En los extremos, las mujeres. Primera dama de una democracia y reina consorte de España. Sus biografías no coindicen en lo absoluto. Mientras la invitada, Sofía de Grecia y Dinamarca, nació en aposento palaciego, el Palacio Real de Tatoi, cerca de Atenas, como princesa, hija primogénita de reyes; la anfitriona, Blanca María Rodríguez, nació en Rubio, pueblito andino, en una familia de terratenientes. La venezolana tiene 51 años el día que fue hecha esta fotografía, mientras que la europea tiene 38, es la más joven del grupo. Y, sin embargo, ellas tienen mucho en común.
Un primer vistazo a la imagen sorprende por la similitud del atuendo que ambas han escogido para la ocasión. En esta época, las crónicas no recogen el nombre de los diseñadores o tiendas de donde provienen los vestidos, zapatos y accesorios, mucho menos su valor en el mercado. Todavía el cuerpo de las “royals” y primeras damas no ha devenido pizarrón atiborrado de mensajes más o menos velados; y el escrutinio sobre sus gestos y figuras no tenía el apetito caníbal que ostenta hoy.
Nadie se molestó en preguntar de dónde habían salido esos vestiditos, de seda o algodón, tan parecidos en el modelo y en el largo (debajo de la rodilla). Los dos trajes están hechos en género de fondo blanco, con lunares oscuros, con mangas que no son ni cortas ni largas, y van ceñidos al cuerpo con cinturón de la misma tela. Las dos llevan collares de una sola vuelta, reloj, un par de pulseras y un anillo en la mano derecha. Hasta los zapatos son casi idénticos (un poco más altos los de la monarca). Ninguna lleva sombrero o tocado (lo que nos permite ver repetido el peinado con raya al mismo lado y las ondas marcadas con rollos). Eso sí, mientras la grande de España solo sostiene un par de guantes blancos, -que en el último momento ha comprendido que sería un disparate usar-, la pequeña del Táchira aprieta un bolso tipo sobre, que prefirió no dejarlo al cuido de nadie.
Pero la mayor coincidencia no está en la tenida, sino en el carácter de estas dos grandes damas, a quienes les ha tocado ser soporte y contención de sus apasionados e impulsivos maridos. Tanto el rey Juan Carlos I de España como Carlos Andrés Pérez son enamoradizos y poco dados a resistir las tentaciones, pero mientras Blanquita lo ha llevado con resignación, a la reina, dicen, las constantes infidelidades del rey le producen gran contrariedad. Las dos gozan del respeto de sus respectivos países, que reconocen en ellas un bastión de compostura y discreción, pero mientras Blanquita lleva su cruz con expresión relajada y serena, el gesto de la reina la delata, tiene los labios apretados y una sombra de rencor en la mirada. Quizá es más fácil humillar a una reina que a una mujer hecha en la militancia y en la brega del exilio y la confrontación política…
Esta foto fue hecha en la plaza Bolívar de Caracas, donde se dispuso una tarima para el acto oficial en conmoración de la creación de la Capitanía General de Venezuela, fechada el 8 de septiembre de 1777, con la emisión de una Cédula Real de Carlos III, edicto que consolidó la nación al dejarla integrada por las siguientes provincias: Venezuela, la Nueva Andalucía o Cumaná, Maracaibo, Guayana, Margarita y Trinidad.
Doscientos años después, el 8 de septiembre de 1977, los reyes de España posan con la pareja presidencial de Venezuela en conmemoración de aquel episodio. Juan Carlos tiene 39 años de edad, y dos como rey de España. Carlos Andrés Pérez tiene 55 años de edad, y tres años y medio en el ejercicio de la primera magistratura nacional. Había sido electo el 9 diciembre de 1973, en unas elecciones que tuvieron el 96,5% de participación, con 2.142.427 votos, (el 48,7 % de los votos válidos), con lo que se impuso sobre sus doce contrincantes, el siguiente de los cuales, el candidato del oficialismo copeyano, Lorenzo Fernández, obtuvo 36,7%. Había sido electo para ejercer la presidencia en el periodo comprendido entre el 12 de marzo de 1974 y el 10 de marzo de 1979.
Este día, los reyes de España están, pues, en casa de demócratas. No tienen que sacar cada tanto un pañuelo embebido en Jean Marie-Farine eau de cologne para ocultar el tufo a tirano que la Casa Real a veces tiene que apechar en nombre del común pasado y los negocios presentes. Un año antes, en noviembre de 1976, Carlos Andrés Pérez había estado en Madrid, cuya prensa resaltó las excelentes relaciones comerciales de las dos naciones. «El petróleo venezolano», resaltó el diario El País, entonces- «ha sido una de las fuentes de nuestro abastecimiento energético. Por nuestra parte, vendemos en Venezuela vehículos de motor, máquinas-herramienta, barcos, vinos…». De hecho, el 2 de mayo de ese mismo año, 1976, Venezuela y España habían firmado un contrato para la venta de 20.000 barriles diarios de petróleo.
En esa ocasión, el periodismo español subrayó el talante democrático del visitante. «El presidente Pérez», anotó también El País, «ha apoyado pública y repetidamente el proceso democratizador español y la construcción de unas nuevas relaciones de hispanidad[…]. El viaje de CAP a Madrid representa, pues, el principio de una etapa diferente y nueva de las relaciones de la España democrática con los regímenes democráticos de América latina». Que no eran muchos, por cierto. En ese momento, en todo el continente solo Colombia, Costa Rica y Venezuela gozaban de libertades democráticas y alternancia en el poder.
La visita oficial de los reyes de España en Caracas duraría tres días. El rey dio un discurso ante el Parlamento y de ahí se fue al Panteón a la consabida ofrenda floral a la tumba de Bolívar. La pareja visitó el Hogar Canario, la Hermandad Gallega y el Centro Asturiano; y el 10 de septiembre siguieron viaje a Guatemala, donde empezaron una gira por Centroamérica.
Un año y medio más tarde, el 11 de marzo de 1979, Carlos Andrés Pérez dejó la Presidencia, que fue asumida, ante el Congreso Nacional, por Luis Herrera Campins. En esta foto, el presidente Pérez tiene el pelo oscuro y luce una de esas corbatas anchas de los años 70, que en Venezuela eran aludidas como “corbatas ataconas”, vete a saber por qué. El artista Ángel Hurtado, al contemplar la imagen en estos días, observó: «es curioso, el traje de CAP parece confecionado en latón». Muy pertinente. De todos, es él quien parece metalizado… ¿blindado?