El investigador Marcelino Bisbal, quien llevará adelante, en el marco de un proyecto de la Fundación para la Cultura Urbana, una revisión de los aportes del siglo XX en materia de comunicación, señala que la censura ha sido un invitado indeseado en el desarrollo de este sector en la pasada centuria, distorsión que no ha hecho que agravarse, “con la imposición de un gobierno al que todo le genera sospecha”
Tecnología e ideas convergen a la hora de hablar de la comunicación, ese territorio que ha experimentado cambios tan vertiginosos en las últimas décadas que la aldea global prevista por Marshall MacLuhan luce ya como una tímida conjetura. Hacer un panorama con ojo crítico de ese periodo es el reto que la Fundación para la Cultura Urbana le propuso al investigador Marcelino Bisbal, una de las voces más autorizadas para hablar del tema, quien coordinará la reconstrucción del itinerario reciente de este campo en el país, como parte del proyecto El siglo XX en Venezuela.
Para Bisbal, docente e investigador con una larga y prolífica trayectoria en las universidades Central de Venezuela y Católica Andrés Bello, director de la revista Comunicación y de AB ediciones, la firma editorial de la UCAB, revisar de qué manera influyeron las comunicaciones para configurar el país que hoy en día somos pasa por analizar el discurrir entre dos revoluciones: la segunda revolución industrial, que se sitúa entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y el surgimiento de la Sociedad de la Información, consecuencia de los gigantescos avances de la informática y la electrónica en las últimas décadas.
La manera cómo los medios de comunicación se relacionan con los factores de poder, y cómo éstos toman acciones para coartar palabra o imagen por razones políticas y económicas forman parte de lo que Bisbal analizará como parte de la ambiciosa empresa de identificar las claves de un aspecto que se hizo omnipresente y definitorio para los venezolanos en el siglo XX. “A comienzos del siglo pasado nadie podía prever el desarrollo tan acelerado que han tenido las tecnologías comunicacionales”, señala. “Numerosas innovaciones se han ido introduciendo en la cotidianidad: hablar de medios de comunicación social no solamente incluye a los convencionales sino a lo que los teóricos denominan convergencia tecnológica, donde se encuentra la informática y las telecomunicaciones”.
Al despuntar el siglo XX, recuerda, el protagonismo pionero fue de la prensa, de un periodismo impreso que dejaba atrás su perfil decimonónico en el que era poco más que vocero de opiniones, “del combate de ideas en términos políticos”, y asumía los rasgos industriales que lo caracterizarían a partir de entonces. Los primeros en adentrarse en ese camino, aún en los tiempos oscuros de Gómez, fueron El Tiempo, diario fundado por Carlos Pumar, y El Pregonero, de Odoardo León-Aponte.
¿Qué caracterizaba a estos medios emergentes?
La voluntad de hacer periodismo informativo. Aún en plena dictadura gomecista, la prensa se empieza a distinguir por la innovación tanto en su discurso como en la impresión. Además, ya no ofrece contenidos solamente locales, sino informaciones de otras partes del mundo, gracias a los servicios de las agencias de noticias. También dentro de ese primer momento aparece la censura, pues los gobiernos de comienzos del siglo XX, empiezan a sentir que el periodismo se está convirtiendo en una especie de arma que los critica o los alaba. Allí comienza de alguna manera ese periodismo crítico frente al problema político que le toca vivir.
¿La censura es un elemento que recubre todo el siglo XX venezolano?
Hay momentos en los que es más evidente: cuando estamos en plena dictadura de Marcos Pérez Jiménez juega un papel muy importante; luego en la etapa de democracia, con la actuación de las guerrillas, durante el gobierno de Rómulo Betancourt y después de Rafael Caldera, también se hace presente. El periodista siempre le es incómodo a cualquier forma de poder, no solamente al poder político sino también al poder económico y al poder religioso, entonces desde esas esferas tratan de limitarlo, de cerrar ciertas puertas que el periodismo quiere abrir y que al poder le resultan incómodas.
