Oscar Yanes y Dalí en Nueva York

Fecha de publicación: noviembre 4, 2016

Hay un tercer hombre, de perfil en la imagen, cuya identidad desconocemos. Debe ser un amigo de Salvador Dalí, a quien observa con admiración. Sus ropas se parecen. Y casi de espaldas a nosotros está el periodista caraqueño Oscar Yanes. La foto fue tomada en Nueva York, en abril de 1956. No es la única que se conserva de la ocasión. También es conocida otra, en la que el entrevistado y el reportero caminan por la calle. Ésta es superior. O, por lo menos, más teatral y, por tanto, más descriptiva de la personalidad del célebre surrealista catalán.

Dalí, nacido en Figueras, en mayo de 1904, tiene 52 años. Oscar Yanes, venido al mundo en abril de 1927, en el barrio El Guarataro, estaba cumpliendo 29 por esos días.

El artista -pintor, escultor, orfebre, escenógrafo y escritor-ha debido ver las ventajas del escenario, dadas las interesantes líneas que lo cruzan, configurando un espacio de grandes posibilidades plásticas. Y habrá dado un salto al banco que le sirvió de escaño para ofrecer su representación de “El caballero de la mano en el pecho”, una de las obras más conocidas de El Greco, pintada hacia 1578-1580.

Tal como en el famoso cuadro, el sujeto retratado mira de frente al espectador mientras esboza con la mano un gesto de juramento. Y mientras el modelo de El Greco porta una espada dorada, que mantiene pegada a su cintura, Dalí se cruza el pecho con su bastón. El efecto de honorable clasicismo es idéntico.

En la composición de El Greco, las diagonales trazadas por la línea del cabello se repiten en las del bigote. Para esta gráfica, Dalí aprovechó la inmensa curva esbozada por el tubo que divide en dos la foto para sacar de quicio el semicírculo de sus famosos mostachos.El tratamiento que Doménikos Thetokópoulos da a la luz y al emplazamiento está calculado para crear la ilusión de que el espectador es testigo del rito de la jura. En esta foto los testigos son el periodista y el acompañante. Oscar Yanes, por cierto, siempre bromista, da la impresión de estar tomando muy en serio el juramento perpetuo de un hidalgo español.

En muchas de las fotos de Dalí aparece con la mirada alucinada que correspondía con la perspectiva surrealista. Aquí la mirada es solemne, pero no desquiciada. Es evidente que conocía al dedillo la obra a la que rinde homenaje y que le tenía gran respeto. De hecho, es conocida su admiración por el renacimiento.

Podemos ir un poco más atrás en la cita que pudiera estar haciendo Dalí: es posible que su mano en el pecho esté bajo el influjo del precioso autorretrato de Durero, hecho en 1498, donde el virtuoso renacentista alemán se pinta como una especie de Cristo de cabellos dorados que llama la atención sobre su herida en el costado. También Durero nos mira con expresión grave y serena. En 1926, el maestro alemán Otto Dix hizo un “Autorretrato con caballete”, donde aparece con la mano en la misma posición de Durero. Es, pues, un gesto que impresiona y conmueve a los artistas plásticos. En todos los casos podrían estar reivindicando los enormes logros de los artistas literalmente diestros: por su corazón habla la mano derecha.

No era, ni de lejos, la primera temporada de Dalí en los Estados Unidos (como quizá sí lo era de Oscar Yanes cuyo ancho abrigo parece una chiva de algún pariente). El artista había llegado a la Gran Manzana en 1934, por diligencia del mítico marchante Julien Levy. La exposición que hizo entonces causógran revuelo en Nueva York. De inmediato, la pareja que componían el y su esposa Gala se convirtieron en la atracción de cuanto arrocito hacían en aquella ciudad. Especialmente célebre fue el baile de máscaras al que los Dalí fueron disfrazados de hijo de Lindbergh y su secuestrador, plagio que había ocurrido dos años antes, 1932. Fue tal la indignación que produjo la ocurrencia que tuvieron que ofrecer una disculpa pública.

Años más tarde, en 1940, el matrimonio huyó de la Segunda Guerra Mundial, que asolaba Europa y se instalaron en los Estados Unidos, donde vivieron ocho años. En 1949, ya con Franco en el poder, naturalmente, regresaron a España y se residenciaron en Cataluña. Ahí empezó la antipatía que muchos artistas y críticos tuvieron siempre por él. Claro que Dalí no se ahorró zalamerías con Franco; aunque no debe olvidarse el hecho de que nunca dejó de denunciar el asesinato de su amigo,el poeta Federico García Lorca por milicias nacionales.

En 1956, aunque no había cumplido los treinta años, ya Oscar Yanes era un periodista veterano. Tenía más de la mitad de su vida trotando detrás de la noticia y tecleando en una máquina de escribir: a los 14 años ya era reportero del naciente diario Últimas Noticias, del que fue jefe de redacción y director.

Dalí no sería la única personalidad mundialmente reconocida que entrevistaría. También tomó nota de las declaraciones que le dieron el premio Nobel de literatura John Steinbeck, el líder egipcio Gamal Abdel Nasser, los políticos norteamericanos Harry Truman, Robert Keneddy y Bill Clinton, el compositor y el director Igor Stravinski, entre otras celebridades.

También fue corresponsal de guerra de Vietnam. Era una época en la que Venezuela no estaba postrada en la miseria y la desesperanza, sino que vibraba con el mundo. Y algunos se cubrían de gloria.

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