Gonzalo Plaza Pietersz, un auténtico caballero

Fecha de publicación: noviembre 24, 2017

Why now? –responde Francine Plaza, a quien he ubicado en Facebook para pedirle una mínima declaración para este perfil de Gonzalo Plaza, quien fuera su esposo hace muchos años.

Había sabido de ella por una nota del New York Times, que flota en el caudal de la web, fechada el 9 de enero de 1979, donde queda reseñado que: “Francine Grace Gordon, hija de Sylvia Myerson Grace, de Nueva York, y el fallecido William Grace, se casó ayer en Caracas, Venezuela, con Gonzalo Plaza, director del Departamento de Inmigración y Naturalización de Venezuela. La ceremonia fue realizada en la casa del novio por la jueza Olga Fortoul del Primer Tribunal Parroquial de Caracas”.

Dado que la nota agrega que “la novia es alumna de la Universidad de Cornell y de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia”, pensé que ella, colega al fin, se mostraría empática y me daría un párrafo sobre su visión de Gonzalo Plaza, quien fuera su segundo marido.

En vez de eso, me respondió con tono cauteloso. “¿Para qué publicación está escribiendo? Dígame algo acerca del articulo que escribe. ¿Por qué ahora?”. Y, de hecho, empecé a preparar una respuesta para explicarle a Francine por qué ahora, a veinte años de la muerte de Gonzalo Plaza, sin que se cumpla algún aniversario o haya ocurrido algo que me sirva de coartada para evocarlo, quiero escribir sobre este caraqueño. En la carta que escribo mentalmente le expongo a Francine lo que ha ocurrido en Venezuela, donde un régimen autoritario ha adulterado la historia reciente para borrar todo rastro de nuestro pasado civil y democrático. Redacto un párrafo donde argumento que estas sencillas notas, publicadas en el portal Prodavinci, son una forma de resistencia al empeño del régimen de escribir una nueva historia en la que todo empieza con el golpista del 92.

Y entonces experimento un agotamiento que me impide no solo escribir –en inglés- la exposición que Francine me exige, sino que no puedo tampoco escribir la nota, un hábito al que me atengo semanalmente ya por varios años. Atribuyo el decaimiento a una gripe, pero pasan los días y no experimento otros síntomas. Solo el deseo de estar tumbada, medio leyendo una novela y, sobre todo, fugitiva del reclamo de Francine. Cómo explicarle a una periodista neoyorkina, sofisticada y mundana, que en la entrada a la ciudad donde vivo, según se viene por la autopista, hay un muro de mármol donde pone: “Bienvenido a Caracas, ‘cuna del Libertador’ Hugo Chávez’”. Como si hubiera sido el tosco militar quien hubiera acuñado una frase que viene usándose desde hace… no sé desde cuándo, pero sí muchísimo antes de que Chávez asomara su garra de felón. Por cierto”, ensayo decirle a Francine, el primero en usar esa manera de apelar a Caracas ha podido ser un antepasado de Gonzalo Plaza, el humanista Felipe Larrazábal (1816-1873), quien, en 1865, publicó en Nueva York su libro Vida del Libertador Simón Bolívar, la primera biografía de Bolívar. Pero no llego a decírselo. Una mezcla de vergüenza y pereza infinita me detienen. Ya esto no es normal, concluyo y voy al médico, a quien le digo que el día en que he debido presentar “ciertas explicaciones” caí rendida desde las 6 de la tarde hasta pasadas las seis del día siguiente. Sin interrupción.

–Es emocional –dictamina la doctora.

Una vez publicadas estas notas, los lectores me hacen correcciones. Muy bienvenidas, por lo demás. Que no se pare la indagación. Una tarde, tras la publicación de una segunda entrega sobre la imagen donde aparece el entonces presidente Carlos Andrés Pérez saludando con efusividad a Frances Grant, me intercepta mi amiga la periodista Edén Valero.

