cuando el partido integró el llamado Gobierno de Ancha Base, con AD y el FND. Ese año Miquilena se retiró de la brega política y se dedicó a sus actividades de empresa, que incluyen tipografías, tintorerías, carpinterías, ferreterías, restaurantes, bienes inmuebles, importación de maquinaria agrícola y ser dueño de fincas.

Durante casi treinta años Miquilena estuvo fuera de la arena política… hasta que conoció a Hugo Chávez y se convirtió en asesor del rústico aspirante al poder y en uno de los fundadores del Movimiento V República (MVR). Por ese camino será ministro del Interior y Justicia (febrero de 2001 a enero de 2002; presidente de la Asamblea Constituyente (de julio a diciembre de 1999); y ministro del Interior y Justicia (de febrero a mayo de 1999).

Una mujer de tres vidas

La sesión fotografiada debe haberse prolongado. De ello es indicio la acumulación de vasos desechables. Es una lástima que no veamos el yacimiento de cenizas que deben ocultar los ceniceros. De todos, el orador más brillante es Jóvito Villalba, de quien puede decirse que creó un partido con la imantación de su oratoria. Ahí lo vemos, en el extremo derecho de la fotografía, mirando al frente. Quizás cree, el pobre, que lo mejor está por venir, pero la realidad es que aquellos fueron los mejores años de URD… y de él, probablemente.

Miquilena es un pragmático. Y aunque tiene fuelle en las lides asamblearias, no electriza a las audiencias como sí lo hace el líder máximo urredista. Quizás por eso ella echa un vistazo al reloj. Aunque no parece impaciente ni incómoda. Al contrario, como el caballo de Velásquez, da la impresión de acabar de girarse y sus tobillos no registran traza de hinchazón. No nos extrañe que esté relajándose en espera de su turno al habla: me dicen que era un pico de plata y dueña de una fina pluma de escritora nata.

Se llamaba Vidalina Ramos de Bártoli. En ese momento, pues. Luego dejaría de usar el de Bártoli. Había nacido en Caracas, en 1922 o en 1924. Egresó de la Escuela Normal y durante varios años fue subdirectora del Grupo Escolar República de Bolivia, ubicado en La Pastora, en Caracas. En 1949 formó parte del recién creado Instituto de Psicología y Psicotecnia, de la Universidad Central de Venezuela, pero años antes ya formaba parte del equipo de investigadores de la Escuela de Filosofía y Letras de esa misma universidad.

En esa primera vida, la de educadora, conoció a Humberto Bártoli, quien también aparece en la foto: es quien está en la tercera línea hacia la derecha, bastante borroso, de cabello oscuro con profundas entradas, apoyada la cabeza en la mano que casi le tapa el ojo izquierdo. Y a la derecha de Bártoli está Amílcar Gómez, “otro dirigente urredista de gratísima recordación”, dice Alcides Villalba: “Era locutor deportivo y fue propietario del equipo de básquetbol Panteras de Miranda”. Y detrás de Vidalina, tapado por ella, está Ignacio Arcaya.

El de Yocoima

Además de ser un relevante líder de URD, Humberto Dáscoli Da Silva era educador, egresado del Pedagógico de Caracas. Y su ficha aparece también, por cierto, en ‘Los https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvos del terror’:

“Registra dos detenciones, en una de las cuales decomisósele fotos y hojas de propaganda subversiva. Extrañado del país el 16-12-52 rumbo a Panamá. […] Aparece en nómina de 580 exiliados políticos para el 15 de julio de 1957, según la Policía Política (S.N.)”

