¿Tiene algún sentido preguntarse qué habría sido de la vida o de la carrera de alguien si no hubiera nacido venezolano…? Debe ser una pérdida de tiempo. Pero el caso es que María Luisa Sandoval (Los Teques, 18 de octubre de 1929) tenía todo lo necesario para ser una estrella de cine conocida en todo el mundo: talento, estampa impactante, ángel y absoluto desinterés por ser una actriz famosa. Esto último lo concluimos al sostener una entrevista telefónica con ella, quien nos atendió en su casa en Florida, Estados Unidos, y leer la larga entrevista que le hizo su hija, la escritora Carol Prunhuber.
María Luisa Sandoval conserva esa especie de desapego mundano ue mantuvo mientras estaba en las pantallas de cine y televisión, y en el teatro. Era como si los escenarios fueran su ambiente natural, al que ingresaba con solo abrir la puerta indicada, pero sin que ello le produjera el menos afán.
Al verla en La escalinata, su primera película el crítico Rodolfo Wellish escribió, en la revista Mi film: “…artista de indiscutibles aptitudes, revela en muchas escenas sus dotes de buena actriz, franca simpatía personal, y creemos que con el andar del tiempo María Luisa bien podrá ocupar puesto de importancia dentro de nuestro cine”.
Lo ocupó. Cómo no. Pero, claro, era nuestro cine. Un cinecito. María Luisa Sandoval hizo cinco películas, cuyas copias, por cierto, están –o estaban- en la Cinemateca Nacional.
La escalinata
En 1950, el artista plástico César Enríquez rodó una película con guión de Elías Marcelli y una trama social, que quiso filmar en los escenarios naturales, esto es, en un barrio de Caracas, la Quebrada de Caraballo. Se llamó La escalinata y fue, de hecho, la primera película venezolana concebida y realizada en la estela del neorrealimsmo italiano (forma de narrar en el cine de manera auténtica, es decir, con historias de fuerte contenido social, con actores no profesionales y fuera de los estudios).
La escalinata, escribió el historiador brasileño Paulo Antonio Paranaguá, “fue probablemente […] donde el neorrealismo surgió como alternativa de expresión y producción por primera vez en América Latina. Luis Buñuel realizaba entonces Los olvidados (México, 1950) con presupuestos ideológicos y dramáticos muy distintos y en un contexto productivo radicalmente diferente”.
–Tanto La escalinata, como Reverón y Araya (de Margot Benacerraf)– apuntó el historiador venezolano Pablo Gamba- fueron posibles debido a una institución que desempeñó un papel fundamental para el cine venezolano: la Unidad Fílmica de la Shell. John Grierson estuvo entre los que iniciaron el trabajo en el cine de la petrolera anglo-holandesa, que envió a Venezuela a uno de los documentalistas más importantes del cine holandés: Bert Haanstra.
“La Shell”, sigue Pablo Gamba “hizo películas institucionales en el país, entre las que se destaca Llano adentro (1958), dirigida por el escritor, cineasta y pacifista italiano emigrado a Venezuela, Elia Marcelli. Es un clásico del documental venezolano, con el que dialoga, además, otro de los más importantes: El domador (1978), de Joaquín Cortés. […] Además, la petrolera puso sus técnicos a disposición de los venezolanos que aspiraban a hacer cine de autor, e incluso sus equipos. Es el caso de Giuseppe Nisoli, que estuvo a cargo de la fotografía de Araya. Boris Doroslovacki, quien estableció un laboratorio con la ayuda de la Shell para procesar las películas de la compañía, fue el cinematógrafo de La escalinata y de Reverón”.
Como carecía de presupuesto, Enríquez reclutó sus actores y buena parte de su equipo en el Taller Libre de Arte, donde estudiaba María Luisa Sandoval.
