La arquitectura en el “medio”: comunicación y poder en la Venezuela del siglo XX

Fecha de publicación: diciembre 21, 2017

El presente artículo, séptimo de una serie de nueve, forma parte de una línea de investigación sobre la modernidad venezolana desarrollada en el área de la teoría e historia de la arquitectura y el urbanismo de la Universidad Simón Bolívar. En esta oportunidad, en conjunto con la Fundación Espacio y el Archivo Fotografía Urbana, en el marco del proyecto CCScity450, se exploran aspectos que supusieron una transformación del paisaje urbano caraqueño en relación con el trasiego de ideas y formas entre países.

En un “bosquecito sombrío”, según John Lavin, a cinco kilómetros y medio del aeródromo de Maracay, construyó Juan Vicente Gómez en 1922 su última y definitiva casa. Llamó al lugar “Las Delicias”, Lavin (1) nos la describe así:

“Como obra humana era una arquitectura monstruosa, como no se había visto jamás en Venezuela, ni antes ni después. De dos pisos y construida toda de madera, tenía al frente y detrás una escalera que conducía a la galería superior que daba la vuelta completamente al edificio. Desde la puerta de hierro de la entrada, un camino para autos y caminos en alto bordeándolo con flores y arbustos conducía a la sencilla puerta del frente. Un arroyo corría susurrando cerca dándole aires de romanticismo a la mansión”.

Fig. 1. Quinta “23 de Mayo” o “El Mirador”, última residencia de Juan Vicente Gómez, Las Delicias, Maracay, 1922-1930

Si bien tan temprano como en 1911, Gómez había huido de Caracas y recalado en Maracay, convirtiendo una modesta casa de la Plaza Girardot en residencia presidencial, la construcción de esta nueva casa implicaba una noción de refugio, aunque no sería hasta 1930 en que se trasladaría definitivamente a su “nuevo hogar”. La necesaria relación que habría de mantener con Caracas, ciudad que le resultaba hostil e incómoda, marcaría los últimos años del régimen gomecista. En palabras de Luis Enrique Osorio, “Gómez amaba poco la vida cortesana del Ávila y prefirió hacer su paraíso en el calor de Aragua, entre fábricas y vacadas” (2).

Pero volvamos a la “casa de retiro”. La habitación que escogió Gómez como dormitorio estaba en un ángulo de la parte trasera de la casa. La perspectiva del paisaje habría de complacer sus bucólicas apetencias; sin embargo, su atención debía dirigirse perennemente hacia la que debía ser la habitación más importante de la casa: aquella en la que se encontraba dispuesto el telégrafo, el medio de comunicación que permitía gobernar un país desde este terruño, proyectando su condición “abstracta” de poder y control, lo que convertía en apenas un murmullo, tic-tic tiqui, a la cada vez más distante ciudad de Caracas.

Alambres conductores del pensamiento

El 6 de enero de 1838, Samuel Morse probó con éxito el telégrafo electromagnético que había desarrollado junto al maquinista e inventor Alfred Vail, con quien había creado igualmente el código Morse. En 1843 logró que el Congreso de los Estados Unidos aprobara la construcción de una línea experimental de 60 kilómetros entre Baltimore y Washington. El 1 de mayo de 1844 se completó la línea en el Capitolio. El 24 de mayo, Morse hizo la primera demostración pública de su invento, enviando un mensaje desde la Cámara de la Corte Suprema al ferrocarril de B & O en Baltimore.

Fig. 2. El pintor estadounidense convertido en inventor Samuel Morse (1791-1872) envía el primer telegrama público desde la cámara de la Corte Suprema en el Capitolio, Washington, DC, a Baltimore, el 24 de mayo de 1844. Morse envió el mensaje “¿Qué ha hecho Dios?”

A comienzos de 1851, dos comerciantes norteamericanos domiciliados en Caracas, Louis Baker y Salomon Humphrey, se interesaron en conocer el telégrafo de Morse, dado el extraordinario éxito que había alcanzado en Estados Unidos (3). Entusiasmados, se trajeron un aparato a Venezuela con el que prepararon una demostración pública de “electricismo”, así denominaron a la exhibición de dichos aparatos, un espectáculo por el que cobraron entradas a fin de mostrar la “comunicación instantánea” por medio de “alambres conductores del pensamiento”. Y si bien intentaron venderle al gobierno el proyecto, con exclusividad de diez años, la proposición fue descartada alegando la imposibilidad de otorgar contratos exclusivos de tal categoría. Sin embargo, tres años después el Congreso Nacional aprobaría una ley que autorizaba al Ejecutivo a celebrar contratos con particulares en relación con “objetos de utilidad pública”, y en junio de 1855 se le otorgó al ingeniero español Manuel de Montúfar, quien se había perfeccionado en Estados Unidos en la técnica de comunicación de Morse, el derecho exclusivo de ejercer por quince años la telegrafía electromagnética en el país. En 1856 se inauguró una línea telegráfica entre Caracas y La Guaira, y en 1858 se instalaron las oficinas telegráficas de Valencia y Puerto Cabello. La Guerra Federal decretaría el fin de esta tratativa comunicacional y las líneas quedarían destruidas, hasta 1875, año en que Guzmán Blanco nacionalizó el telégrafo eléctrico, y extendió la red por todo el país. De hecho, en 1882 se inauguró el servicio con Colombia.

