El miércoles 27 de julio de 2005 apareció una escueta nota de prensa en la que se informaba que Orlando García Vásquez había fallecido tres días antes, el domingo 24, en el Centro Médico de Veteranos de Florida. Tenía 78 años y una fibrosis pulmonar.
La noticia aparecida en un periódico de Miami presenta al fallecido como un “ex funcionario del servicio de inteligencia venezolano quien encabezó una investigación sobre el atentado cometido en 1976 contra un avión cubano y que recientemente fue ligado a esa conjura en documentos difundidos por el FBI”.
Quien era su esposa en ese momento le declaró al Miami Herald que García había sido hospitalizado tras sufrir un ataque cardíaco a principios de julio. Y es evidente que no se recuperó.
La muerte de Orlando García no produjo mayor impacto y lo que se destacó de su siempre polémica trayectoria fue que, como jefe de la Dirección de Inteligencia y los Servicios de Prevención de Venezuela, recibió el encargo de investigar el atentado contra el avión de Cubana de Aviación donde murieron 73 personas después de que cayera al mar frente a Barbados. El vuelo partió de Venezuela.
Como en tantos otros episodios de su vida, Orlando García terminó siendo sospechoso del crimen que debía investigar. No sería la primera vez que se le señalaba de ser agente doble y de trabajar siempre con una carta en la manga.
¡Qué tipo tan asombroso!
Orlando García Vásquez es el escolta civil que aparece al lado de Carlos Andrés Pérez en la fotografía tomada por Tom Grillo a la salida de la Sala Ríos Reyna del Complejo Cultural Teatro Teresa Carreño, donde había tenido lugar la toma de posesión del segundo mandato del tachirense.
Para el momento de la fotografía faltaba un mes para que Orlando García recibiera el nombramiento oficial como Jefe de Seguridad del nuevo Presidente, pero durante esos días (los previos y posteriores a lo que se llamaría “la coronación de Pérez”) ejerció esas funciones. Fuentes muy bien informadas aseguran que Fidel Castro, invitado a la ceremonia, le pidió a Pérez que fuera Orlando quien se encargara personalmente de su custodia. Fue así como Orlando García, anticastrista de leyenda, sería el responsable de vigilar la planta del Eurobuilding donde se hospedó Castro con su numerosa comitiva.
Nacido en La Habana, de niño se trasladó con su familia a los Estados Unidos, donde se alistó en el ejército con el que combatiría durante la Segunda Guerra Mundial. Eventualmente regresó a Cuba y se volvió a ir cuando Fulgencio Batista subió al poder en 1952. Más tarde regresó, sólo para marcharse definitivamente tras el ascenso de Fidel Castro en 1959.
Al conocerse la noticia de su muerte en Venezuela, se comentó el hecho de que el otrora poderoso García había tenido un velorio de dos horas por falta de recursos para una ceremonia más extensa. Carlos Andrés Pérez estuvo presente. El sábado 30 de julio, Fausto Masó le dedicó un obituario en su columna de El Nacional. Y la semana siguiente el editor de la revista Exceso, Ben Amí Fihman, llevó a la redacción el recorte de prensa y le encargó a la reportera Andrea Daza Tapia una semblanza de aquel olvidado personaje.
El cubano que Andrea Daza Tapia llegaría a amar
Aquel perfil, publicado en octubre de 2005, fue titulado “Orlando García, brizna de paja”, en alusión a la novela que Rómulo Gallegos escribió durante su exilio en Cuba: La brizna de paja en el viento (1952).
Orlando, recuerda Andrea Daza Tapia, era recordado como protagonista —o acaso actor secundario— de uno de los muchos casos de corrupción que empañaron el turbio gobierno de Pérez.
“La cosa fue así: en 1991, la prensa ventila conversaciones que sugieren un fraude en la venta de granadas a las Fuerzas Armadas. La empresa es la Corporación Margold y su presidenta, Gardenia Martínez, amiga de Cecilia Matos —primera dama de oficio, aunque Pérez sigue casado con Blanca Rodríguez— y antigua pareja de Orlando García, quien también figura en el registro mercantil como accionista de la empresa”
Daza puntualiza que, en La rebelión de los náufragos, Mirtha Rivero pone orden en la cronología:
“El 3 de junio, El Nacional denuncia que Orlando García es accionista de Margold. El 4 de junio, Carlos Andrés Pérez lo defiende y asegura que Orlando no le ha vendido ‘ni un cuchillo, ni una navaja’ a las Fuerzas Armadas. Estas declaraciones causan estupor en la opinión pública. El 5 de junio, el comandante del Ejército, general Carlos Julio Peñaloza, denuncia ante el Parlamento la estafa y pide que investiguen a García. El 10 de junio, Orlando renuncia a su cargo como jefe de la escolta civil presidencial. Y desaparece del mapa”
La misma periodista advierte que, visto así, la de García fue una baja más en el cónclave de un gobierno corrupto:
“Con Gardenia había tenido amores en la década de los 70 y chao, pensaría él. Pero ella trabó amistad con Cecilia Matos y él se mantuvo leal a Blanca. Es decir, se apuntó a perdedor”
En el obituario de Masó estaban las claves más importantes del personaje: García había sido miembro de la Unión Insurreccional Revolucionaria, “la famosa UIR, donde conoció de cerca a Fidel Castro”. Pero Castro optó por México y, finalmente, la Sierra Maestra. Orlando, quien quería otro tipo de lucha, se fue a Costa Rica, donde conocería a Pérez y se harían inseparables. Le guardó una lealtad perruna. Siempre.
