En la edición #15 de la serie «Apuntes sobre el fotolibro» José Antonio Parra reflexiona en torno a Viaje al frailejón, un título de Antonia Palacios que cuenta con imágenes de Alfredo Boulton.
En el libro Viaje al frailejón confluyen la prosa poética de Antonia Palacios y el discurso visual que se da a través de la fotografía de Alfredo Boulton. En efecto, este trabajo del año 1955 pone en evidencia un relato atmosférico en el que los autores expresan las vicisitudes de un viaje desde la ciudad de Caracas hacia la región andina. En este caso, los viajeros no solo exponen al paisaje que deviene desde la constelación imaginaria y textual, sino también ―y quizá este sea el mayor logro del artefacto― desde la interioridad.
Las analogías y reciprocidades entre la realidad mundana y el territorio del alma dejan en evidencia un tránsito alquímico en el sentido de que se gesta una transformación que, sin lugar a dudas, alude el propio camino del espíritu en pos de su iluminación. La imaginería que describe el texto es una que acontece ante la mirada extática de su observadora y que va desde la zona central de la nación venezolana rumbo al occidente en un fluir ascendente. De este modo, tanto el clima como la geografía humana se transfiguran. Hay no solo una exhaustiva descripción del paisaje, de la vegetación y de la carretera en sí, sino de las modalidades de lo humano, al igual que de la dimensión arquitectónica de las edificaciones. Incluso, ese tempo otro de las zonas interiores de Venezuela, así como la ingenuidad que se perdió para siempre en el país queda en evidencia en este libro.
La prosa de Palacios es envolvente y sume al lector en un espacio alterno donde lo recreado adquiere una tonalidad en extremo vívida. De igual forma, el carácter sobrio de la fotografía de Boulton expone el rastro concreto de la geografía humana de una Venezuela que quedó detenida en un tiempo aparte, en una dimensión de lo idílico. Hay, si se quiere, una representación de una época que ya no es y de una serie de instantes volcados en la atemporalidad.
La rítmica de esa doble vertiente texto–imagen va en una suerte de in crescendo que emula a los tiempos de la vida. Hay una obvia metáfora del tiempo cronológico de la existencia en la cual el Ser se manifiesta en la corporalidad y en la propia realidad mundana. Hay, de este modo, una alegoría al viaje de la vida y a la hechura del alma. Ello queda patente cuando hacia el final del artefacto, en una suerte de clímax, el Ser hace epifanía a través de su rostro humano vinculado a lo arquitectónico per se. Así, el texto reza:
“Lejos, muy lejos, las unas de las otras, están las casas de los hombres. El hombre se halla rodeado de distancias, las prescritas por su propia y limitada circunstancias y aquellas que va sembrando a su paso”.
De esta manera, lo poético, lo filosófico y también la constelación de la mística referida a la vivencia tienen un lugar primordial en este trabajo. El mismo es testimonio de la experiencia del Ser haciendo huella en la forma de elaboración estética, dimensión trascendente de Antonia Palacios y Alfredo Boulton.
Viaje al frailejón
Antonia Palacios y Alfredo Boulton
Editions imprimeries des poètes
París, 1955
Viaje al frailejón, 1955. Textos: Antonia Palacios. Fotografías: Alfredo Boulton.
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