Así pues, las primeras décadas del siglo XX marcarían la progresión del sistema en Venezuela. En 1912 se instalaron los primeros equipos de telegrafía dúplex Morse, pasando en 1921 al sistema cuádruplex, que permitía a 4 operadores transmitir y a otros 4 recibir simultáneamente por una sola línea. Y ese mismo año se instaló la telegrafía inalámbrica ¡Oh sorpresa! en Maracay. Los teleimpresores se instalaron en 1924 entre Caracas y Maracay. La publicación oficial gomecista Venezuela en 1924daba cuenta de la importancia de la red telegráfica, que alcanzaba para entonces los doce mil kilómetros, “con la adaptación de los métodos más modernos y la instalación de ocho estaciones radiotelegráficas”. El libro incluía fotos del edificio de los Telégrafos y Teléfonos Federales, en Caracas, y del edificio de Correos y Telégrafos en Maracay, así como de las estaciones radiotelegráficas de Maracay y Puerto Cabello. Los “alambres conductores del pensamiento” facilitaban el dominio del territorio.

Fig. 3. Edificio de los Telégrafos y Teléfonos Federales, Caracas, 1924

Proyecciones del cine

Al igual que en el París de los hermanos Lumière, en la Maracaibo de finales del siglo XIX fueron una pareja de hermanos, Manuel y Guillermo Trujillo Durán, los autores de las primeras películas filmadas en el país: Muchachos bañándose en la laguna de Maracaibo y Célebre especialista sacando muelas en el Gran Hotel Europa, que presentaron al público el 28 de enero de 1897, en el Teatro Baralt. La primera, filmada en un ámbito exterior natural, la segunda, filmada en un ámbito interior construido, se sumaban para delinear los ámbitos fundacionales del cine en Venezuela. Para la proyección utilizaron un vitascopio que habían adquirido en Nueva York a Thomas Alva Edison y que se considera el primer aparato de su género que llegó a Suramérica. Sin embargo, este inicio precoz no tuvo su correspondencia en el desarrollo de las actividades cinematográficas del país.

Fig. 4. Hermanos Lumière, París, 1895, y Manuel Trujillo Durán, Maracaibo, 1897

Fechas como las del primer centenario de la independencia en 1911, tan proclives al gusto de los regímenes autoritarios, propiciaron que el gobierno de Gómez contratara al norteamericano Henry Zimmerman para registrar los actos oficiales, en lo que sería el germen de las Revistas Cinematográficas, precursoras a su vez de los Noticieros. Zimmerman traerá al país el primer laboratorio de revelado profesional, adquirido de Fox Film en Nueva York, y en él procesará no sólo filmes oficiales sino diversos largometrajes y cortos, uno de su propia realización: La dama de las cayenas (1913), una parodia de La dama de las camelias, que se supone es el primer largometraje argumental del país. Una década después, y utilizando cámaras filmadoras adquiridas al New Jersey Institute Photography, Edgar Anzola y Jacobo Capriles filmarían la novela de Rómulo Gallegos, La trepadora (1924), que presentarían como “la primera película venezolana de arte”.

Fig. 5. Edgar Anzola y Jacobo Capriles, fotograma de La trepadora, 1924

Y si bien para ese año de 1924 el número de salas de cine en Caracas era reducido, en menos de una década se pasaría a la astronómica cifra de treinta y tres salas, entre las que destacaban los cines Ayacucho, Principal y Teatro Caracas. El dominio amplio del cine sobre el público se infiltraba lentamente en todas las manifestaciones cotidianas. Julio Morales Lara hacía notar lo difícil que resultaba escapar de su influencia, ya que pocas personas “podían considerarse indiferentes” ante su “dictadura”. Así pues, el cine saltaba de la oscuridad de la sala a la calle “y al interior de muchas casas”. Las stars imponían desde la penumbra sus gestos y caprichos y por las calles caraqueñas circulaban mujeres “calcadas en Greta, Joan o Marlene”. La palabra se sumaba a esta “proyección” del cine, y la tonada arrabalera de Carlos Gardel se transfería de la pantalla a las “gargantas y guitarras” de los capitalinos, quienes durante mucho tiempo coreaban sus canciones, complementando de esta forma el “proceso cinemático”. (4)

Fig. 6. Rafael Bergamín y Enrique García Maldonado. Teatro Ávila, calle Sur nro. 50, Caracas, 1938-1939

Pero el éxito del cine en Caracas tenía su contrapartida en las funciones “privadas” que todas las noches disfrutaba Gómez con su camarilla en su casa de Maracay. En esas reuniones cinematográficas, una de las pasiones del dictador, se “estrenaban” las películas que luego vendrían a Caracas. Por supuesto que el “benemérito”, en su actitud de “padre abnegado y protector”, decidía qué podía verse y qué no. La sala de censura de Maracay “filtraba” los filmes de próxima exhibición en Caracas, sobre todo si tenían algún tipo de crítica o descrédito del gobierno alemán. La conocida admiración de Gómez por ese país servía de compensación ante el fracaso de su cine en Caracas, de enorme producción para la época, pero que empalidecía ante el triunfante cine norteamericano y su exportación de modelos y símbolos.

Y el control férreo sobre dicho medio se extendía hasta la instalación, por iniciativa de Efraín Gómez, sobrino del dictador, de los Laboratorios Nacionales en Maracay en 1926, con el propósito de producir las Revistas Cinematográficas que divulgarían la obra de gobierno, y que tanto agradaban al benemérito. La década de 1930 se inauguraba con la proyección de las primeras películas sonoras en el país, en el Teatro Bolívar de Caracas; y en 1933, Efraín Gómez traería el primer equipo de sonido, produciéndose en 1934 la primera Revista Cinematográfica con efectos sonoros. Así pues, el “anunciado” final de la mudez cinematográfica coincidía con el momento en el que el régimen de Gómez, epítome del silencio, llegaba a su año final.