–Yo había hecho la primaria en El Conde, Caracas, donde vivíamos –recuerda María Luisa Sadoval-. Pero cuando terminé el sexto grado, el plantel cerró. Para no perder tiempo, me metí en la academia de arte de El Cuño, que era la principal escuela de arte de Caracas. Allí varios grupos, principiantes, intermedios, principales…. Estudiábamos pintura, diseño, escultura… De todo. Yo pintaba. Cuando yo entré, Mateo Manaure era un alumno de los que llamaban profesores, porque estaban a punto de graduarse y nos daban clases. Era el caso de Carlos Cruz-Diez. Casi todos los pintores venezolanos conocidos estaban ahí.
César Enríquez, también estudiante de artes, seleccionó el elenco entre sus compañeros, “pero faltaba la mujer”, dice María Luisa Sancoval. “No conseguían una muchacha para el papel. Me dijeron que si yo quería participar en la película y les dije que no. No me interesaba eso. Siguieron buscando y un día volvieron: ‘ “¿no quieres que te hagamos una prueba? Necesitamos una muchacha, ayúdanos’. Me hicieron la prueba y les gustó. Así empezamos a filmar La escalinata. Con gente del barrio, policías auténticos, ambulancias auténticas… Todo lo que sale en la película estaba allí, en el barrio”.
La fotografía de La escalinata estuvo a cargo de Boris Doroslovacki, fotógrafo yugoeslavo que había trabajado con la UFA alemana como director de fotografía, fue prisionero de guerra y una vez finalizadas las hostilidades, sió de la cárcel y vino a Venezuela, donde abrió una tienda de artículos de fotografía.
La dirección de arte corrió a cargo de César Enríquez. En sonido, Antonio Plaza Ponte. Los intérpretes fueron: María Luisa Sandoval, Oscar Jaimes, cantante y primera figura de la radio; Rubén Saavedra, Carlos Flores, Víctor Ruido, Félix Castillo, Juan Rodríguez, así como los habitantes de la Quebrada de Caraballo: Cruz Vicente Medina, la niña Margarita Hidalgo, Rafael Urguelles, Ángel Vicente Vargas, Simón Juanerjes Giménez y José Pérez.
Fue estrenada el 20 de spetiembre de 1950 en los teatros Continental, Capitol, Caracas, Alcázar, espala, Río y Lincoln (en Caracas) y diez salas más en el resto del país.
Al concluir la filmación, María Luis Sandoval retomó sus clases en la escuela de artes. Y poco después comenzó otra película. “Esa película tan modesta”, le dijo la actriz al historiador del cine venezolano, Ricardo Tirado, “rodada a pleno sol por las quebradas, cerros y calles de la coudad margina, cambió la vida de unos cuantos, incluyéndome a mí”.
Un sueño nada más
En 1951, cuando todavía los entendidos en cine comentaban La escalinata, se estrenó la segunda película de María Luisa Sandonal. Se llamó Un sueño más. El guión era del cineasta argentino Juan Corna, quien también la dirigió. La fotografía recayó sobre Aníbal González Paz. El montaje y el sonido los hizo Antonio Plaza Ponte. Y la producción fue de Antonio Bacé con CIVENCA.
El elenco de Un sueño nada más estaba compuesto también por: Dafne Acosta Rublo, Fernando Cruz, Juan Corona, Marco Tulio Maristany, Fina Rojas y Rubén Saavedra.
–Era una comedia tipo inglesa –explica María Luisa Sandoval-. Dos hermanas enamorada del mismo hombre. Yo hacía la hermana mayor, de quien estaba enamorado el galán. Y la jovencita fue interpretada por Dafne Acosta Rubio, una debutante que quería ser actriz y su padre, quien era un publicista muy conocido, armó el proyecto para complacer a la muchacha. La película se filmó en la casa de la escritora (y quien fuera Miss Venezuela 1949) Miriam Cupello, en El Paraíso.
–¿Esa película tuvo éxito? –le preguntó su hija, Carol Prunhuber.
–Creo que no –responde ella con sencillez-. Pero era bonita, la gente iba bien vestida, no estaba mal. Pero es que no gustaba en esa época. A la gente no le interesaba. El venezolano todavía no estaba preparado para eso.
