Ella dice que esa fotografía, donde aparece feliz tomando una ducha, debe ser parte de la campaña publicitaria de la película venezolana Cuando quiero llorar no lloro (1973), de Mauricio Walerstein. No le es fácil precisarlo, puesto que las tramas pusieron a sus personajes bajo la regadera en varios filmes y, por lo demás, se cansó de hacer desnudos. Es un decir, no se ha cansado. Hace poco dijo en una entrevista que hasta la muerte hará desnudos.
La muchacha de la foto es la actriz caraqueña Haydée Balza. Y el fotógrafo es el infatigable Tito Caula, cuya abundante obra se encuentra ampliamente representada en la Fundación Fotografía Urbana, de donde hemos tomado esta imagen.
Haydée Balza creció en un hogar de clase media. Su padre era dactiloscopista (técnica que identifica a las personas por la impresión de las líneas que hay en las yemas de los dedos de las manos). Toda la vida trabajó en la Diex, según ella recuerda. Y lo describe como un andino, muy blanco con el cabello muy negro. “Era un galán”.
Y Rosa, la madre, era una mujer muy hermosa (“perdóname la ordinariez”, dice “pero yo siempre fui un moco al lado de mi madre, quien era verdaderamente preciosa”), era comerciante, vendía ropa, zapatos, a veces casas. Rosa Haydée es la cuarta de seis hermanos, 5 hembras y un varón.
Nadie había sido actor en la familia, aunque talentos diversos no faltaran. Pero desde muy pequeña ella quiso bailar, cantar y actuar; y, de hecho, desde el segundo grado “era fija en los actos del colegio”.
Por insistencia de la madre hizo varios años de secundaria, pero a los 16 años dejó el liceo, específicamente el Pedro Emilio Coll, que quedaba cerca de su casa, ubicada en la urbanización Coche, “que entonces”, dice, “era muy bella. Llena de flores. Nada que ver con lo que es hoy”.
No dejó el bachillerato para quedarse mano sobre mano. Muy por el contrario. Se dedicó afanosamente a estudiar Actuación y Baile en la Universidad Central de Venezuela, donde Nicolás Curiel que tenía un grupo llamado el Teatrino. El programa del maestro Curiel incluía un ciclo permanente de conferencias dictadas por los grandes del teatro en Venezuela. Fue así como durante cuatro años, la joven Haydée Balza se entrenó en los secretos del quehacer escénico y cada semana atendía las charlas de José Ignacio Cabrujas, Isaac Chocrón, Román Chalbaud….
– Estudiábamos en espacios de la universidad y presentábamos las obras en el Aula Magna y en la Sala de Conciertos, con ese público tan exigente que son los estudiantes. Fue un entrenamiento extraordinario.
No tardó en ser reclutada por el Nuevo Grupo. En 1967 tenía en cartelera la obra Víctor y los niños al poder, dirigida por Antonio Constante, cuando la vio el productor de televisión Daniel Farías y le ofreció un papel en la comedia Matrimonio a la venezolana, que protagonizaba la gran María Luisa Lamata. Balza cuenta que al principio se negó, por prejuicio, pero cuando vio “el dineral” que le pagarían, aceptó. “La oferta económica era demasiado tentadora, pero también influyó el trato respetuoso de Daniel Farías”. Compartió escena también con el Hugo Pimentel y su partenaire en el seriado fue el actor Eliseo Perera. No se arrepentiría. Encontró un formidable filón de trabajo: su filmografía incluye casi 30 telenovelas. Trabajó con todos los canales y solo en RCTV estuvo cuatro décadas.
En 1972 rodó Cuando quiero llorar no lloro. “En esa película me bañé un poco de veces”, confirma.
– Aunque, espera, –se pone pensativa– la foto también podría ser de Soy un delincuente, (Clemente de La Cerda, 1976), donde también me bañé… Ay, no sé. Hay muchas películas donde me he bañado. Tengo un cuerpo hermoso. Dios me dio un cuerpo especial y siempre lo he cuidado. Toda la vida he hecho ejercicios y vigilado muy bien lo que como. Y eso ha sido importante en mi carrera, claro que sí; pero lo fundamental ha sido mi talento y mi formación. Porque yo podía tener unas teticas muy lindas, pero el punto es que soy una actriz completa. Los directores saben con quién cuentan.
La primera vez que Haydée Balza se quitó la ropa para trabajar fue en una escena con Orlando Urdaneta, en Cuando quiero llorar… Luego lo haría en Soy un delincuente; en El Reincidente(Clemente de la Cerda, 1978); en El pez que fuma (Román Chalbaud, 1977) y en Juegos bajo la luna (Mauricio Walerstein, 2000).
Haydée Balza fue la primera en aparecer desnuda en el teatro en Venezuela y también posó con poco o ningún vestuario para revistas nacionales.
–Yo estaba encantada de hacerlo –afirma.
Posiblemente, nunca se le haya reconocido su aporte a la libertad de las mujeres a mostrar su cuerpo con naturalidad y orgullo. No hay duda de que su posición, en un país pacato como era Venezuela en los años de su inicio, le acarreó no pocas críticas y señalamientos. Pero ella siguió adelante, sin dejarse reducir por un medio en el que la sexualidad de la mujer puede constituir una amenaza. No dejó de desnudarse en el tablado y no dejó de hacer piezas teatrales de calidad que le impusieran una aparición encuera.
Esa naturalidad, esa fiesta de feminidad, es lo que captó Tito Caula, quien, según su hija la escritora Sandra Caula, era un gran admirador de la actriz que no pestañea para quedarse como Dios la trajo al mundo.