Taboga (1938), cortometraje de Rafael Rivero, y El rompimiento (1939), largometraje de Antonio Delgado, basado en el sainete del mismo título de Rafael Guinand, serán las películas que den el paso del cine silente al sonoro en Venezuela. El cine, y el país, de alguna forma comenzaban a hablar, dejando atrás el autoritarismo gomecista e iniciando una suerte de período de transición con el gobierno de López Contreras. Significativa sería en este sentido la aventura cinematográfica de Rómulo Gallegos, quien a la postre resultaría ser el primer presidente electo en Venezuela, y quien en 1938 crearía Estudios Ávila, empresa con la que produciría, entre otros, el filme Juan de la calle (1941), escrito por él mismo. En enero de 1940, Gallegos inauguraría en Los Rosales los estudios cinematográficos de Estudios Ávila, los primeros del país, y anunciaría el proyecto de filmar Doña Bárbara. La fundación de Bolívar Films en 1940, empresa que se introduciría con fuerza en la producción, entre otros rubros, de comerciales, tal como puede verse en la siguiente muestra de los años 40:

La realización de La escalinata (1950), de César Henríquez, incursión del cine venezolano en el realismo crítico, señalarían hitos fundamentales de esta época. Pero otra década de dictadura y autoritarismo estaba próxima a fijar su particular relación con los medios de comunicación y con el cine en particular.

Fig. 7. “Rómulo Gallegos en Hollywood y en Caracas”, 1938.

Y es que, a pesar de su “arraigo” nacionalista, el gobierno de Pérez Jiménez “mostró poquísima sensibilidad hacia el cine propio, encaminando su empeño solo hacia su uso como propaganda política” (5). El principal objetivo fue siempre el ámbito de difusión internacional, para lo cual la campaña cinematográfica del país fue asignada por primera vez a una compañía extranjera, Hamilton Wright Organization, Inc. Esta empresa formaba parte del grupo de agencias internacionales que se especializaban en la representación de los intereses de gobiernos extranjeros en los Estados Unidos, así como se encargaban de la resolución de las necesidades de difusión y divulgación, supuestamente a nivel comercial y turístico, de dichos gobiernos, por lo que al final asumían diversos roles como promotores, propagandistas, conformadores de grupos de presión y como “lobbystas” en general. La naturaleza de las actividades de estas agencias fue puesta en duda hacia 1963 por el senador J. William Fulbright, quien celebró una serie de audiencias sobre las “actividades no diplomáticas” que ellas desarrollaban. El Comité Fulbright fue específico en la definición de tácticas y técnicas de relaciones públicas objetables en nombre de gobiernos extranjeros, pautando una lista de siete actividades de este tipo que eran reprobables. Entre las agencias que quedaron bajo el escrutinio más bien hostil del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estaba Hamilton Wright, dirigida por padre e hijo, que seguía promoviendo gobiernos extranjeros en los Estados Unidos. La empresa, fundada en 1908, fue severamente dañada por estas audiencias, de hecho se disolvió hacia 1970.

Hamilton Wright inauguró en 1952 una filial en Venezuela con el objeto de producir materiales para divulgar en el exterior el nuevo plan de la nación. El equipamiento y personal involucrado en la producción eran foráneos y el equipo humano permanecía en el país el tiempo mínimo para cumplir con sus tareas. La postproducción del material fílmico tenía lugar en la sede principal de la empresa en Nueva York. Para lograr “uniformidad en los discursos”, independientemente del idioma a utilizar, el presidente de la firma, según José Miguel Acosta:

“(…) aprueba un texto en inglés que sirve de matriz para el comentario que, centrándose en la modernización física del país, acompañará las imágenes de las noticias en sus distintas ediciones. Un equivalente de ese texto se incluye en los artículos y notas de prensa que se publicarán sobre Venezuela en el extranjero”.

Los noticiarios de cine difundían prioritariamente “las labores administrativas, culturales y deportivas promovidas por el Gobierno”, y los documentales daban a conocer “las actividades económicas: petróleo, minas, pesca, agricultura y turismo”. El primer noticiario se estrenó en Caracas el 23 de noviembre de 1951, y anunciaba que “Venezuela se prepara para un gran festival deportivo”. El quinto noticiario se refería a la construcción de un “súper Centro Rockefeller” en Caracas: el Centro Simón Bolívar, llevando como título: Venezuela Building a Super Rockefeller Center, y se exhibía en los principales cines de la capital. Venezuela gradúa sus West PointersUn nuevo presidentePaís maravilloso, e Inauguración del hotel Tamanaco son algunos de los títulos de los 18 noticiarios procesados y difundidos por la Hamilton Wright Organization de Venezuela entre finales de 1951 y comienzos de 1954. Pero quizás el noticiario de mayor difusión fue Inauguración de la autopista Caracas-La Guaira, que mostraba dicho acto de inauguración, de fecha 2 de diciembre de 1952, y que tuvo una amplísima distribución a través de las revistas más importantes del momento: Fox Movietone NewsreelUniversal NewsreelMetro Goldwyn Meyer-News of the DayPathè Newsreel y Paramount Newsreel. El exceso hiperbólico de este “documental”, señalaba Acosta, registraba el rimbombante comentario de ser, la autopista Caracas-La Guaira: “la obra de ingeniería más importante de América, comparable al canal de Panamá”.