Territorio verde
En el tercer papel de María Luisa Sandoval interpretaba a una india. “Porque les hicieron pruebas a varias actrices y ninguna los convenció. Parece que le hicieron prueba a Margot Antillano, quien podía dar el tipo de india pero era una mujer un poco madura; no daba el papel que, era para una actriz joven. Me contrataron porque pensaban que me podían arreglar, no sé, maquillar…”.
Se refiere a Horacio Petersonon y a Ariel Severino, quienes compartieron la dirección de Territorio verde (1952), una película producida por Bolívar Films, con guión de Guillermes Fuentes. Fotografía de Ramiro Vega. Escenografía de Ariel Severino. Montaje de Alcides Longa. Música del maestro Eduardo Serrano. Sonido de Leopoldo Orzali. Y la producción de Luis Guillermo Villegas Blanco. Un equipo extraordinario, en verdad.
Compartían el cartel con María Luisa Sandoval, los actores Elena Fernand, Luis Salazar, Tomás Henríquez, Pura Vargas, Alberto de Paz y Mateos (quien interpretaba un sacerdote), Saúl Peraza, Alberto Castillo Arráez, Aldemaro García y Miro Antón.
– Todas las escenas de selva se rodaron en Tarzilandia –dice María Luisa Sandoval-. No existía el restaurante en esa época. Tarzilandia era un parque nacional, a la pata del Ávila. Era muy bonito, todo salvaje. Trabjábamos de 8 a 5. Cuando se iba la luz, ya no se podía trabajar porque ellos decidieron filmar con luz natural.
Papalepe
En 1955, la compañía productora Gama Film filmó Papalepe, un melodrama escrito, dirigido y producido por Antonio Graciani, padre. Con fotografía de Lorenzo Capra; montaje de Antonio Graciani, Jr.; sonido de Luis Capriles y escenografía de Ariel Severino.
En esta cinta, María Luisa trabajó con Agustín Irusta (actor mexicano), Liliana DuránAmérica Alonso, Américo Montero, Ligia Duarte, María Escalona, Helena Naranjo, Edmundo Valdemar, Chuchín Marcano y la niña Rebeca González.
La pelicula se estrenó el 16 de noviembre de 1957 en los cines Metropolitano, Apolo y España.
La imagen
Pasarían dos décadas para que María Luisa se volviera a poner a las órdenes de un director de cine. En 1974, estuvo entre las estrellas de La imagen, dirigida por María Lourdes Carbonell, quien escribió el guión con la colaboración de Ana Pascual.
En esta cinta, María Luisa Sandoval hacía el papel de la esposa de un político (interpretado por Fernando Gómez) con aspiraciones presidenciales. Napoleón Bravo era el hijo de la pareja. Y los acompañaban: Manuel Poblete, María de Lourdes Devonish, José Basterra, Estrella Castellanos, Luis Hernández, Gustavo Pierralt, César Pinto, Ika Duarte, Alejandro Avendaño, Josefina Bigott, John Austin, Marcos Sosa, Marcelo Valdez y Rafael Velásquez.
La imagen se estrenó el 29 de octubre de 1975 en los teatros Concresa, Broadway, Centro Vista Punar y el Multicine El Trébol en simultánea con Maracaibo y Valencia.
El crítico José Hernán Briceño escribió, en El Nacional: “María Luisa Sandoval reaparece el tiempo preciso, derrochando clase y señorío, demostrando ser una actriz de gran escala y gran seguridad interpretativa. De rostro afilado y grandes ojos, actriz provista de una presencia dominante y distinguida belleza, ascendió a la categoría absoluta de estrella en la época dorada de los 50’s del cine venezolano…”.
–¿Se sentía usted una estrella?
–Jamás –nos dijo por teléfono-. No había manera. A casi nadie le interesaba lo que hacíamos.
–Por lo menos, ¿se sentía bella?
–No particularmente.