Había nacido en el Valle del Yocoima, Upata, un 26 de septiembre de 1917. Era descendiente de los primeros Bártoli que llegaron a Upata procedentes de Italia. En 1934 obtuvo el título de maestro normalista en la escuela Miguel Antonio Caro, en Caracas, y luego se graduó en la Universidad Central de Venezuela. Ya estaba casado con Vidalina Ramos cuando cayó preso por sus actividades en la resistencia, de manera que se marchó al exilio con ella. Fueron a México, donde Bártoli llevó adelante la Editorial Yocoima, que había fundado en Caracas, en 1949, con otro insigne pedagogo: el doctor J. M. Siso Martínez. La Editorial Yocoima, un caso digno de estudio, publicaría una seguidilla de best-sellers de la historiografía continental que estuvieron reeditándose durante décadas.

En cuanto a ella, en julio de 1958, la Gaceta de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) reseña una mesa redonda sobre “Pedagogía Correctiva de Menores Infractores”, y entre los participantes del debate está Vidalina de Bártoli. De manera que ella estaba muy lejos de ser el reposo del guerrero, así como de encontrarse sin amigos ni contactos en el país donde vivieron en destierro.

Meses después de la caída de Pérez Jiménez, la pareja Bártoli-Ramos regresó a Caracas. Estaba a punto de comenzar la segunda vida de ella, pero el matrimonio tenía los días contados. Deben haberse divorciado durante 1963 o 1964. No tuvieron hijos. Ni juntos ni por separado.

Humberto Bártoli murió en Caracas el 4 de enero de 1981, a los 63 años.

La segunda vida

De vuelta a Venezuela, tanto Bártoli como Vidalina Ramos se dedicaron con fervor a la política. Tras las elecciones de diciembre de 1958, ambos fueron electos diputados. Y ella fue elegida Segunda Vicepresidenta de la Cámara de Diputados (el primero era Rigoberto Henríquez Vera). Vidalina está entre los firmantes de la Constitución de 1961, como diputada por el Distrito Federal.

En el Parlamento se destacó por sus brillantes discursos y por su relevante actuación en la Comisión de Presos Políticos de la Cámara de Diputados.

Américo Martín cuenta en sus memorias que, siendo presidente de la Federación de Centros Estudiantiles, fue detenido por la policía política del gobierno de Betancourt y dejado en prisión después de cumplir el lapso legal de retención. Tras varias irregularidades y un ruleteo entre varias prisiones, lo va a buscar a la Digepol el diputado Cheíto Herrera Oropeza. “Lo acompañan la diputada también urredista Vidalina de Bártoli y mi amiga Isabel Carmona”.

— ¿Cómo era ella? —le pregunto a Américo Martín, en breve entrevista.
— ¿En el lenguaje de la época o en el actual? —me propone él.
— En el lenguaje de la época.
— Un hembrón.
— ¿Y en el lenguaje actual?
— Una mujer que combinaba una estupenda presencia física con notable integridad intelectual y moral. Vidalina de Bártoli, además, estuvo entre quienes más impulsaron la política de pacificación, para que se legalizaran los partidos, se liberaran los presos políticos y todos tomaran el camino institucional.

Quizás convenga apuntar que, aunque Vidalina y Bártoli eran compañeros de partido y de bancada, no siempre estaban, como suele decirse, en la misma acera. Recordemos que en las elecciones de diciembre de 1963 salió electo Raúl Leoni con 32,81% de los votos con lo que se impuso a Rafael Caldera, quien obtuvo 20,19%, a Jóvito Villalba, votado por 18,88%, y a Uslar Pietri, favorecido por el 16,08%. Después de los comicios, Leoni se mostró conciliador. Escribió alguien que no firmó su articulo en la prensa:

“Desde los primeros días, demostró sincero deseo de gobernar con un auténtico equipo de entendimiento nacional, con la colaboración de los partidos, los independientes y los sectores técnicos. Y declaró que el triple objetivo de su gobierno sería rectificar errores; asegurar la vida democrática; impulsar el desarrollo del país”.