Sueños limitados por la ley
Un segundo momento estelar de la historia de las comunicaciones en el país tiene que ver con el surgimiento de los medios radioeléctricos. La primera radio que se deja escuchar, Ayre, aparece en 1926, un año después de que hubieran comenzado las transmisiones en otros países, apadrinada por José Vicente Gómez, hijo del Benemérito. Otra pionera en el área fue la Broadcasting Caracas, fundada por el empresario William H. Phelps en 1930. La primera estación de radiodifusión pública, Radio Nacional, se funda en 1936, durante el periodo presidencial de Eleazar López Contreras. “La aparición de la radio en Amplitud Modulada se convierte no solamente en un hecho periodístico sino también propagandístico y publicitario”, señala Bisbal.
¿Qué papel comienza a jugar este nuevo medio en el ámbito público?
Los gobiernos de esa etapa obviamente descubren cómo una idea puede difundirse entre centenares, miles de personas, y entonces la radio se convierte para estos gobiernos y para los políticos en un elemento propagandístico. Ya en plena etapa democrática, empieza a jugar un rol fundamental en las campañas electorales. También en este momento aparece un primer intento de política comunicacional: en 1940 se promulga la Ley de Telecomunicaciones, conocida como Ley Pocaterra -por el escritor y político José Rafael Pocaterra- que establece que todos los sistemas de telecomunicaciones, particularmente la telegrafía, la radiotelefonía y la radio, son de competencia exclusiva del Estado, y prevé la posibilidad de otorgar autorizaciones o concesiones a particulares. La ley va a durar hasta el año 2000, cuando durante el gobierno de Hugo Chávez se modifica.
¿Por qué tuvo una vigencia tan larga?
Investigadores como Antonio Pasquali apuntan que su larga vida se debió a razones políticas. Los sectores privados de la comunicación, sobre todo de radio y televisión, nunca han visto con buenos ojos las regulaciones, lo que llamaríamos políticas públicas comunicacionales. Para el mundo privado de los medios de comunicación, hablar de una política pública de comunicación es sinónimo de restricción de libertad de expresión y de información, así que fueron unos actores que insistieron muchísimo para que eso no se modificara, pero además también los estudiosos dicen que esa ley fue muy avanzada para la época, por ejemplo, aunque todavía no se conocía la comunicación audiovisual, ya se preveía que en algún momento los medios mostraran imágenes.
¿La historia no le ha dado la razón a quienes se oponían a las regulaciones?
En cierta forma sí, porque la ley, como instrumento en manos del actual proceso político, ha significado restricciones importantes a la libertad de opinión y de expresión, aunque esto ocurre no ya en el siglo XX sino en pleno siglo XXI. La Ley de Responsabilidad Social en Radio, Televisión, y, luego de su modificación en 2008, de Medios Electrónicos, que incluyó Internet y el mundo de la convergencia digital, significó un retroceso. Podemos citar al teórico de la comunicación Manuel Martín Serrano para señalar que los medios de comunicación social se amoldan al contexto sociopolítico, en el caso venezolano a un modelo centralista, donde el poder está depositado en un Estado controlador. Claro, hay que acotar que estamos viviendo, no un proceso democrático, pues sin ningún tapujo podemos hablar de que estamos en presencia de una dictadura, donde la libertad de expresión ha sido limitada.
La magia de la imagen
Imposible pensar en las comunicaciones del siglo XX sin incluir a la televisión, ese mago de la cara de vidrio sobre el que escribió Eduardo Liendo, que inaugurará, no sólo en Venezuela sino en el mundo, la era audiovisual de la comunicación de masas y que, señala Bisbal, trastocará muchos viejos hábitos de vida en la vida del venezolano. “Hábitos que fueron desde la manera política hasta la forma de ocupar el tiempo libre de cada ciudadano, e inclusive hasta la forma de vestirse y de comportarse lingüísticamente y formalmente”, señala.
El país llegó bastante pronto a esta tecnología, que hizo su irrupción entre 1952 y 1953, poco después de que lo hiciera en México, Brasil y Argentina. Al cabo de veinte años ya se había convertido “en el medio de comunicación de mayor penetración e impacto en la sociedad venezolana”, recuerda. Mientras la televisión se consolidaba como un gran negocio que concentraba más de 60% de la inversión publicitaria, se suceden hitos tecnológicos como la tardía introducción de la televisión a color a finales de los setenta, o de la televisión por suscripción, a finales de los ochenta. A decir de Pasquali, el poder de las empresas televisivas fue tal que impidieron por muchos años la llegada de la Frecuencia Modulada, entre otros agrios episodios. En pocos años, sin embargo, el panorama cambiaría con la imposición de la política estatal de hegemonía comunicacional. “En diciembre de 1998 la red de televisión estatal queda reducida a Venezolana de Televisión, pero luego, con el gobierno de Chávez y ahora de Nicolás Maduro, hay más de doce canales en manos del Estado. ¿Quién los ve? Tienen muy poca audiencia, muy poco impacto”.