Cuando Andrea Daza se puso “a investigar en serio”, se dio cuenta de que Fausto Masó había sido conservador al describir a Orlando García como “un personaje curioso, un aventurero de los que arriesgaba el pellejo, capaz de disparar sin calcular los riesgos. Peligroso y simpático”. En su nota, Fausto decía que el último amigo de Orlando había sido un poeta. Daza descubrió que se trataba de Octavio Armand, “joya guantanamera radicada en Caracas desde principios de los 90”. Dice Andrea Daza, entrevistada para esta nota:
“Octavio me explicó que Orlando García formaba parte de la historia de Cuba, de la violencia, de la lucha contra España, de la República misma, de la caída de Gerardo Machado en la que se inspiró Gallegos y de todo lo que vendría después: desde la Segunda Guerra Mundial, donde figuró como paracaidista, hasta ciertos capítulos de la tragedia latinoamericana del siglo XX”
Y un día García conoció a Pérez
Por los apuntes de Andrea Daza nos enteramos de que Orlando conoció a Rómulo Betancourt en La Habana y luego, en Costa Rica, a Carlos Andrés. A Octavio Armand le confesó que fue Pérez quien lo salvó de convertirse en el gángster que estaba predestinado a ser.
A la caída de Pérez Jiménez, todos los mencionados se instalaron en Venezuela. “Y a partir de ese momento, Orlando quedó siempre vinculado a los organismos de seguridad del Estado: Digepol, Sotopol, Disip”. Continúa Daza:
“Entonces, a Fidel Castro le pareció que las montañas de Caracas eran ‘mejores que la Sierra Maestra’. Así que se decide y envía un contingente de armas para colocar morteros de ametralladoras en los cerros de la ciudad. Manuel Felipe Sierra me dijo que esa operación estaba dirigida en Cuba por uno de los morochos La Guardia, y condenada al fracaso pues, a quién se le ocurre, se pusieron a enterrar armas en la playa. Según él, las manos de Orlando encontraron los pertrechos y sacudieron la arena. Como consecuencia, Cuba termina saliendo del sistema interamericano. En 1967, Castro intenta invadir por la costa de Machurucuto. Orlando se asegura de que sea otro fracaso. Con la lucha armada en pleno auge, nadaba a sus anchas: ‘Sí, con una pistola en el pecho fue que lo conocí’, me confirmó Pompeyo Márquez. Y cuando Kennedy pasó por Venezuela, Orlando se encargó de su seguridad”
Las apariciones de Orlando García en lances estelares del siglo XX de Venezuela no caben aquí. De corrido dejaremos constancia de que le sacó las patas del barro a Raúl Leoni en una de las grescas con Guyana, que le dio soporte a Carlos Andrés Pérez en la colaboración que le prestó al movimiento sandinista en Nicaragua, y está documentada también una actuación suya por el periodista John Dinges en su libro sobre la Operación Cóndor: Augusto Pinochet comisionó a su policía para intentara sumar a Venezuela y a su red de terror internacional. Manuel Contreras, jefe de la chilena Dirección Nacional de Inteligencia (DINA), se reunió con Orlando y con Rafael Rivas Vásquez, también cubano y a la sazón director de la Disip. Les propuso sumarse a Cóndor. Y Pérez vetó cualquier participación.
El avión de Cubana
Al preguntarle a Daza cuál fue la verdadera participación de Orlando García en la voladura del vuelo 455 de Cubana de Aviación, en 1976, dice:
“Aquí la historia se complica: Orlando Bosch, Luis Posada Carriles y Ricardo Morales Navarrete, los tres implicados, entraron a Venezuela con el favor de Orlando. Se conocían, todos eran cubanos. Y cuando estalla el avión y mueren 73 personas, Pérez comisiona a García para que investigue el caso. Nunca pude establecer la verdad de fondo. Todavía no he podido”
En su libro Conspiración del silencio, el cubano Manuel DeArmas explica que Orlando García Vázquez era amigo personal del Dr. Orlando Bosch y de “El Mono” Navarrete, “pero ignoraba que El Mono estaba jugando un doble papel como Agente de la CIA y de la DGI”. Así DeArmas expone una trama extensa e intrincada para concluir que “los enemigos de Orlando García Vázquez dentro del gobierno venezolano” vieron la oportunidad de deshacerse de él:
“acusándolo de complicidad con Orlando Bosch, al que quieren culpable para justificar su ataque a García Vázquez. Como prueba de su parcialidad y complicidad, muestran el pasaporte falso que traía Orlando Bosch, ofrecido por Orlando García Vázquez y el hecho muy significativo de ir a esperarlo al aeropuerto para facilitar su entrada a Venezuela”.
Según DeArmas, la DGI voló el avión de Cubana de Aviación y se anotó un gran éxito de propaganda al destruir a Orlando García, “el amigo de Cuba libre dentro del gobierno Venezolano”.
Durante los gobiernos de Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi, Orlando queda en reposo. “Se dedica a la vida de poli: tragos y mujeres”, observa Daza. “Octavio Armand me contó que por sus paranoias, en los restaurantes, Orlando siempre buscaba las esquinas, procuraba nunca dejar la espalda al descubierto”. “La única vez que lo conocí me lanzó un trago en la cara”, me dijo Aram Aharonian cuando era el flamante director de TeleSur.
Orlando García tuvo cuatro hijos de cuatro esposas: dos cubanas, una costarricense y una venezolana”. Sería, pues, una venezolana quien sostuvo su mano en el lecho de muerte.