A los colegiales de la época les fue asignada la tarea de escribir una composición sobre el evento recogido en esta imagen, sacada del Archivo Fotografía Urbana. No era capricho de maestros fastidiosos. Este momento puede dar párrafos jugosos. Intentémoslo.
La foto fue tomada en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía, el 21 de septiembre de 1965, a las 10 y media de la mañana. En el centro de la imagen, imán de los micrófonos, están los presidentes Giuseppe Saragat, socialdemócrata elegido presidente de Italia el 28 de diciembre del año anterior, y el venezolano Raúl Leoni Otero, quien había tomado posesión del cargo el 11 de marzo de 1964, tras haber sido electo en los comicios del primero de diciembre de 1963.
Saragat (Turín 1898 – Roma 1988) había estudiado Ciencias Económicas y Comerciales en su ciudad natal. De ahí había saltado a la política, en la que hizo una intensa carrera con desempeño de numerosos y altos cargos. Antes de resultar quinto Presidente de la República Italiana, para el período 1964-1971, había sido canciller y, antes, diputado y vicepresidente del Consejo de Ministros (1954-1955). El primer año de su mandato emprendió una gira por Latinoamérica, en la que también visitó Chile, Uruguay, Argentina y Perú.
En Venezuela estuvo dos días. Vino acompañado por su ministro de Relaciones Exteriores, Amintore Fanfani, y una numerosa comitiva conformada por unos 30 periodistas italianos. En el borde inferior de la foto se les puede ver. Algunos parecen atraídos por algo que ocurre en el terminal. Debe haber una multitud ruidosa agolpada en la terraza del aeropuerto para recibir al ilustre musiú, quien, por cierto, había cumplido 67 años dos días antes.
Consultada para esta nota, Carmen Sofía Leoni reconoció algunos de los militares en la foto. “El oficial a la izquierda de Saragat”, dice la hija del presidente Leoni, “es el capitán de Fragata Tulio Márquez Planas. El que está a la derecha de mi papá es el mayor de la Aviación, Carlos José Ugarte Martínez; y detrás de mi papá está el jefe de la Casa Militar de Leoni, el coronel del Ejército Manuel Bereciartu Partidas, quien había sido edecán de la Casa Militar durante el mandato del presidente Rómulo Gallegos. Los tres son de la Casa Militar del presidente Leoni. Los de atrás no me son conocidos, pero con mi hermana pensamos que son oficiales para la seguridad del presidente Saragat. Unos venezolanos (por los uniformes y las gorras, similares a los de Casa Militar) y otros italianos. Debe ser así pues la plana mayor de la oficialidad debe estar apostada en el callejón de recibimiento que recorren los presidentes”.
La máxima representación del Poder Legislativo nacional, en receso de las Cámaras, recibió a Saragat, quien ofreció un almuerzo al presidente Leoni y su esposa en el Círculo Militar, donde fue alojado. En la tarde recibió una representación de la colonia italiana residenciada en Caracas. Al día siguiente, Leoni le impuso a su huésped la condecoración del Collar de la Orden del Libertador.
Luego de entrevistarse con el presidente venezolano, ambos mandatarios emitieron una declaración acordando impulsar la cooperación económica, técnica y financiera bilateral, intensificar la cooperación cultural mediante la creación de un Instituto Ítalo-Latinoamericano, cuya sede estaría en Roma.
En todos los países latinoamericanos incluidos en el recorrido de Saragat la visita tuvo impacto positivo, pero en Venezuela había un factor particular. La prensa destacó el hecho de que tanto en Argentina como en Venezuela los mandatarios anfitriones tenían origen italiano. Los padres del presidente Arturo Umberto Illia, quien gobernó Argentina entre octubre de 1963 y junio de 1966, cuando fue derrocado por un golpe de Estado, eran inmigrantes italianos; y el padre de Leoni era corso. Por la gracia del tono y el detalle de la exposición, dejemos que sea Miguel Otero Silva quien precise el origen del segundo presidente de la era democrática de Venezuela. En una nota publicada en El Nacional, el 10 de marzo de 1969, dice MOS:
Clemente Leoni nació en Muratto, Cantón de Bastias, al norte de la isla de Córcega. Un tío suyo que era gerente de las minas del Callao, en la jungla de una remota e ignorada Venezuela, le propuso que cruzara el Atlántico y viniera a probar fortuna en Guayana. Clemente Leoni se leyó El soberbio Orinoco, de Julio Verne, y le tentó la aventura. Desembarcó en tierras venezolanas en 1895. Primero trabajó con el tío en las minas de oro, luego montó tienda por su cuenta y riesgo, un almacén que abastecía a los purgüeros antes de perderse éstos en la selva en misión de sangrar los altaneros árboles de caucho.
La inmigración italiana en Venezuela comenzó con la llegada del genovés Cristóbal Colón a Macuro en 1498, a la que seguiría el arribo del explorador Américo Vespucio (1499) y del marino Giacomo Castiglione (hispanizado como “Santiago Castellón”), fundador de Nueva Cádiz en la Isla de Cubagua en 1500. A partir de tan brillante origen el flujo fue contante y distinguido. Hubo italianos entre quienes rindieron su vida en los campos de batalla de la independencia y entre los fundadores de altas escuelas. El censo de 1891 contabilizó 3.030 inmigrados procedentes del Reino de Italia. Esto era poco más del 6% del total de la población extranjera en Venezuela.
A principios del siglo XX, varios miles de italianos vinieron a este país, pero nada como el formidable flujo de los años 1950, cuando la dictadura de Pérez Jiménez promovió la inmigración europea, y más de 300.000 italianos vinieron hasta llegar a suponer más del 7% de la población. La Ley de Naturalización, promulgada en 1955 como concreción de la política estatal de “puertas abiertas”, estaba concebida para facilitar el proceso de otorgamiento de la nacionalidad a los extranjeros, al disminuir las condiciones y los trámites administrativos. En el censo de 1961, los italianos ya eran la comunidad europea más grande de Venezuela (delante de la española y la portuguesa).
Esta inmigración, explica Froilán José Ramos Rodríguez, fue alentada por dos acontecimientos relevantes, uno exterior y otro interior. El primero, las repercusiones de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) en Europa; el segundo, la bonanza económica que disfrutaba el país gracias a los extraordinarios ingresos de la venta del petróleo, lo cual permitió impulsar el proceso de modernización de Venezuela durante la década de los 50. Asimismo, la política migratoria perezjimenista incentivó la entrada de importante cantidad de inmigrantes europeos.
Ramos Rodríguez explica que la relación entre el gobierno de Pérez Jiménez y la comunidad italiana provocó, a la caída del dictador, “un inusual caso de xenofobia en el país, en el cual los venezolanos repudiaron la presencia los segundos”. Este rechazo fue combatido por la Junta de Gobierno integrada en 1958. Un semestre después de la caída de la dictadura, en julio de 1958, se terminó la política de puertas abiertas. Y los italianos siguieron aquí.
La visita de Giuseppe Saragat había tenido, pues, ese incómodo antecedente. Pero para este momento, 1965, la malquerencia había quedado atrás (y la visita no tenía por qué enterarse).
Los escolares de Venezuela pudieron escribir composiciones auspiciosas. Contaron para ello, como puede verse en la foto, con los despachos de Radio Caracas Televisión.