Ella lleva un postizo en el cabello. Quizás por eso se le ve un poco tensa: siente que se le podría desplazar en una voltereta y está siendo observada o puede ser también que no está cómoda en este lance dancístico.
A ver, probablemente el baile de salón será el último reducto del machismo en el mundo. Cuando esté erradicado de todas las áreas de la vida, seguirá agazapado en el baile caribeño, donde se admite como institución incontestable que sea el varón quien marque el paso y se tiene como gran valor de la bailadora dejarse conducir sin oponer la más mínima resistencia: ese acatamiento que se premia con el calificativo de “plumita”. La mujer que se entrega a los designios del hombre en la pista de baile —y que, incluso, los anticipa— es una plumita en oposición al “escaparate” que es como se refieren a quien debe ser movida con gran esfuerzo.
En esta imagen podemos comprobar que Prieto no era un buen bailador: esa manera de tomar la mano de la compañera no le ofrece garantías a ella, acostumbrada, como dicta la norma al uso en todo el Caribe, a apoyar su mano en la del varón. Y esa mano en el aire, como temerosa de aferrarse a la espalda de ella. No le queda más a la señora que sujetarse del brazo derecho, una actitud al bailar que no augura nada bueno… y mientras tanto el postizo parece haberse movido de su lugar o estar rebotando ridículamente. Para compensar, ella mantiene el cuello rígido: la prueba está en la verticalidad de los zarcillos, una doble hilera de cuentas que debería estar saltando con los movimientos, pero no.
Todo es forzado en esta foto.
La pareja está rodeada por mirones, uno de los cuales, por cierto, se ajusta los pantalones como previendo el momento en que el líder desista del esfuerzo y le ceda el honor de terminar la pieza. El gesto de la boca de ella, más un rictus que una sonrisa. La diversidad de las expresiones de los testigos, que van de la risa un poco aduladora al ensimismamiento de quien ni siquiera mira a los bailadores y da la impresión de estar considerando la inutilidad de todo esto, porque el caso es que el candidato no sube en la intención de voto. Todo es artificioso, menos el disfrute del bailador. Él sí la está pasando chévere.
Para este momento, ya Prieto se había ido de Acción Democrática, pero conservaba muchos rasgos de su pasado: los adecos más prominentes de la época solían considerarse grandes bailarines no siéndolo. Quizás porque cuando sus coetáneos estaban aprendiendo a bailar con las tías solteras, ellos estaban presos o saltando bahareques con la policía política detrás. El caso más conspicuo era el de Carlos Andrés Pérez, cuya férrea autoestima lo inducía a la confusión de creerse un as de las pistas de baile, cuando no era cierto.
Tampoco quedaría verificada en la realidad la infatuación de Luis Beltrán Prieto Figueroa con respecto a sus posibilidades de llegar a la Presidencia de la República, lanzándose como candidato fuera de AD. Pero en este momento nada de eso parece preocuparlo. “¡Que me quiten lo bailado!”, diría él. Aunque cinco décadas después de este momento fotografiado, el maestro de maestros, como se le decía, es un olvidado. De todas las personas a quienes consulté para reconstruir el instante captado por la foto, sólo me respondió Rafael Simón Jiménez, estudioso de estos años y de estas figuras.
“Es difícil contextualizar la foto, por la edad de Prieto y por la ausencia de líderes adecos notorios. La ubico en su campaña electoral de 1968, cuando, ido de AD, fundó el MEP. Estoy casi seguro de que corresponde a esa época, pero resulta difícil identificar a los demás. En todo caso, Prieto era un personaje con un talento formidable y multifacético. Además, hacia gala de su humor y particularmente del humor oriental… específicamente, margariteño. Debe haber sido un buen bailarín”
Todo va bien… ¿o no?
