Mariano Picón Salas en el despacho de Golda Meir, en Tel Aviv

Fecha de publicación: octubre 2, 2016

Están hablando inglés. Seguro que sí. Mariano Picón Salas había aprendido esta lengua en su juventud, pero se fajó con ella de adulto cuando entrevió la posibilidad de irse a Norteamérica tras la esperanza de un medio donde encontrara sosiego y un empleo que le garantizara el sustento. En 1930, cuando vivía en Chile, donde había publicado varios libros y ascendido en el escalafón académico, se sintió desazonado por la situación política del país austral; y entonces escribió a su amigo Alfonso Reyes, el importante intelectual mexicano: “Ejercito mi inglés por si pudiera irme a alguna universidad particular de Estados Unidos a enseñar Literatura Hispano-Americana, vaga oportunidad y oferta que se me ha presentado”.

En cuanto a Golda Meir, quien al momento de este encuentro era ministra de Asuntos Exteriores (1956-1966), hablaba inglés perfectamente. Había nacido en un hogar judío en Ucrania, en 1898, y en 1906, cuando tenía ocho años, emigró con su familia a Milwaukee, Wisconsin, Estados Unidos, y allí estudió desde la primaria hasta la universidad, donde se graduó de maestra. Antes de ocupar el cargo de ministra de Exteriores, Golda Meir había sido embajadora de Israel en la Unión Soviética y ministra del Trabajo. Y el futuro le reservaba ser jefa de Gobierno de Israel y una de las líderes más influyentes del mundo.

Mariano Federico Picón Salas había nacido en Mérida, Venezuela, el 26 de enero de 1901, en el hogar de Pío Nono Picón Ruiz y Delia Salas Uzcátegui. Había recibido una esmerada educación formal desde pequeño y ya en 1914, según él mismo documentó, surgió su vocación de escritor, que mantuvo febrilmente durante toda su vida y que no solo le deparó el dominio de diversos géneros literarios, sobre todo del ensayo, terreno donde destaca como uno de los más fulgurantes cultores de la hispanidad, sino que, tal como confesó: le produjo “sobre los quebrantos físicos y los contratiempos materiales, algunas horas de inigualable felicidad y equilibrio de ánimo”.

Cenicero lleno y lentes de sol

A la oficina de Golda Meir llegó, precisamente, por el camino de la escritura. En 1960, Picón Salas era miembro del Consejo Directivo de la UNESCO, con sede en París. Un ascenso, puesto que el año anterior, 1959, había sido nombrado Embajador-Delegado Permanente ante esa organización.

La foto corresponde a un viaje que hizo Mariano Picón Salas a Israel, en marzo de 1960. “Había llegado a Francia en mayo del 59 después de ejercer labores diplomáticas como embajador en Brasil”, explica su biógrafo, el escritor Gregory Zambrano, profesor de la ULA y de la Universidad de Tokio. “Acababa de aparecer en México Regreso de tres mundos, su segunda autobiografía y se encontraba en la plenitud de su vida y madurez intelectual. Es el tiempo, también, en que escribe los ensayos que publica en El Nacional y en La Nación de Buenos Aires, que formarían su libro Los malos salvajes, publicado en 1962 en la capital argentina, donde reúne sus apreciaciones sobre el mundo contemporáneo y sus tensiones políticas”.

El acucioso Zambrano dice que, en esa ocasión de la fotografía, Picón Salas estaba acompañado por el poeta Vicente Gerbasi, quien había sido designado embajador en Israel y presentado credenciales en febrero de 1960. “De ese viaje de marzo hay otras fotos con Golda Meir. Hay una donde se ve al poeta Gerbasi y otra con el presidente de Israel Yitzjak Ben-Zvi. Ambas se publicaron en la Iconografía de Mariano Picón Salas, complicada por Rafael Pineda”.

El también ensayista Gregory Zambrano destaca el cálido ambiente captado por la imagen de autor desconocido. “Ambos personajes sonrientes y Mariano parece explicarle algo divertido a la ministra, de una manera gráfica. Efectivamente, pueden estar hablando inglés. Picón Salas tenía competencia en esa lengua, que había estudiado desde joven y había impartido clases en universidades y de Estados Unidos; pero también francés, idioma que había estudiado desde niño en Mérida con el maestro Pierre Henri George Bourgoin, llamado por él Monsieur Machy, que aparece como personaje de Viaje al amanecer”.

El biógrafo, que nunca conoció a Mariano, sabe por informantes que el genio merideño “tenía un lenguaje gestual muy dinámico”. La imagen da fe de ello. “Aquí se nota”, sigue Gregory Zambrano, “el movimiento de sus manos acompañando sus palabras y reforzando gráficamente lo que va relatando. Como era un gran fumador, solía sostener el cigarrillo sin prenderlo. Hacia el gesto de encenderlo sin llegar a hacerlo, con lo cual mantenía al interlocutor en vilo, sobre todo en sus clases. A la izquierda de Golda Meir se alcanza a ver una cajetilla de cigarrillos y un cenicero”. Y, por cierto, delante del repleto cenicero hay unos lentes de sol, que por su disposición tienen que ser del visitante. Los cristales son negros y muy densos. Ya se ve que al andino le afectó duramente el solazo del desierto israelí.

