Del fotolibro "Las piedras", 1958 / Fotografía de Fina Gómez ©ArchivoFotografíaUrbana

Acerca del fotolibro Las piedras, de Fina Gómez y Pierre Seghers

Fecha de publicación: octubre 24, 2017

En la entrega #25 de “Apuntes sobre el fotolibro” presentamos Las piedras, una obra de edición española y francesa publicada por la Intercontinental del Libro en París (1958). La fotógrafa Fina Gómez y el poeta y editor Pierre Seghers lograron hilvanar para la posteridad un fotolibro sin precedentes. La tipografía fue ejecutada por la imprenta Société D’Impression de Lancry. Las reproducciones fotográficas fueron realizadas por la Imprenta Sapho.

El carácter etéreo de Las piedras

La dimensión del fotolibro tiene múltiples aproximaciones. En algunos casos, este tipo de artefactos tienen una connotación claramente de culto y ello está dado, no solo por el fotolibro en sí; por su tono críptico, poético y salido de este mundo, sino también por el espíritu y las personalidades de sus autores. Este es el caso de Las piedras (1958), un misterioso fotolibro confeccionado a partir de fotografías de Fina Gómez y poemas de Pierre Seghers.

Para poder dar una mirada a esta edición debemos acercarnos a la constelación vital de sus autores. Son varios los aspectos que determinaron el encuentro entre estos dos artistas; pero quizá el principal rasgo que llevó a la confluencia de estas dos almas fue lo libertario. Fina Gómez fue una fotógrafa venezolana, nieta de Juan Vicente Gómez y de formación virtualmente autodidacta. Pierre Seghers, por su parte, fue un connotado editor y poeta francés quien tuvo una importante actuación en la resistencia francesa frente al nazifascismo. Estilísticamente Seghers fue un hombre vinculado al movimiento surrealista y con lazos con figuras de la talla de Paul Éluard o Guillaume Apolinaire, por ejemplo. De modo que estamos ante un creador inscrito en una generación a la que se le presentó un desiderátum existencial en el sentido de derrotar a la opresión nazifascista. Asimismo, e incluso durante el tiempo de la resistencia francesa, este autor no solo realizó obra literaria, sino que también se abocó al trabajo de editor, llevando a cabo la edición de muchísimos autores líricos a nivel mundial. Esa labor fue encomiable y ha sido reconocida a lo largo del tiempo, incluso recientemente cuando fue realizada la exposición Pierre Seghers. Poésie, la vie entière en 2011 en el Museo de Montparnasse.

Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.

La experiencia de Fina Gómez tuvo también una connotación de lo libertario, pero ello estuvo circunscrito a un ámbito más íntimo; al territorio de lo familiar y a la emancipación en cuanto a la estilística per se que desarrollaría en su trabajo fotográfico. El entorno en el cual nació Gómez redundó en que ella estuviese cercana al eje del poder político en Venezuela, dado que era la nieta del dictador Juan Vicente Gómez. Su padre, debido a desavenencias políticas con el abuelo, debió partir a Suiza donde falleció en el año de 1928. En este punto, su madre contrajo matrimonio con Pedro Tinoco. La gesta libertaria de la fotógrafa probablemente se inició cuando Tinoco se opuso a sus inquietudes artísticas. De este modo, la venezolana se compró una cámara fotográfica y se trasladó a New York donde empezó a familiarizarse con dicho formato y con la técnica de revelado, que aprendió literalmente leyendo libros. Posteriormente vivió una temporada en Caracas donde continuó su trabajo fotográfico durante la Segunda Guerra Mundial y al cabo de esta se mudó a París e instaló su taller en la rue Georges Mandel.

Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.