Como prueba de su buena voluntad, el flamante presidente dispensó visitas, ese mismo mes de diciembre, a sus rivales Caldera, Jóvito, Larrazábal y Uslar, en sus domicilios. Y la cordialidad de URD fue calificada por sus detractores como “carantoñas de lisonja”. Se dijo que el partido había olvidado repentinamente los tópicos de su propaganda electoral. “La actitud catoniana se ha perdido en el sector mayoritario del partido”. Y  se agudizaron las ya inveteradas tensiones entre el sector moderado y democrático y el sector filo-comunista del partido. Este último estaba encabezado “por Luis Miquilena, José Vicente Rangel, José Herrera Oropeza y Vidalina de Bártoli”.

Ya hemos dicho que, por no tolerar la convivencia de URD con el gobierno de Leoni, Miquilena no sólo se fue del partido sino de la política. Y en lo que respecta a la dirigente, la fractura fue de otra naturaleza. Se dijo en la prensa que “el caso de Vidalina ha tenido repercusiones familiares y parece decidida la separación de los cónyuges Bártoli”.

Resulta increíble que alguien haya hecho semejante sugerencia. Pero el asunto es que ellos, efectivamente, se separaron. Ella se fue a México y, ya en abril de 1965, la encontramos entre los fundadores de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica.

La tercera vida

Cuando estaba exiliada en México, Vidalina hizo, según cuenta Alcides Villalba, “un muy aprovechado curso de Psicopedagogía y se convirtió en una profesional muy solicitada allí”.

— Trabajaba en el Parque Lira y nos usaba a los hijos de Rómulo Gallegos, Alexis y Sonia, y a Augusto Hernández, hijo de Hernández Solís, y a mí como conejillos de Indias en sus experimentos de psicopedagogía. Nosotros nos divertíamos mucho y gozábamos con ella y su trabajo. La vi en 1997 y ya era una mujer de unos 90 años. Conmigo siempre fue particularmente dulce y cariñosa. Tengo muy buenos recuerdos de ella.

Ya divorciada y nuevamente en México, se formó como psicoanalista en Arquímedes, ente que actualmente se conoce como la Asociación Mexicana para la Investigación del Psicoanálisis. Cuando estaba analizándose con el eminente doctor José Remus, conoció en la antesala del consultorio a quien sería su segundo esposo: el psiquiatra y neurólogo Luis Moreno Corzo, nacido el 26 de junio de 1918 en Ciudad de México. Un colega de ambos y paciente de él escribió:

“Cuando se casaron, decidieron construir la casa de sus sueños. Decían que la habían edificado en ese lugar porque ahí llegaba un pájaro azul que era señal de buena suerte. Me parece que esa suerte que encontraron también alcanzó para las personas que convivimos junto a ellos, porque al estar cerca podíamos sentir su amor y tanta vida de la que se rodeaban. Su casa estaba cercada de plantas y fuentes que hacían una muy agradable estancia”

Además de montar casa en común, también se hicieron de un espacio donde tenían sus respectivos consultorios y una sala para trabajar con grupos.

El abogado venezolano Rafael Badell, profesor de la UCV y de la UCAB, es su ahijado. Vidalina era la mejor amiga de la madre de Badell, quien también era educadora. Dice Badell:

“Vida, como le decíamos los íntimos, era una mujer muy bella, poseedora de una inteligencia y un carisma superlativo. Tenía un cuerpo magnífico, un liderazgo innato y una honda vocación de educadora. La visité en México, poco antes de que muriera, y conservaba sus atributos, entre ellos la agudeza que Jóvito consultaba a diario y que también tomaba muy en cuenta José Vicente Rangel. Era alegre. Brillante. Diva. Ya anciana, incluso minusválida, cuando fui a verla, me deslumbró: me hacía sentir que sabía todo de mí”

Luis Moreno Corzo murió a los 92 años, cuatro años después que Vidalina, quien falleció en Ciudad México el miércoles 6 de junio de 2006. Debe haber entrado a la eternidad con unos zapatos como esos, blancos, impolutos, de mujer delicada en su cuidado personal y muy cuidadosa de sus pasos. Unos zapatos de ángel. Pero, claro, con tacones de aguja.