–Debes detenerte –me alecciona- en la figura de Gonzalo Plaza, quien, por cierto, fue director de Correos, no de Ipostel, como escribiste, que entonces no existía. Gonzalo Plaza era un caballero exquisito.

Me comprometo a cumplir ese encargo. Empiezo la pesquisa y compruebo que el concepto es unánime: el hombre era un lord. “No podría explicarte con palabras mi afecto por Gonzalo Plaza”, dice Paulina Gamus, “el caballero más caballero que he conocido. Guardo como un tesoro un bello foulard de Herme´s, que me trajo de regalo cuando fue embajador ante la OPEP, en Viena.  Y eso que solo fuimos amigos…”.

No se hable más. Con ustedes, Gonzalo Plaza Pieterz.

Nació en Caracas, el 10 de febrero de 1931. Sería el hijo mayor del músico Juan Bautista Plaza Alfonso (Caracas 1898-1965) y la también pianista Adela Josefina ‘Nolita’ Pietersz Rincón (Valera 1911 – Caracas 1992).

Cuando los padres de Gonzalo se conocieron, Juan Bautista era profesor en la Escuela Superior de Música, y Nolita, quien descendía de andinos por rama paterna y de zulianos, por su bisabuela Janette Rincón Jugo, era una chiquilla de 17 años, recién llegada a la capital, donde proyectaba convertirse en profesional del piano, instrumento que ya había aprendido con su madre, Corina Rincón de Pieterz, conocida maestra de piano en Valera.

Juan Bautista Plaza fue uno de los más grandes, prolíficos y refinados compositores del siglo XX venezolano de cuyo movimiento musical fue puntal. Maestro en la cátedra musical lo mismo que en la prensa, su labor fundamental fue como compositor de cerca de 300 títulos. Nacido en familia caraqueña de abolengo, con miembros destacados en diversas áreas, su linaje entronca con el mismísimo Libertador Simón Bolívar, así como con el también prócer de la Independencia, Ambrosio de la Plaza (1790-1821), caído heroicamente en la Batalla de Carabobo.

Nolita, por su parte, llegó a Caracas en 1928 e inmediatamente se matriculó en la Escuela de Música y Declamación, de donde egresó en 1934, cuando ya estaba casada. Su sueño se dio a medias porque, aunque sí se formó en la música, no llegó a ser concertista. Lo que sí hizo fue casarse con el gran Juan Bautista Plaza; y no solo fue la madre de sus tres hijos, Gonzalo, Susana y Beatriz, también fue, a decir de Elena Plaza, hija de Gonzalo, “una gran colaboradora de Juan Bautista Plaza en sus investigaciones sobre la música colonial venezolana”.

–Como era costumbre en la época, -sigue Elena- Nolita tuvo que regresar a Valera, cerca de su familia, mientras no se llevara a cabo la boda. Solo dos veces antes de su matrimonio Juan Bautista Plaza pudo realizar el viaje hacia tierras trujillanas. Finalmente, el 30 de abril de 1930, contrajo nupcias con Nolita, en la Capilla de las Hermanas de Santa Ana, en Valera. Desde ese instante, Nolita se convirtió en la inseparable e incondicional compañera de Plaza y, después de enviudar, en la más ferviente promotora de su obra.

Efectivamente, esos primeros tiempos con la talentosa valerana fueron de gran creatividad Plaza, “cuyas obras”, recuerda Elena Plaza, “se llenaron de frescura y alegría y de su pluma surgieron algunas de sus mejores partituras como los poemas sinfónicos Vigilia (1928) y Campanas de Pascua (1930), así como la Fuga criolla (1931) y un gran número de madrigales y canciones corales a capella”.

A la muerte del compositor, Nolita, quien había tomado gran cantidad de cursos de especialización en arte y en música, tanto Venezuela como en Europa, y se había desempeñado por años como maestra, especializada en el método Martenot de enseñanza musical, dedicó los 27 años que lo sobrevivió a preservar, y divulgar la obra de Plaza, para lo cual creó, en 1987, la Fundación Juan Bautista Plaza.

