Esta imagen es una postal de tipo iluminada. José Alfredo Sabatino Pizzolante, autor del libro La palabra hecha paisaje–Puerto Cabello, 200 años en las tarjetas postales (Caracas, 2012), explica que fue editada por Meclin Jesurum, uno de los editores más importantes de la ciudad porteña, probablemente en 1920.
—Meclin Jesurum, propietario del Museo y Botillería “El Globo”,—escribe Sabatino Pizzolante en su libro—edita su serie Recuerdo de Venezuela, que no vacila en identificar como sellos de sellos de colección; de esta conocemos al menos 31 vistas diferentes produciendo más de 40 postales mayormente en blanco y negro, unas pocas iluminadas. El establecimiento de Jesurum incluso desplegaba un aviso externo en el que destacaban las palabras “Postales” y “Estampillas”, fácil de observar por cualquier visitante que recién desembarcaba, habida cuenta la proximidad de este comercio a los muelles. Ettedgui Hermanos saca al mercado su serie Saludo de Venezuela de la que se registra al menos diez vistas diferentes, mientras “La Favorita” editó una serie de ocho viñetas sobre edificios, los muelles y monumentos.
“Junto a los editores de tarjetas impresas, generalmente establecimientos comerciales, habría que contar a los particulares cómo Henrique Avril y A.M. Gómez editaron las suyas en las formas de postales de foto real”.
Abogado experto en derecho marítimo e historiador especializado en la peripecia de Puerto Cabello, José Alfredo Sabatino no precisa de cuándo data la tradición de bendecir el mar entre los porteños. Dice que nadie podría afirmarlo con exactitud,“aunque no sería descabellado atribuirla al establecimiento de la Compañía Guipuzcoana a comienzos del siglo XVIII. Quizás los primeros españoles a quienes correspondió dar forma urbana al puerto de Cabello, la trajeron remembrando las festividades de San Telmo de Zumaia, que desde antaño se celebran en la provincia de Guipúzcoa, donde el lunes siguiente de Pascua se lleva la imagen de aquel santo en procesión hasta la ermita situada al borde del acantilado que domina la playa de Itzurun, y desde allí se bendice el mar”.
—¿Cabe suponer que el origen del ritual podría estar relacionado con algún evento natural, eventualmente catastrófico?
—Efectivamente. Su origen podría estar asociado a un maremoto que azotara a nuestras costas; tal como ocurre con la bendición del mar que tiene lugar en La Carraca, Cádiz, luego de la tradicional misa de acción de gracias en recuerdo del maremoto de 1755, que milagrosamente no causó mayores estragos entre sus habitantes. Asimismo, en la población francesa de Etretat se conmemora la Bédédiction de la Mer, cuyo origen se remonta a tiempos medievales, cuando según la leyenda unos pescadores fueron atrapados en terrible tormentaque cesó cuando un monje se arrodilló y rezó para que se detuviera.
No deja de ser curioso, sin embargo, que el obispo Mariano Martí, cuya aguda pluma escrutara distintos poblados, incluido el nuestro, en las visitas pastorales de los años finiseculares del siglo XVIII, nada refiera sobre esta tradición en el puerto, lo que nos lleva a concluir que quizás sus inicios se remontan a la primera mitad del siguiente siglo. Se trata, en todo caso, de una festividad eminentemente religiosa, a veces inspirada en la bendición de las aguas que, de acuerdo al calendario católico, se celebra en la Epifanía.
—¿Desde cuándo, calcula usted, se viene realizando esta festividad?
Disponemos de crónicas periodísticas que permiten afirmar que esta tradición tiene poco más de siglo y medio entre nosotros. En El Vigilante (1863), leemos: “… para coronar las fiestas de la Semana Santa, nadie debe excusarse de concurrir a la procesión de mañana domingo en la madrugada, una de las fiestas más hermosas que pueden presenciarse, y a la cual da singular realce la hora, la carrera de la procesión, la bendición del puerto y fortaleza…”. Una década más tarde, El Eco Porteño señala: “Llegó por fin el Domingo de Resurrección, día en que según la costumbre la procesión recorrió el muelle, bendijo las aguas, los buques y el castillo…”. Y encontramos mayores detalles en una crónica de 1887, aparecida en El Diario Comercial: “La fiesta de ayer domingo, una de las más lucidas de los días Santos, debido en gran parte a la posición topográfica de este puerto que le presta mayor mérito, estuvo también concurridísima, no obstante que solo en la tarde del sábado vino a obtenerse el permiso para salir la procesión. La salva del Castillo Libertador que ostentaba sobre sus almenas formada toda la guarnición de la fortaleza, los buques empavesados, la bendición del puerto, Castillo, &., todo esto presta particular realce a esta fiesta”.
—¿Se bendice el puerto o el mar?
—Interesante observar que, durante el siglo XIX, la celebración no recibe el nombre de la bendición del mar, sino “del puerto” o “de las aguas”. No será sino a principios del siglo pasado cuando se comience a denominar “bendición del mar”, como lo testimonian algunas viejas postales que registran este evento. Lo anterior nos permite ensayar una explicación: Puerto Cabello nunca ha vivido de su mar, contrario a lo que ocurre con los pueblos de oriente que esperan a los peñeros y el pescado para su sustento. Por el contrario, los porteños siempre han vivido del puerto, a través de cuyos muelles llegan los buques y mercancías generadoras de su actividad económica. Eso explicaría por qué en sus inicios se bendecía el puerto y no el mar.