En esta entrega 61 de Apuntes sobre el fotolibro compartimos un texto del investigador y escritor Alejandro Sebastiani Verlezza sobre FREEJAZZ de la fotógrafa venezolana Ana María Ferris publicado en 2021 con diseño editorial de Ricardo Baez
FREEJAZZ, de Ana María Ferris, es un fotolibro que prescinde de toda explicación sobre su naturaleza. Llama la atención el formato elegido por su autora para presentarlo: se trata de una suerte de bolso transparente con cierre negro.
Al abrirlo está un disco de vinilo y la obra: en el borde superior derecho del lomo se aprecian las señas de los profesionales implicados en la aventura editorial y estética: Ricardo Báez, Abraham Araujo, la propia Ferris. Al pasar la portada se desliza, casi escondida, una frase en inglés: this book sounds, make it sound harsh.
Y seguidamente, tras la singular divisa, una larga tirada de imágenes en blanco y negro. Sugieren el paseo por varias ciudades. Como en un calidoscopio desfilan autopistas, vallas publicitarias, avisos, muros, calles, avenidas, rostros, trastos, pasajes, fragmentos de naturaleza, altares, escenas deportivas, recorridos por galerías, estatuas (una virgen y dos páginas después el dios Pan con su siringa), retratos, paisajes, caminos. Todo ensamblado libremente para estimular los sentidos: el lector-visitante debe descubrir –según su propio ritmo y gana– cómo se despliegan las posibilidades de recorrido que ofrece FREEJAZZ, cuyo título recuerda a las sabrosas y largas tandas de jameo que los músicos llevan adelante, tomados por la emoción del momento, mientras acarician con creciente intensidad sus respectivos instrumentos.
FREEJAZZ es un fotolibro atmosférico, ondulante: más que conceptos, transmite estados anímicos. La autora no hace manifiestos, ni poéticas, tampoco teorías. No traza direcciones, ni pretende decir qué es –o no– un fotolibro: sus engranajes aparecen en una sobria lista de créditos. El aparente despojo conceptual tiene su elocuencia: invita a la confrontación directa con las imágenes y sus evocaciones. Los ojos y el tacto –la escucha del vinilo mientras rueda a la par de las manos que pasan las páginas– marcarán la composición interna del jamming visual. Cada ejemplar es único: la serie de imágenes que lo componen –gracias a un proceso de inteligencia artificial que codifica aleatoriamente las páginas (Neural Geeks, Caracas)– produjo trescientas versiones. Una partitura volandera que lleva el ejercicio de la variación a su punto de mayor desparpajo.
Es un franco ejercicio de libertad el de Ferris y el equipo que la acompaña. Apuesta por la capacidad de recepción y asume con la mayor confianza que FREEJAZZ caerá en las manos más prestas al juego de las imágenes. El título recuerda al álbum de Ornette Coleman: FREE JAZZ (1961). Lleva también un subtítulo: a collective improvisation.
Hay obras libres, abiertas, fruto de la “improvisación”, pero asumida en sus mejores términos, como si los artistas convocados asumieran que forman parte de una banda. Además: el fotolibro de Ferris tuvo su feliz montaje en la galería Carmen Araujo Arte entre octubre y noviembre del año 2021. Entonces presentí la misma sensación que aquí voy describiendo: la fotografía presta al divertimento y la curiosidad de los espectadores. La intención: mostrar un ejercicio de la mirada, uno de tantos, sin mayores condicionamientos, ni “mensajes”, salvo los captados por la sensibilidad inmersa en el juego dinámico de las relaciones y su aparición súbita. Es un arte, “comprometido”, sí, pero con su propia finalidad.
Si las explicaciones sobran, estas notas solamente funcionan como el señuelo, el suave pasaje, la invitación a explorar una variante del fotolibro jovial y a ratos melancólica. Para decirlo con Walter Benjamin: FREEJAZZ está impregnado de múltiples “índices ocultos”.
Otras señales para acercarse al fotolibro de Ferris están en la lectura que hace Manuel Vásquez-Ortega en una reflexión publicada en la web de la Sala Mendoza: «Autobiografías aleatorias: sobre el Free Jazz de Ana María Ferris». La autora, según el criterio del investigador, “plantea la idea de una secuencia aleatoria de souvenirs visuales de su vida, como una forma de recopilar el registro de un determinado periodo íntimo (y por tanto biográfico): el transcurso de las décadas de 2010 al 2020 a lo largo de distintas ciudades del mundo”.
Para llegar a la concreción final de FREEJAZZ hay un estadio previo: la colección, la experiencia de reunir y entrar en el juego de las vecindades y las constelaciones que luego serán ensambladas. Baudelaire podría resumir el procedimiento en una palabra: analogía.
Y vale destacar las reflexiones que la propia Ferris hace sobre su fotolibro. La autora ensaya una retrospectiva enriquecedora para seguir adentrándose en su free work in progress:
«FREEJAZZ es el seguimiento a mi fotolibro ¡No me mires!, donde quise expresar las sensaciones que viví durante un asalto en mi hogar. Mi conexión con el free jazz, conocido también como new thing, tiene que ver con la energía que ambos compartimos. Después del asalto me percibo y observo al mundo como new thing y mis imágenes son el resultado de apreciar las “notas” simples –y a veces disonantes– que aún me regala la vida, no hay otra pretensión.
“El ritmo” o la secuencia de imágenes es distinta en cada uno de los 300 ejemplares del libro, proceso que se hizo con la ayuda de la inteligencia artificial. Cada fotolibro es único, así como cada nota lo es en el free jazz. La portada hace las veces de espejo. Cuando me veo reflejada en él, me recuerda que sigo viva, con el impulso necesario para seguir adelante.
El diseño y el concepto editorial es de Ricardo Báez. El código QR del libro remite a los sonidos creados por Abraham Araujo. Ver las imágenes acompañadas de un sonido creado especialmente para ellas sugiere al lector nuevas sensaciones. Es otro new thing de la época que nos ha tocado vivir. En cierta manera, las imágenes se perciben de otra manera.
Ha sido un equipo maravilloso, donde cada uno ha “tocado” a su propio ritmo para lograr este libro. Fue un gran placer trabajar con ellos. Este libro es una celebración de la vida. No quise que el libro tuviera palabras, tampoco numeraciones en las páginas. Creo que no hacían falta. Libre interpretación. Jazz libre.»
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