De izquierda a derecha Eugenio Méndez, Víctor Manuel Reinoso, Rubén Ferrer Rosas, Pedro León Zapata, Mara Comerlati, Manuel Caballero, Aníbal Nazoa y Alfredo Armas Alfonzo. Fotografia Tom Grillo. Caracas. 1979.

Periodistas en el Salón Boyacá

Fecha de publicación: agosto 28, 2016

Todos estaban vinculados a El Nacional –dice orgullosamente Alba Sánchez, periodista ligada por años a ese periódico, donde ha desempeñado cargos directivos. Y es para sentirse ufano, esta gente que vemos en la foto es de lo mejor de cada casa.

Estamos en las primeras consultas acerca de esta imagen. No se sabe exactamente qué había reunido a estas personas, si era una cosecha del Premio Nacional de Periodismo o se trataba de otro tipo de reconocimiento.

La foto es de Tom Grillo y fue tomada el 27 o el junio de 1979. Dado que el día del periodista en Venezuela es el 27 de junio (fecha de aparición del Correo del Orinoco, en 1818; a diferencia de otros países, que lo celebran el 8 de septiembre, en homenaje al periodista checo Julius Fucik, ejecutado por los nazis el 8 de septiembre de 1943), estaba claro que estas personas, figuras de la prensa, habían sido convocadas por algo relacionado con el día del periodista.

La mayoría de ellos ya ha fallecido, pero podíamos consultar a Mara Comerlati, la joven reportera que está en el centro y mira al fotógrafo. “Es increíble”, dice Mara, “pero no tengo ningún recuerdo de ese día. Puede haber sido la asignación de alguna orden al mérito en el trabajo con motivo del día del periodista, la orden Francisco de Miranda… No sé. Era la época de Luis Herrera y los actos de condecoración eran masivos. El hombre condecoraba a tutilimundi, hasta era un poco risible la cosa”.

El presidente Luis Herrera Campins había sido periodista; y como acababa de posesionarse en la Presidencia (gobernó entre el 12 de marzo de 1979 y el 2 de febrero de 1984), habrá querido darse el gustazo, nada más llegar, de conceder la Orden Andrés Bello a tan distinguido elenco.

Como la memoria de Mara Comerlati no ha retenido los detalles acerca de este momento, recurrimos a las redes sociales para apelar a los periodistas abonados a ese foro. Y, como suele ocurrir, muchos participan con entusiasmo, generosidad y buen criterio. Así recabamos muchos datos.

Los reconocidos

Con la ayuda de los periodistas Edén Valero, Rosana Ordóñez, Mariahé Pabón, Eduardo Orozco, Vinicio Díaz, Roberto Lovera De Sola y Leonardo Azparren reunimos los nombres que quienes aparecen en la imagen.

De izquierda a derecha:

1)el fotógrafo Eugenio Méndez.

2)Víctor Manuel Reinoso, el periodista chileno, quien se desempeñó en El Nacional como reportero de tribunales, como también era poeta, tenía fama de ser amigo de Neruda.

3)Rubén Ferrer Rosas, corresponsal de El Nacional en Monagas.

4) Pedro León Zapata, quien entonces tenía 50 años y uno de haber iniciado una relación con la periodista Mara Comerlati, quien sería su esposa hasta el final de su vida.

5) Mara Comerlati. “Yo tenía 27 años”, dice Mara. “Y ya había ganado algún premio interno de El Nacional, que me imagino que para mí fue más importante que esta Orden Andrés Bello, totalmente disipada en mis memoria”.

6) Manuel Caballero.

7) Aníbal Nazoa.

Y 8) El narrador Alfredo Armas Alfonso, quien había sido corresponsal de El Nacional en el oriente venezolano; y columnista de este periódico hasta su muerte, en 1990. Armas Alfonzo es un escritor de talla continental, que el país no ha reclamado por su tradicional indolencia con sus valores literarios..

 “El hermano de la artista Lourdes Armas Alfonzo…”, apunta el periodista Oscar Silva Araque. “Aparece aquí con su eterna chaqueta de cuero negro. Fue mi primer jefe y guía en El Nacional”.