El siglo cierra con la aparición de Internet.
En principio en las universidades y luego como un desarrollo que llegó de forma incontenible a toda la sociedad. Una de las particularidades del caso venezolano es la forma cómo ha ocurrido la transición de los medios impresos al mundo digital, porque los periódicos van reduciendo el número de ejemplares para migrar a los portales en la web obligados por el contexto sociopolítico, en la medida en que el gobierno va imponiendo restricciones a las divisas para la compra del papel. Mientras en otros países la evolución se da de manera progresiva y estudiada, nosotros entramos a hacer periodismo digital de manera intuitiva.
¿Como en muchas otras áreas, hubo una modernización truncada en el área de comunicaciones?
En muchos sectores de la vida del país íbamos en ascenso y hubo un retroceso político que empieza a imponerse finalizando el siglo XX. Hay un retorno al pasado impresionante con la imposición de un gobierno de carácter autoritario, al que todo le genera sospecha, para el que es necesario el control social y político, y, por supuesto, controlar los medios.
¿Las comunicaciones son un elemento democratizador o un factor de desigualdad en el país?
Son democratizadoras aunque en el siglo XX se ven las desigualdades: sectores que pueden acceder fácilmente a nuevos medios y otros que no. Desde el gobierno venezolano se dieron pasos para contrarrestar esto, como algunas medidas dictadas por el gobierno de Carlos Andrés Pérez a favor de una Política Nacional de Comunicación o la inclusión de este sector en el V Plan de la Nación de su gobierno, y luego en el VI Plan de la Nación, bajo el mandato de Luis Herrera Campins. Una de las cosas que planteaba el Proyecto de Radiotelevisión Venezolana, conocido como Ratelve, elaborado en 1975 y que se engavetó por razones políticas, era garantizar los servicios públicos de radiodifusión, algo que tiene más vigencia que nunca. En estos tiempos donde una gran parte del consumo cultural tiene que ver con el mundo de las comunicaciones tienen formularse políticas públicas para este sector con sentido democrático.
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Páginas imprescindibles
Marcelino Bisbal propone diez títulos, elaborados por reconocidos investigadores venezolanos, necesarios para entender el siglo XX desde el punto de vista de las comunicaciones:
Eduardo Santoro (1969). La televisión venezolana y la formación de estereotipos en el niño. Editado por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Caracas.
Antonio Pasquali (1963). Comunicación y cultura de masas. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Caracas. Del mismo autor: Comprender la comunicación. Monte Avila Editores. Caracas, 1967.
Héctor Mujica (1968). El imperio de la noticia. Ediciones de la Biblioteca de la
Universidad Central de Venezuela (UCV): Caracas. Del mismo autor: Sociología venezolana de la comunicación. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Caracas, 1977.
Eleazar Díaz Rangel (1967). Pueblos subinformados. Las agencias de noticias en América Latina. Ediciones de la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela. Caracas.
Marta Colomina (1974). La celestina mecánica. Monte Avila Editores. Caracas. De la misma autora: El huésped alienante: un estudio sobre audiencia y efectos de las radio-telenovelas en Venezuela. Ediciones de la Universidad del Zulia(LUZ). Maracaibo,1968.
Oswaldo Capriles (1976). El Estado y los medios de comunicación en Venezuela. Editado por Suma. Caracas.
Leoncio Barrios (1992). Familia y televisión. Monte Ávila Editores. Caracas.
Federico Álvarez (1978). La información contemporánea. Editorial Contexto. Caracas.
Jesús María Aguirre (1996). De la práctica periodística a la investigación
comunicacional. Hitos del pensamiento venezolano sobre comunicación social y cultura de masas. Editado por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y el Fondo de Publicaciones de la Fundación Polar. Caracas.
VARIOS AUTORES (1976). Diseño para una nueva política de radiodifusión del estado venezolano: Proyecto RATELVE. Editado por Suma e ININCO-UCV. Caracas.
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