–Poco después –se lamenta el biógrafo- comenzaron sus molestias respiratorias, que le afectarían durante los cinco años que le quedaban de vida. Esta imagen revela al escritor venezolano en plenitud, reconocido intelectualmente, desenvolviéndose en un ambiente diplomático que para él era natural y sobre todo asumiendo  la representación de un país que comenzaba con buen pie una nueva trayectoria, democrática, iniciada en 1958. Su sonrisa es optimista, ¿no?

“El resentimiento devino idea política”

La sonrisa de ambos es distendida. Y sí, Picón Salas se había iniciado en la diplomacia desde muy joven, cuando empezó a trabajar en la Cancillería venezolana, cuando todavía era estudiante de Derecho en la Universidad de Venezuela, antes incluso de marchar a Chile con su padre, emigración a la que marcha en 1923, cuando la baja de los precios del café los conduce a la quiebra. Pero decíamos que sí, que Picón Salas fue diplomático por décadas, pero esa corriente de simpatía que evidencia la foto nació en la escritura.

El historiador David Ruiz Chataing, doctor en Historia de la UCV y profesor del Instituto Pedagógico de Caracas, ha trabajado sobre las ideas políticas del escritor.

–Fue docente, historiador, ensayista, periodista y diplomático –precisa Ruiz Chataing-. Múltiples vetas creativas, puestas todas al servicio de su patria. Emigró a Chile en 1923 donde estudió Historia, Literatura y Filosofía. En 1936 regresa a Venezuela y funda, junto con Rómulo Betancourt, Alberto Ravell y Luis Beltrán Prieto Figueroa, la Organización Venezolana (ORVE). Funda el Instituto Pedagógico de Caracas (1936), la Revista Nacional de Cultura (1939), la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela (1946), creador del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes (1963). Se recibió como Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia en 1947. Premio Nacional de Literatura (compartido con Arturo Uslar Pietri) en 1952; profesor en las más prestigiosas universidades del mundo. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas.

Ruiz Chataing ha rastreado las numerosas manifestaciones de rechazo de Picón Salas al totalitarismo y al militarismo, y muy específicamente al nazismo y el comunismo.

–En un texto de 1937, Apaciguamiento y precatástrofe, retoma la indagación sobre los orígenes de los regímenes totalitarios, principalmente el nazi. Señala que el hambre, la desesperación, la crisis económica, llevaron a las muchedumbres enardecidas en los mítines a buscar su destino personal y colectivo en regímenes de fuerza. De la primera guerra, regresaron los soldados y se encontraron sin empleo, sin familia, hasta con graves trastornos psicológicos. Este fue el caldo de cultivo para que los discursos de superioridad de raza y antisemitismo calaran en los pueblos angustiados. A todas estas, las democracias parecían aletargadas ante la emergencia en que vivían sus poblaciones seducidas por la rápida solución de la fuerza. Dice Picón Salas al respecto: De sus rencores hicieron mitos. El resentimiento se convirtió en idea política (PICÓN SALAS, M.: Ibíd., pp. 1001-1002). Los enloquecidos arrastraron a los cuerdos. Y esto sucedió en la culta Alemania. Aunque Picón Salas recuerda que las grandes mayorías no disfrutaban siquiera de una mediana cultura y educación que los protegiera de la demagogia de los falsos líderes.

Más adelante, el trabajo de Ruiz Chataing precisa que en ese mismo año, 1937, y en su libro Los anticristos, el merideño califica de cáncer del alma, malaria del espíritu, al partido nazi que hace despreciar a quienes provienen de un pueblo que consideran inferior. Desde ese punto de vista odian la poesía de Heine y la ciencia de Albert Einstein, porque son judíos. El totalitarismo pretende destruir la relación equitativa entre los pueblos, contemplada en el Derecho de Gentes, la tolerancia, el pluralismo, la igualdad y la libertad. Pero todos estos valores prevalecerán por sobre las fuerzas irracionales. Porque son eternos y representan lo mejor de la humanidad que no puede ser destruido (PICÓN SALAS, M.: Ob. Cit., pp. 1102-1107).

No hay que dudar que en Israel eran bien conocidos estos análisis de Picón Salas –que según rastrea Ruiz Chataing fueron profusos, apasionados y muy bien documentados- y que eso, sumado a la brillante reputación del autor de Comprensión de Venezuela, haya motivado la invitación que reunió a estos dos seres excepcionales en la sobria oficina de la Dama de Hierro, en la hermosa Tel Aviv, ciudad de arquitectura prefigurada por la Bauhaus y ardientes playas.

Picón Salas murió cinco años después. Poco antes de la medianoche del viernes 1º de enero de 1965. En su lecho de muerte estaba flanqueado por su segunda esposa, la venezolana  Beatriz Otáñez y por Héctor Fuenzalida, agregado cultural de la Embajada de Chile en Venezuela.

Golda Meir vivió 14 años más. Hasta junio de 1974, cuando se dio por vencida frente a la leucemia.

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