–De su padre, -dice Elena Plaza- mi papá [Gonzalo] sacó la ternura y el sentido del humor. De su mamá, la belleza física, la disciplina y un amor loco por el orden. De ambos, la pasión por la música y por andar siempre enseñando a quienes le rodeamos. Puedo decir que a mí me enseñó a manejar un carro, a usar una toalla sanitaria, hacer arroz y a poner el bienestar de los hijos siempre por delante. Y seguro que mis hermanos podrían dar listas aún más largas e interesantes.

La información de este bloque fue aportada por los hermanos Elena y Juan Bautista Plaza Tariffi, quienes respondieron con amabilidad y diligencia a mis preguntas por su padre. Los otros dos hermanos son Carlos Eduardo y la conocida actriz y cantante Alicia Plaza.

Gonzalo cursó la primaria en el Instituto Experimental Venezuela, en Caracas. Empezó el bachillerato en el Colegio San Ignacio, pero no terminó allí sino en Greenwich, Connecticut, Estados Unidos. “La relación entre mi papá y mi abuela Nolita, Yoya para sus nietos, fue compleja”, apunta Elena. “No se fue, lo mandaron. Mi abuela no lo podía controlar como le habría gustado, y el joven Gonzalo hacía lo que le daba la gana, dicho por ella. Y alcahueteado por mi abuelo, también dicho por ella. En esos años estaba viviendo en Nueva York una tía de mi papá, Rosita Pietersz de Castro, y mi Yoya vio el cielo abierto: la solución de sus dolores de cabeza y del mal ejemplo de Gonzalo para las niñitas Susana y Beatriz. Por eso mi papá era absolutamente bilingüe y además, con semejante oído, tenía un acento casi totalmente imperceptible”.

Aficionado a la fotografía desde adolescente, a los veinte años, en 1951, Gonzalo funda en Caracas el Estudio Fotográfico Lumiére. Y el mismo año participa como fotógrafo en la creación de la ‘Guía Histórico Artística de la Ciudad de Caracas’, publicada por Terzo Tariffi, uno de los dos latinistas oficiales del Vaticano, en la Italia de la pre Guerra, suegro de Gonzalo. Por esa época, se casó con Mariella Tariffi, recién emigrada a Venezuela con su familia desde Florencia, Italia. Con ella tuvo sus cinco hijos, Elena, Juan Bautista, Alicia, Mariella y Carlos Eduardo.

En 1954, comienza el programa de radio “Musica en la Historia”, en Ondas Populares, estación hermana de Radio Caracas Radio. Y tres años después, en 1957, funda la Sociedad de Amigos de la Música, SAM, firma discográfica que hará los primeros discos LP de música venezolana de colección, con valiosos ejemplares, como “Margariteña”, de Inocente Carreño, “Suite Caraqueña”, de Gonzalo Castellanos, “Suite Avileña”, de Evencio Castellanos; “Concierto para Orquesta”, de Antonio Estévez; “Estampas de Blanca Estrella” y “Las fugas”, de Juan Bautista Plaza; “La música de la colonia” y “Concierto de Guitarra”, de Antonio Lauro”, entre muchos otros.

En 1959, en sociedad con Luis Carías, funda VEGA, Venezolana de Grabaciones, la primera fábrica de discos estereofónicos del país. En 1963, es contratado como redactor de Ars Publicidad, donde trabaja en muchas campañas publicitarias, junto a su fundador Carlos Eduardo Frías.

En 1965 dirige el suplemento dominical “La Quinta Rueda”, de circulación con el diario caraqueño El Nacional. Y en 1967 es director de Publicidad y Mercadeo de ese diario.