El trabajo de Acosta da cuenta también de la cooperación entre Hamilton Wright Organization y algunas de las grandes compañías de Hollywood. Las películas Bolívar Bonanza (1953, Universal International), The Golden Tomorrow (1955, Warner Bros) y el documental La Nueva Venezuela (1954) realizado por la Twentieth Century Fox para la Oficina Nacional de Información, son prueba de ello. La Nueva Venezuela constituye además “la primera película venezolana realizada con el novedoso cinemascope, contando además con sonido estereofónico y technicolor”. Su estreno “se llevó a cabo a tan sólo tres meses de la primera demostración de tal sistema en nuestro país, en diciembre de 1953”, lo que ponía de manifiesto “el estrecho vínculo de nuestra cinematografía con el poder político”.

Sin embargo, podemos anotar como colofón de todo este “faraónico” esfuerzo las palabras de Ricardo Tirado, para quien los noticieros perezjimenistas —que se exhibían en las salas de cine— sólo “mostraban inauguraciones fastidiosísimas”. (6)

Días de radio

La primera emisora de radiodifusión con servicios regulares estaba situada en Pittsburgh, y se identificaba con el distintivo KDKA. Fue puesta en funcionamiento en noviembre de 1920 por la Westinghouse. En 1922 se otorgó a la British Broadcasting Company (BBC) la primera licencia de radiodifusión en Inglaterra. Para ese año existían 500 emisoras en Estados Unidos y 34 en Canadá. El medio radio apareció en Venezuela hacia 1925, luego de que se convenciera a Juan Vicente Gómez de que “sería un instrumento inofensivo para el régimen”. La primera licencia de operación se otorgó al coronel Arturo Santana, Roberto Scholz y Alfredo Moller, pero en realidad sería en 1926 cuando constituirían una incipiente estación designada con las siglas AYRE. Esa experiencia duró muy poco, por lo que la historia de la radio en Venezuela suele señalar 1930 como el año iniciático, que es cuando salió al aire la primera programación regular de la 1-BC (Broadcasting Caracas). Se puede afirmar que la primera emisora -AYRE-, en términos de estructura de poder, “nace muy ligada al régimen (‘oficialista’)” y la segunda -1-BC- “constituye de alguna manera el inicio de la radio comercial- privada en Venezuela. Desde ahí hasta nuestros días”. (7)

Fig. 8. Las ondas hertzianas “vuelan”: dirigible de la KDKA con una antena experimental a bordo, década de 1920.

La Broadcasting Caracas fue una iniciativa de William H. Phelps, propietario del Almacén Americano, a instancias de Edgar Anzola, quien trabajaba en dicha empresa. En principio, se pensó en la radio como una forma de promover los productos que el almacén vendía, entre ellos los propios aparatos de radio RCA, electrodomésticos Frigidaire, máquinas de escribir Underwood y autos Ford; y, de hecho, se hizo “uso de los propios vendedores del almacén como responsables” de los contenidos, lo que, en palabras de Manuel Silva-Ferrer, era “ya un síntoma de lo que sería luego el campo de los medios audiovisuales en el país”, y la emisora, agrega, “comenzó a estructurar su programación organizando minuto a minuto la comercialización de espacios con fines publicitarios”. Por tanto, los programas comenzaron a identificarse con “marcas” comerciales, sobre todo norteamericanas, que “entrarían” en los hogares venezolanos a través del espacio radiofónico. De esta forma, la Broadcasting Caracas, cuya primera transmisión, el 9 de diciembre de 1930, cubrió “simbólicamente” la ceremonia de colocación de la estatua de Henry Clay en la plaza ubicada al lado del Teatro Nacional, primer senador norteamericano en proponer al Congreso de su país el reconocimiento de la independencia de Venezuela, pasaría luego a ofrecer programas “como ‘La Caravana Camel’, ‘Desfiles Chesterfield’, ‘Sonrisas Colgate’, o el que sería por muchos años el único noticiero de la radio y luego de la televisión, el famoso ‘Reporter Esso’”.

Fig. 9. Almacén Americano, Esq. Pajarito a La Palma, Caracas, 1920 / William H. Phelps Sr. taxidermista, ca.1940 / Edgar Anzola, Radio Caracas, s/f

El espacio radial “primigenio” del país se construyó, por tanto, en la segunda planta del Almacén Americano. Estaba integrado por un estudio grande para los conciertos y otro pequeño para los conferencistas y anunciadores. Había también una sala de espera para músicos y cantantes. Y en la Caracas de los 30, el sonido y la ciudad se expandirían por igual. Con la multiplicación de los aparatos de radio, afirmaba Morales Lara, se podría “ir de un extremo a otro de la ciudad” escuchando el mismo programa musical. En todas las ventanas y puertas, la radio imponía su presencia y la ciudad se volvía un “detal” de música donde cada uno “toma lo que guste”.

La radio será protagonista de primera línea de los acontecimientos del momento. Tras el fallecimiento de Gómez, en diciembre de 1935, López Contreras, recién designado presidente provisional, dirige una alocución radial al país a través de la Broadcasting Caracas. Por primera vez el pueblo escucha la voz de un presidente, razón por la que López Contreras será conocido como el “ronquito”. Pero el cambio que parecía anunciar con dicha acción se vería comprometido el 14 de febrero de 1936, cuando una multitud cercana a cincuenta mil personas se dirija a Miraflores. López Contreras logrará superar la crisis y poco después de los graves acontecimientos, hablará de nuevo por la radio, pero en esta ocasión para informar sobre su programa de gobierno, el primer programa de gobierno del siglo, llamado Programa de Febrero. Ese mismo año decidió crear la Radio Nacional, primera emisora oficial del país.