Los peinados de las señoras y el ancho de las corbatas de los caballeros indican que, efectivamente, estamos en los años sesenta. Y el hecho de que un baile, donde destacan más los rodillazos del galán que su donaire, tenga interés para un fotógrafo nos confirma que se trata de un evento vinculado con la campaña electoral. Y Prieto se embarcó en dos: una en 1968 y otra en 1978.
Luis Beltrán Prieto Figueroa nació en La Asunción, Nueva Esparta, el 14 de marzo de 1902. Como desde muy joven había sido docente, dirigente del gremio magisterial (Prieto fue fundador y primer presidente de la Federación Venezolana de Maestros, en 1936) y profundo conocedor del hecho educativo, se le dio la tarea de ser coautor del primer proyecto de Ley de Educación, en 1948 (y luego, de la Ley de Educación vigente, promulgada el 9 de julio de 1980).
Así que el día de la foto, si damos por hecho que corresponde a 1968, tiene 66 años. Con la excepción de la Presidencia, el maestro desempeñó los más altos cargos que la República puede asignar. Fue Ministro de Educación de Rómulo Gallegos en su breve mandato y, antes de eso, se había desempeñado como Secretario de la Junta de Gobierno, desde octubre de 1945 hasta febrero de 1948. Ya entonces había inscrito su nombre entre los fundadores de varios partidos políticos: Organización Venezolana (Orve, 1936), Partido Democrático Nacional (PDN, 1936), Acción Democrática (AD, 1941) y Movimiento Electoral del Pueblo (MEP, 1967). En 1967, cuando propicia una ruptura en AD, Prieto era presidente de esa organización desde 1963, cuya Secretaría General había ejercido entre 1958 y 1959. Es decir: no es que se le hubiese ninguneado en AD.
El día de la foto, como hemos dicho, ya había dejado de ser adeco (si que esto es posible) y montado tienda aparte con el ala izquierdista del partido del pueblo. Un año más tarde concurrió a unas elecciones presidenciales. Estaba persuadido, sin que ningún indicio cimentara esta percepción, de que podía arrastrar tras de sí a las masas adecas. No sabemos esto sólo por el gesto de plenitud y satisfacción que exhibe en el baile (con una contraparte cuya falta de entusiasmo no percibe o no le importa), sino porque pasados los comicios, en los que obtuvo el cuarto lugar con 19,34% de los votos, cantó fraude electoral. En 1978 reincidiría en sus aspiraciones, pero esta vez llegó de quinto: apenas 1,12% de los votos.
Una obra que urge rescatar
En 1968 Prieto no ganó las elecciones, pero Acción Democrática tampoco. La brecha que se le abrió al partido terminó favoreciendo a Rafael Caldera, quien ganó la Presidencia por muy poco. Sin embargo, los adecos no le guardaron rencor. En 1986, cuando mandaba Jaime Lusinchi, Prieto formó parte de la Comisión Presidencial del Proyecto Educativo Nacional, coordinada por Arturo Uslar Pietri. Sus antiguos compañeros de brega política demostraron ser más consecuentes que sus hermanos de ideología.
Prieto fue periodista y escritor. Su prolífica obra, que la Academia Venezolana de la Lengua reconoció con una membresía en 1984, asciende a una decena de títulos. En 1986, otra vez en tiempos de Lusinchi, comenzaron a publicarse sus Obras Completas, pero en los diez años siguientes sólo llegaron a imprimirse dos volúmenes… luego llegó la izquierda militarista y mandó a parar.
No sólo no se siguieron editando las Obras Completas de Prieto Figueroa, sino que todos sus postulados sobre la educación fueron barridos sin más.
Prieto Figueroa murió en Caracas el 23 de abril de 1993. Tenía 91 años. Nunca llegó a ser Presidente. La izquierda venezolana demostró que su fervor no lo convocaban los letrados ni mucho menos los civiles. Su gran obra ya la había hecho antes de este día del baile, cuando integraba las filas de Acción Democrática y de las organizaciones que constituyeron la prehistoria de este partido.