En 1970, Gonzalo Plaza es agente de enlace entre la oficina del asesor político en Nueva York, Joe Napolitan, y la campaña del entonces candidato Carlos Andrés Pérez. Cuenta Elena: “Adeco furibundo y discreto financista del nuevo candidato, Carlos Andrés Pérez, Alejandro Otero Silva, uno de los dueños de El Nacional, y quien ya estaba en conversaciones con la oficina del asesor político Joe Napolitan, en Nueva York, sugiere la designación de Gonzalo Plaza como enlace entre Acción Democrática y el candidato Pérez por un lado, y con los asesores gringos por la otra. Se contrató una oficina en La Campiña, por la avenida Libertador y un apartamento en el Anauco Hilton para la gente de Nueva York. La oficina de Napolitan, el CEN de Acción Democrática y el comando de la campaña de Pérez, tenían en mi papá un discreto, eficiente y confiable vaso comunicante. Él no solo traducía toda la documentación confidencial de uno y hacia otro lado, sino también acompañaba al candidato en todas las reuniones con la gente de Nueva York, que no hablaba una palabra de español y necesitaban entender no sólo al candidato sino la idiosincrasia de los venezolanos para ganar esa elección en apenas un año. Ese fue el trabajo de Gonzalo Plaza para la campaña de «Ese hombre sí camina»; y al hacerlo cambió su vida para siempre al mostrarle a un hombre como CAP la calidad y eficiencia de su trabajo”.

En 1972  se estrena como asesor externo en la campaña presidencial de Carlos Andrés Pérez, “el hombre que camina”. Por primera vez en la historia de Venezuela, una campaña presidencial convocaba los mejores talentos de mercadotecnia y publicidad para vender un mensaje político. Pérez saldría victorioso con 2.142.427 votos, el 48,7% de los votos contra los del candidato de COPEI, Lorenzo Fernández, quien obtuvo el 36,7%.

Un año después, en 1973, Gonzalo Plaza deviene asesor internacional e intérprete del presidente Pérez, durante todo aquel periodo el primero de sus mandatos- entre 1972 y 1977. “La más absoluta discreción fue la característica principal de su contacto con Carlos Andrés Pérez, antes y después de ganar éste la Presidencia”, dice Elena. “Mi papá hablaba de Pérez con una enorme admiración y respeto. Pérez fue su primer contacto directo con el poder. Pérez era un animal político, y creo que ser su voz en otro idioma, serle fiel al contenido y la verdadera intención de sus palabras se volvieron para él una misión de la cual hablaba con reflexiva reverencia. Viajó con Pérez por medio mundo y se enteró de cosas que nunca sabremos. Su viaje a Irán, las conversaciones con Rheza Palevi, el Shah de Persia, la recepción en Teherán, traducirle su conversación casual con la emperatriz Farah Diba… Por esa época, Pérez lo nombró Comisionado de la Presidencia, le puso una oficina junto a Teo Camargo, la ilustre secretaria de CAP, y se volvió, de repente, nuestro papá, el político, cosa que nunca imaginó nadie, comenzando por él mismo”.

En 1974 es nombrado director de Correos de Venezuela, entonces una dirección del Ministerio de Transporte y Comunicaciones, cuyo titular era Armando Sánchez Bueno, luego sucedido por el ingeniero Leopoldo Sucre Figarella. Bajo la dirección de Sucre Figarella, Plaza recibe el encargo de unificar el servicio postal y convertirlo en instituto autónomo, (ya que desde sus inicios en el siglo IXX, el correo en Venezuela había estado bajo el control del Ministerio de Hacienda, a través del Banco Central de Venezuela y del Ministerio de Comunicaciones).