Fig. 10. Eleazar López Contreras durante su discurso de transmisión de mando en el Congreso Nacional. Caracas, 5 de mayo de 1941

Ese 14 de febrero de 1936 será angustioso también para la Broadcasting Caracas. En medio de saqueos generalizados, una turba antigomecista llegó a las puertas de la radioemisora, pero Edgar Anzola, director de la misma, la salvó con una breve arenga:

“¿Contra quién están ustedes? Esta empresa es privada. No es de los Gómez. Precisamente ahora no sale al aire porque está suspendida por dar noticias al pueblo. Nosotros también somos víctimas del gomecismo. Y siguió impetuoso: ‘Les prometo una cosa. Desde hoy saldremos al aire sin permiso. Y con un nombre criollo: Radio Caracas” (8).

Por tanto, esa noche la “‘Broadcasting’ pasó al https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo de la historia de la radiodifusión porque salió al aire ‘Radio Caracas’”. Y esta emisora tendría el primer “noticiero” radial, un “diario hablado”, que creó Mario García Arocha, y luego siguió haciendo Francisco Cosandra, en el que no se podían decir sino las noticias aparecidas en los periódicos (La EsferaEl Universal El Heraldo).

Fig. 11. Personajes de la radio. Radio Caracas, década de 1940

En 1937 se creó Estudios Universo, la primera radio en contar con un edificio especialmente construido para la emisora. Estaba ubicada en El Paraíso, frente al Hipódromo. Los fundadores fueron Mario García Arocha, Felipe Macía y Alfredo Cortina. El edificio tenía dos pisos y fue realizado por Carlos Alberto Berrizbeitia. Contaba con un gran estudio y con otro más pequeño, aparte de un auditorio grande, “separado por vidrio, en donde cabían cerca de 200 personas”. Fue la primera emisora en propiciar un espacio especialmente pensado para el público en sus instalaciones. En su sala de control se instaló el primer grabador profesional de discos que hubo en Caracas.

Fig. 12. Construcción de Estudios Universo en El Paraíso, Caracas. El anuncio dice: “este Edificio es el Primero Que se Construye en Venezuela Especialmente Para Radio”

Otra arista que cubría la radio era, metafóricamente, la de viajar por el país. Al respecto, Alfredo Cortina señalaba lo siguiente:

“Sentíamos la obligación de cuidar ese “juguetico” que era la radio. Queríamos crear un ambiente de suspenso y aprovecharlo para decir cómo era Venezuela. Entonces, las carreteras eran malísimas; los viajes hacia Maracaibo y Ciudad bolívar se hacían en barco; hasta pasaporte había que sacar porque el vapor tocaba en Curazao. El pueblo podía enterarse cómo se vivía en el interior porque nosotros, por decirlo así, lo trasladábamos a través de la radio” (9).

Fig. 13. Alfredo Cortina en su estudio, Caracas, 1979

En todo caso, el “juguetico” funcionaba desde las 6 a.m. hasta las 12 de la noche, y los programas, añade Cortina, “consistían principalmente en novelas, programas musicales de calidad, música bailable; ya se usaban mucho los discos, y las orquestas tocaban en la radio, porque no había grabación”. Sin embargo, la radio procuraría ocupar otros espacios, de mayor sentido social y educativo. En 1947, por ejemplo, se llevó a cabo “La Campaña de Alfabetización”, que incluía enseñanza escolar por radio. Pero en 1949 irrumpirá el gran suceso de la radio de esa época: la difusión por Radio Continente de la radionovela El derecho de nacer, escrita por el cubano Félix Benjamín Caignet: “La trama elemental del hijo natural –lugar común de la sociedad tradicional venezolana– conjugada con la del ascenso y la mezcla social, se convirtieron en todo un suceso para una sociedad en plena transformación” (10), perfilando el “proceso de configuración de una cultura de masas en Venezuela” en la que la radio, además, en el caso concreto de El derecho de nacer, “comenzó a influir de manera generalizada en las rutinas cotidianas urbanas.” Pero con la popularidad de estas series radiales llegó también la censura. A comienzos de los 50, el gobierno militar considerará algunas de ellas ofensivas a la moral, prohibiendo “su transmisión; por ejemplo, Mujeres en mi vidaEl dolor de ser pobreDivorciados y Los hijos del pecado” (11). A esta medida siguió la aplicación de un Reglamento de Radiodifusión.

Y si bien el surgimiento de la televisión en los 50 supondría un golpe para la radio, ésta renacería en la Venezuela de los 90 gracias a la consolidación de la FM. La tecnología que el ingeniero Edwin Armstrong probó en 1934 desde un laboratorio ubicado en la cima del recién construido Empire State, y que denominó Frecuencia Modulada, sufrió un enorme rezago debido a la guerra emprendida en su contra por la RCA, la mayor fabricante de receptores de radio, y propietaria de la primera red norteamericana de radio, la NBC. Sintiéndose amenazada por la nueva tecnología, la RCA no sólo arruinó a Armstrong, sino que lo llevó a lanzarse de su apartamento en un piso 13 de Manhattan. Sin embargo, la FM terminaría imponiéndose y, en la Venezuela de fin de siglo, potenciaría la aparición de programas pensados para aligerar el tráfico de esa ciudad automotora a la que se ha referido Lorenzo González Casas en uno de los artículos de esta serie, programas en los que la informalidad y el desenfado acabarían con la locución distante de otros tiempos, propiciando una radio participativa en la que el público joven deliraba con una nueva generación de comunicadores. Tal era el espíritu “juvenil” que se imponía, que hasta las generaciones “anteriores” pasaron a ser designadas bajo la denominación edulcorada de “adultos contemporáneos”.