En este instante comenzó a consolidarse la línea estilística que la caracteriza y apareció su primer fotolibro, Fotografías (1954); que contiene poemas de Lise Deharme. En esta obra en particular el objeto de estudio de la artista se centra en niños trabajadores, tanto venezolanos como norteamericanos, al igual que en damas de la aristocracia caraqueña de entonces, como la Nena Gorrondona. El fotolibro culmina con imágenes de troncos y raíces, que sirvieron de hilo conductor para sus trabajos por venir. El marcado tono lírico y salido del mundo es la rúbrica sustancial de estas últimas imágenes, cosa que se repetirá en su fotolibro siguiente, Raíces (1956), donde entró en colaboración con Pierre Seghers. Lo primordial en esta edición es la aproximación que tiene Gómez hacia las texturas, además de la (re)presentación de lo antropomórfico a partir de la abstracción. Esa ruptura con lo figurativo per se, en pos de otra cosa y con planos que sin duda tienen una potente connotación onírica la sitúan cercana al surrealismo desde el punto de vista de la obra como una totalidad. La ruptura con los cánones preestablecidos y el encuentro de una poética propia, basada en la abolición de la temporalidad, es sin duda una apuesta que está inscrita en lo libertario desde lo estético en sí mismo. Los trabajos posteriores a Las piedras profundizan la mirada sublime y más allá de las cosas, al igual que la confluencia de poesía y fotografía, de forma que aparecen en 0 grados, norte franco (1964) con textos de Ida Gramcko y Diálogo (1965), de nuevo con textos de Pierre Seghers. Luego de 1965 su producción mermó hasta que en la década de los ochenta apareció en las publicaciones: Venezuela 40 años de fotografía artística na Venezuela (Museo de Arte Contemporáneo, Universidad de São Paulo) y El hecho fotográfico en Venezuela, 1847-1997 (GAN, 1998).

Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.

La serie «Menhires» es el trabajo que da origen al fotolibro Las piedras, que es a todas luces una edición imbuida de preciosismo y gran depuración formal. El artefacto fue impreso sobre papel helioneige de las papelerías Libert en Francia por Intercontinental del Libro. La dimensión de culto se enfatiza por el tiraje numerado. Fueron 1000 ejemplares para la edición francesa numerados del 1 al 1000 y trescientos ejemplares para la edición española numerados del 1001 al 1300. La mezcla de planos fotográficos de monolitos contrapuestos a textos en prosa y verso le confieren un carácter orgánico a esta pieza. En tanto totalidad estamos en presencia de un corpus lírico que deviene, bien hacia la forma de imagen visual o de significante lingüístico. La edición en español, asimismo, fue traducida por Juan Liscano.

Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.

Hay, si se quiere, una dimensión arquetípica en el abordaje simbólico de este cuerpo estético. Diversos aspectos del mundo fenoménico van apareciendo aquí como hitos atemporales. Y es que ese es uno de los grandes logros de esta experiencia poético-fotográfica; la captura de lo fenoménico en una constelación trascendente y congelada para siempre y desde siempre en el tiempo. Vemos así, por ejemplo, como Seghers apunta hacia una ultra realidad en el siguiente pasaje:

Veranse pasar por eternas geometrías

astros ficticios, jinetes portadores de antorchas.

Verase en lo alto, sobre el hilo de las miradas,

levantarse un tablado en el silencio de la orquesta

y los videntes clamarán: “Se derrumba sobre nosotros el capitel del cielo…”

 

Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.

Adicionalmente, la fotografía de Gómez invita a una mirada desprovista de nociones preestablecidas, es una invitación a ver al mundo que antecede al orden de la palabra y donde subyace de alguna forma la idea de lo antropomórfico y de lo humano inherente a ello. Este es un fotolibro donde las múltiples facetas del alma acontecen, donde el territorio de lo psíquico aparece con su correspondiente analogía en el mundo terreno. Hay, sin lugar a dudas, un marcado tono místico a todo lo largo de la obra.

Las piedras es la expresión imaginaria del espíritu de dos almas que atravesaron al pasaje de la temporalidad bajo el signo de un culto a la metáfora como el puente necesario hacia la libertad.

Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. Fina Gómez. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.
Del fotolibro Las piedras, 1958. ©ArchivoFotografíaUrbana.

 

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