Al preguntarle a Elena por qué pensaron en Gonzalo Plaza para dirigir Correos, ella dice: “Por una razón muy venezolana. Cuando fueron a juramentar a Armando Sánchez Bueno como nuevo ministro de Comunicaciones (entonces aún no era también de Transporte), se dieron cuenta de que al armar el gabinete de los nuevos directores de ese ministerio, se les había olvidado buscar a alguien para director de Correos y Telecomunicaciones. En la corredera, alguien en AD sugiere proponer a mi papá, que se había quedado sin trabajo al terminar la campaña electoral, con cuatro muchachos que mantener, que andaba buscando empleo, y que casualmente estaba ese día en el edificio del CEN de AD. El caso es que se lo llevaron volando para Carmelitas y lo juramentaron como nuevo director de algo de lo cual mi papá no tenía ni la más peregrina idea: el correo y el telégrafo venezolanos de 1973. Como habría dicho mi papá, ¡Una pelusa!

A mediados de los 70, Gonzalo Plaza se empeña en obtener la primera licencia de transmisión radial en frecuencia modulada (FM) que habría de otorgarse en Venezuela. Con la ayuda de la asesora legal del Ministerio de Comunicaciones, la Dra. Mariella Yépez de González, y de sus amigos, el ingeniero Humberto Peñaloza, José Elías Graffe y otro de apellido Arreaza, inauguran el 1 de enero de 1975 la Emisora Cultural de Caracas, en la frecuencia 97.3 FM. La Emisora Cultural de Caracas se financiaba con patrocinios de los programas y no había pautas comerciales en los cortes de programación. Los programas eran una combinación de música académica con comentarios del quehacer intelectual y literario de la época.

En 1976, Gonzalo Plaza funda el Instituto Postal Telegráfico de Venezuela (IPOSTEL) en sustitución de la antigua Dirección Nacional de Correos. IPOSTEL es el primer servicio postal que funcionará como un Instituto Autónomo en Venezuela.

En 1978 es nombrado director del Daily Journal, el único diario venezolano de habla inglesa.

En 1980, Plaza obtiene por concurso, entre los postulados por cada país miembro, la tarea de abrir la agencia de noticias de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, la OPECNA (Opec News Agency) con sede en Viena, Austria. Desde entonces, se residenció en esa ciudad donde ejercería ese cargo por dos períodos consecutivos de cuatro años cada uno; y luego, en 1988, sería gobernador de Venezuela ante la OPEP, nombrado por el recién electo presidente Carlos Andrés Pérez, en su segundo mandato. Desempeñó esta función por los siguientes siete años, bajo las presidencias de Ramón J. Velásquez y Rafael Caldera.

Aquel matrimonio con Mariella Tariffi sería apenas el primero. Con ella tuvo cinco hijos. Mariella, la penúltima, murió muy joven en un accidente de tránsito. “Desde 1963, mis cuatro hermanos y yo”, cuenta Elena, “vivimos sin mi mamá en la casa, solos con mi papá y una secuencia de señoras de servicio que se ganaron el cielo por anticipado. Mis padres tuvieron una hermosa relación personal que no pasaba por la vida conyugal, que fue respetuosa y afectuosa. No fue sino hasta 1978 cuando, siendo director del diario The Daily Journal, se volvió a casar, esta vez con Francine Grace, una norteamericana que conoció gracias a Simón Alberto Consalvi. Ella era una periodista que cubría ciertos eventos en la ONU. El matrimonio fue borrascoso y duró poco. En 1980 se fue a vivir a Viena, Austria. Sin ella”.

“En 1984 se volvió a casar, esta vez con una austríaca, Sylvia, quien había sido su secretaria. No recuerdo su apellido porque se puso el Plaza y más nunca se lo quitó. Ese matrimonio con Sylvia también terminó en un gran disgusto. Mi papá se había enamorado de Christine Faulkner, una recia arquitecto-ingeniero que les remodelaba el apartamento. Según mi papá, Christine fue la mujer que más lo amó. A él le gustaban las extranjeras, evidentemente. Dio buena prueba de ello muchas veces, cuatro de ellas en un registro civil”.

Gonzalo Plaza murió en Viena, el 30 de enero de 1996.

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