Televisión: censura primigenia

“Bajo una férrea censura, tutelada por la mirada amenazante de la dictadura, nace en los años 50 la televisión”, así de tajante nos recordaba Jesús Sanoja Hernández la condición primigenia bajo la que apareció la televisión en Venezuela, condición a la que parece haber retornado desde hace cerca de una década, como si quisieran hacernos creer que se trata de una “marca genética”.

Fig. 14. Primeras imágenes televisadas en Caracas, 1950

Para Silva-Ferrer, la expansión del ideario petrolero de la mano de los medios de comunicación de masas desempeñará un rol determinante hacia mediados del siglo XX, ya que la radio y la televisión tendrán, en general, un papel preponderante en los procesos de modernización cultural del país, en detrimento incluso de la educación. Paradójicamente, las primeras imágenes televisadas serían las de unas operaciones realizadas en el Hospital de la Cruz Roja, transmitidas al Hotel Ávila, en donde se armaría un evento con el fin de convencer a un grupo de empresarios de invertir en dicha tecnología.

El grupo Phelps también incursionaría en el medio Televisión con la aparición de Radio Caracas Televisión en 1953, mientras que la familia Cisneros diversificaría en 1960 el negocio de las embotelladoras con la compra, por parte del patriarca Diego Cisneros, de las acciones de Televisa, empresa que había sido constituida en 1952 y que estaba vinculada a Radio Continente pero que tuvo que declararse en quiebra. Un año después crearían una nueva televisora: Venevisión. Curiosamente, en 1969 incursionarían en la radio, haciendo el camino inverso de los Phelps. Pero, en general, los grupos económicos más importantes estarían centrados en torno a la televisión, presentando una tendencia a la concentración vertical.

Fig. 15. Técnicos y empleados de Radio Caracas Televisión realizando pruebas antes de su inauguración, 15 de noviembre de 1953 / Olga Guillot canta en el primer show de Venevisión, 27 de febrero de 1961.

La televisión sólo comenzó a jugar un papel político en 1958, con un breve mensaje de Pérez Jiménez, en el que declaró conjurados el golpe de Estado de Hugo Trejo y el alzamiento de la Aviación. Y luego, tras la caída de la dictadura, el 23 de enero de 1958, propició programas de debates y “cumplió un papel importante en la liquidación de las sublevaciones de Castro León y Moncada Vidal, así como en la divulgación de los resultados” de las elecciones de diciembre de 1958.

Fig. 16. Manifestantes entran a la sede del diario El Nacional. Caracas, 23 de enero de 1958

A lo largo de la década de los 60, se haría palpable que en la conformación del sistema televisivo venezolano estuvieron presentes las tres grandes transnacionales de la comunicación: la NBC formará parte de la composición accionaria de C.A. Radio Caracas, empresa que operaba a Radio Caracas Televisión; Venevisión estará estrechamente ligada a la ABC, de hecho, numerosos programas de dicha compañía formaban parte de la “parrilla” televisiva del nuevo canal; y Cadena Venezolana de Televisión, CVTV, que fue lanzada al aire en 1964, siendo propiedad del empresario cubano Goar Mestre, contaría con la participación de la CBS.

Un género esencial televisivo lo fue el “noticiero”, siendo “El Observador Creole” el programa que por antonomasia identificó a dicho género. Y, de hecho, la televisión fue capital en la difusión de “la noticia del siglo”, pues el 20 de julio de 1969, por primera vez en la historia, un ser humano caminó sobre la superficie lunar. Y Venezuela fue, con Colombia, uno de los dos únicos países sudamericanos que presenciaron en directo la hazaña. RCTV transmitió en vivo el despegue, y tres días después paralizó al país con las imágenes en directo de la llegada a la luna de Armstrong, Aldrin y Collins. En las tiendas de electrodomésticos —como la General Electric de Sabana Grande—, los televisores permanecieron encendidos toda la noche. Curiosamente, CVTV retransmitió el evento “en horarios más cómodos y con la imagen más nítida”, según anunciaban, entre las 7:30 am y a las 9:30 pm del 21 de julio. Sin embargo, la emoción ya no sería comparable a la vivida en la insomne jornada anterior.

Fig. 17. Primera emisión de El Observador Creole, con Francisco Amado Pernía, Radio Caracas Televisión, 16 de noviembre de 1953

A diferencia de la radio, y por encima de su ubicuidad, las televisoras terminaron conformando en el imaginario capitalino territorios “físicos” vinculados con la noción de “distritos” y “constructores” de contextos. Así pues, Radio Caracas Televisión se convirtió en una representación de Quinta Crespo, así como Venevisión lo fue de Colinas de los Caobos, o Venezolana de Televisión resultó indisociable de Los Ruices. La década de los 70 estuvo marcada, entre otras cosas, por la adquisición por parte del Estado venezolano de la emisora CVTV en 1974, que pasaría a llamarse Venezolana de Televisión, VTV. En sus primeros años, su programación estuvo encadenada a la de la Televisora Nacional (canal 5), pero poco tiempo después se convirtió en la cara televisada de los intereses del gobierno de turno, y en el siglo XXI sería propiedad “exclusiva” del gobierno. La Televisora Nacional cerrará la década con el anuncio en 1979 del inicio de sus transmisiones a color, llegando los primeros aparatos a los hogares venezolanos hacia 1980. Y esa nueva década terminará el 27 de febrero de 1989 con el llamado Caracazo. Y luego, durante los primeros años de los 90, la televisión cambiaría el rumbo del país.

Edificios “mediados”

El crecimiento de los medios de masas en el siglo XX tuvo su correspondencia en el surgimiento y consolidación de la “ciudad de masas” y, además, en la irrupción de una arquitectura pensada y diseñada en función de ese carácter masivo. La ciudad de Caracas, como capital del país y epicentro del crecimiento y atracción de grandes masas poblacionales, fue un reflejo de ello, con la aparición de “soluciones” habitacionales, de grandes dimensiones, que pretendían dar respuesta a las exigencias que esa “nuevo” tipo de ciudad generaba. Pero también se manifestó otra forma de representación de esa ciudad masiva, con la irrupción de torres que competían por convertirse en hitos, tal cual las torres medievales que levantaban las familias adineradas de la población de San Gimignano. Y es que diversas edificaciones de la Caracas de la segunda mitad del siglo XX trataron de asociar sus programas funcionales con distintos medios de difusión, promoción y comunicación, tanto impresos como radioeléctricos y/o audiovisuales, exhibiendo una notable correspondencia con los modos de vida urbanos y tratando de “refulgir” como referencia visual en medio de la ciudad. Otros, en cambio, se convirtieron en objeto de difusión ellos mismos, procurando mostrar internacionalmente un imaginario arquitectónico inserto en una caracterización moderna del país.

Por ejemplo, la Torre Polar, que albergaba un teatro con 1.300 plazas y un auditorio para 280 personas, contaba también con una estación de televisión. Pero el edificio que más concitó tanto el uso como la difusión en los medios fue el Helicoide. La lista de periódicos y revistas internacionales que mostraron interés en la edificación fue enorme, y todos ellos asumieron el ideario de una obra “que proporcionará a Caracas el centro comercial más importante y moderno en las Américas y en el mundo entero”. Aparte de ello, el Helicoide emitió su propio:

“Boletín Informativo, para los propietarios de tiendas e inversores potenciales, en el que se proporcionó información sobre el proceso de construcción. Su primer número fue publicado en abril de 1959, coincidiendo de alguna manera con el último número de la revista Integral, también ese año” (12).

Por otro lado, era un edificio basado en “una compleja red de hormigón armado inherentemente combinada con tecnología de telecomunicaciones de vanguardia”. Y, por supuesto, en el proceso de proyecto “se planificó una estación de radio: Radio Helicoide”, que era un “medio local para difundir las actividades del centro y dar a conocer las diversas ofertas de los comercios”.

Pero, en relación con el imaginario urbano de Caracas, la arquitectura se identificó sobre todo con un medio primario, que había alcanzado un desarrollo extraordinario a mediados del siglo XIX gracias a la revolución industrial: la prensa. De hecho, la capital se llenó de torres identificadas con medios de comunicación y/o con familias propietarias de medios, pero principalmente periódicos, como Torre La Prensa, Torre El Universal, Edificio El Nacional, Torre Phelps, Torre Capriles, etc.

Fig. 18. Torres Polar, Phelps y Capriles. Vista hacia Plaza Venezuela, Caracas, ca. 1975 / Torres medievales, San Gimignano

Mas esa iconografía urbana de los medios tradicionales comenzaría a ser afectada por el desarrollo de las tecnologías de la producción, información y comunicación, que propiciaron la irrupción de una simultaneidad temporal entre puntos cada vez más distantes en el espacio. Internet, las telecomunicaciones, la movilidad e interconectividad crecientes afectaron, y están afectando sustancialmente nuestra experiencia del tiempo y del espacio, por lo que la arquitectura habrá de redefinirse en un contexto distinto y singular.

Pero a nivel mediático internacional, la arquitectura quedaría vinculada por siempre a una “decapitación simbólica”, al atentado contra las torres gemelas de Nueva York, que el mundo presenció el 11 de septiembre de 2001 “en vivo y directo” a través de la televisión.

Del “pistoletazo de salida” a la “salida del aire”

Siguiendo a Silva-Ferrer, los medios audiovisuales fueron “el espacio privilegiado en el que los venezolanos, a falta de libros y escuelas, comenzaron a modelar las ilusiones de un mundo moderno por la vía del consumo”. Y es que, como Beatriz Sarlo ha señalado, la modernidad en América Latina envolvió “un proceso descomunal de importación de bienes, discursos y prácticas simbólicas” (13). Súbitamente, las importaciones se convirtieron en la forma más evidente de visualización del imaginario petrolero de Venezuela, constituyéndose en eslabón vital del circuito de “realización de la renta del petróleo”.

Un medio en particular marcaría el discurrir (o descarrilamiento) que ha llevado el país en el siglo XXI. El paisaje urbano se pobló a comienzos de los 90 de antenas parabólicas tal como lo había hecho de antenas receptoras de TV en los 60. Pero el papel crucial de la televisión en la Venezuela de la década final del siglo XX quedaría marcado por la impronta de aquel “por ahora” que, en apretada síntesis, luego extraviada en bochornosas e interminables alocuciones en cadena, sumiría a la Venezuela del siglo XXI en la constatación de la ilusa modernidad que había signado gran parte del siglo del que se despedía. La emergencia de un “magma” premoderno, que había quedado subyacente bajo la desmedida y excluyente pretensión modernizadora, así como la exaltación hiperbólica del estado rentista petrolero, “estado mágico” en palabras de Fernando Coronil, que había suplantado la construcción de riqueza por la “irrigación” del súbito maná (mene) caído de los cielos (o de los suelos), propiciaba la aparición de cualquier tipo de proyecto, por más sin sentido que éste fuera.

Y ese medio televisivo, que había transmitido el escueto mensaje encantador de serpientes, sería posteriormente territorio de una implacable labor de censura, traducida en el cierre, entre otros, de emisoras, televisivas y radiofónicas, utilizando para ello eufemismos, y suspendiendo concesiones, lo que paradójicamente comenzó por una emisora como Radio Caracas Televisión, que en 1930 había marcado el “pistoletazo de salida” de los medios radiofónicos en el país, y que en 2007 sería silenciada en su versión televisiva –condenada a otro “pistoletazo de salida” pero esta vez signado por el término “salida del aire”–, exponiendo impúdicamente la pretensión de quitar sistemáticamente de “en medio” a los medios, y de abolir el “espacio” crítico y de disenso en la Venezuela del siglo XXI.

***

Notas

1. John Lavin. Una aureola para Gómez. Caracas: Distribuidora Continental, s/f (orig. 1954), p. 362.

2. Luis Enrique Osorio. Democracia en Venezuela. Bogotá: Editorial Litografía Colombia, 1943, p. 59.

3. Guillermo García Arrieche. “Telégrafo”, en Fundación Polar, Diccionario de Historia de Venezuela 4. Caracas: Fundación Polar, 1997 (orig. 1989), pp. 33-34.

4. Julio Morales Lara. Huella Errante. Crónicas de la Vida y del Paisaje Venezolano. Maracay: Ediciones de la Agrupación “Sergio Medina”, 1942.

5. José Miguel Acosta. “Nuevo Ideal y Cine Nacional”, Literales, Tal Cual, fin de semana 25 y 26 de agosto de 2012, p. 18.

6. Ricardo Tirado. “Reencarno a alguien que trabajó en el cine. Ricardo Tirado”, “Pasiones de los venezolanos”, Edición Aniversaria El Nacional, 3 de agosto de 2007, pp. 9-11.

7. Manuel Silva-Ferrer. “Venezuela: The Modern Oil Nation. Globalización, Estado, cultura y comunicación en torno al enclave petrolero”, Tiempo y Espacio, no. 63, Caracas: Universidad Pedagógica Experimental Libertador/Instituto Pedagógico de Caracas, 2015, enero-junio, pp. 35-53.

8. Manuel Alfredo Rodríguez. Tres décadas caraqueñas 1935-1966. Caracas: Monte Ávila Editores, 1975.

9. Alfredo Cortina citado en Etna Mijares, dir. y coord. Cuarenta años después, Juan Liscano, prólogo. [Caracas]: Inversiones Cinematográficas Mapanare C.A., 1982, p. 100.

10. Silva-Ferrer, op. cit., pp. 46-47.

11. Jesús Sanoja Hernández. “Años de diversión y silencio”, “Un retrato de nuestros tiempos 1943-2004. Los cincuenta”, Edición Aniversaria El Nacional, 3 de agosto de 2004, p. B-2.

12. Jorge Villota Peña. ¡Los Hiperyanquis! Arquitectura moderna en Venezuela durante los años 50. Tesis Doctoral, The Universityof Texas at Austin, 2014, p. 234.

13. Beatriz Sarlo. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires: Nueva Visión, p. 29.

Fuentes de las imágenes

Figura 1: http://urbenaragua.blogspot.com/2012/01/puesta-en-valor-del-patrimonio-urbano_17.html

Figura 2: http://delanyco.com/2015/11/13/yesterdays-disrupters-are-todays-modern-conveniences-the-telegraph/

Figura 3: http://mariafsigillo.blogspot.com/2013/07/historia-menuda-de-santiago-de-leon.html

Figura 4: https://www.biografiasyvidas.com/monografia/lumiere/ http://www.notitarde.com/homenaje-a-manuel-trujillo-duran/cultura/2016/11/20/1037137/

Figura 5: http://visor.com.ve/cine-mudo-1897-1936/largometrajes-mudos-1897-a-1936/

Figura 6: Henry Vicente. Arquitecturas desplazadas. Rafael Bergamín y las arquitecturas del exilio español en Venezuela. Tesis Doctoral. Universidad Politécnica de Madrid, 2014

Figura 7: Elite nº 645, Caracas, 12 de febrero de 1938, p. 19, en José Miguel Acosta Fabelo, “Rómulo Gallegos y el cine venezolano: Estudios Ávila (1938-1942)”, http://av.celarg.gob.ve/GallegosMultiple/cinematografia.htm

Figura 8: Brett Davis. “KDKA: Broadcasting’s Pioneer Station”, The Pennsylvania Center for the Book, 2010 fall.

Figura 9: https://caracascuentame.wordpress.com/2017/03/24/las-ondas-hertziana-se-expanden-sobre-caracas-gomez-enciende-la-radio/ http://www.fotoseimagenes.net/william-h-phelps-sr / https://lahistoriadelosmedios.wordpress.com/tag/edgar-anzola/

Figura 10: Autor desconocido ©ArchivoFotografíaUrbana

Figura 11: Cortesía Paul Urdaneta, en Etna Mijares, dir. y coord. Cuarenta años después, Juan Liscano, prólogo. [Caracas]: Inversiones Cinematográficas Mapanare C.A., 1982

Figura 12: Alfredo Cortina ©ArchivoFotografíaUrbana

Figura 13: ©Vasco Szinetar

Figura 14: Colección Elite, en Etna Mijares, op. cit.

Figura 15: https://caracascuentame.wordpress.com/2017/05/29/por-las-calles-de-caracas-rctv-hizo-television/comment-page-1/ Ibid.

Figura 16: Jorge Humberto Cárdenas ©ArchivoFotografíaUrbana

Figura 17: https://fotogaleriaweb.wordpress.com/2016/08/19/animadores-y-locutores/

Figura 18: Autor desconocido ©ArchivoFotografíaUrbana / http://www.vivetoscana.com/patrimonio-de-la-humanidad-de-la-unesco-en-toscana/

 

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