–En los años 80, -evoca Oscar Silva- parecía más importante ser jefe del cuerpo de cultura de un gran periódico, en este caso, de El Nacional, que ser escritor. Pero ya Alfredo Armas Alfonzo lo era y de los grandes. En el Cuerpo «C», bajo la coordinación de Armas Alfonzo, estaba la sesión de periodismo científico, creada por el maestro Arístides Bastidas, (en ese tiempo, los grandes periódicos tenían cuatro cuerpos en sus ediciones diarias, de 48, 58, 64, o 68 páginas). Ahí nos vimos Asdrúbal Barrios, Mara Comerlati, el silencioso pero de sonrisa cómplice, Eduardo Delpretti, Susana Rotker, Teresa Alvarenga, y el periodista estrella del grupo, Nabor Zambrano.

Consultada, la poeta y promotora cultural Edda Armas dice: “De esa memorable fotografía encontré una copia en los https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvos de mi padre, Alfredo Armas Alfonzo, que incluí en el libro de relatos ‘Alguna vez el corazón aprendió de la rosa/Relatos sobre mi padre’, publicado en la Colección Periodismo y Memoria de Fundación Polar”.

El lugar

Por el mural que está en el fondo sabemos que el grupo fue fotografiado en el salón Boyacá del Palacio de Miraflores. Los enormes y concernidos rostros de próceres asisten a la Batalla de Boyacá, tal como fue representada por el pintor Gabriel Bracho, quien la hizo en 1973, por encargo del presidente Rafael Caldera. No fue, por cierto, la única obra monumental que el pintor zuliano, artista bandera de los comunistas venezolanos, realizara para los gobiernos de la democracia. También hizo, por contrato del Estado, entre otras, la Cúpula Vitralística del Ministerio de la Defensa, y el mural “El Sindicalismo”, para la CTV, cuando esta estrenó sede. No es de extrañar que Bracho tuviera buena clientela en las instituciones del gobierno, puesto que desde 1954 fue objeto también de importantes premios y reconocimientos, hasta obtener el Premio Nacional de Artes Plásticas, máximo galardón en el área, que le fue entregado en 1994.

Suerte muy distinta correría el legado del pintor de Los Puertos de Altagracia cuando llegaron al poder sus compañeros “progresistas”. En julio de 2014, el capitán de la Guardia Nacional Bolivariana, Rony Lugo, mandó a destruir un mural de Gabriel Bracho que estaba en las instalaciones de la cuarta compañía del Destacamento 33, sede del comando de la GNB en el municipio Miranda del estado Zulia. La obra que representaba a Simón Bolívar, Francisco de Miranda, Rafael Urdaneta y la Virgen de Nuestra Señora de Altagracia, fue borrada en más de un 80%, por orden del oficial bolivariano.

El hijo de Gabriel Bracho, quien lleva el mismo nombre, declaró para un diario local que la destrucción obrada por el capitán de la Guardia Nacional debía “trascender hasta la Organización de Naciones Unidas”. Y Gustavo Colina, funcionario oficialista de la Cultura, dejó saber que esta no era la única obra del muralista que había pasado por el molinillo bolivariano. “Hay otras obras de Bracho que han sido destruidas en el casco central de Los Puertos de Altagracia, e incluso, hay cuadros partidos en dos en la sede de la Dirección de Cultura”, precisó Colina, quien añadió que: “Desde el Ministerio de Cultura manifestamos nuestro total rechazo con este hecho y esperamos que se tomen las medidas sancionatorias correspondientes”. Naturalmente, no se supo de ninguna medida sancionatoria.

El cuento que no es

Pedro León Zapata, fotografiado aquí cuando parece estar en pleno intercambio de ingenio con el también humorista –y tremendo escritor- Aníbal Nazoa, solía contar una anécdota (recogida por Tulio Hernández en una columna publicada en El Nacional, en febrero de 2015) sobre los galardones asignados por jefes de Estado a artistas díscolos. La recibimos por la gentileza de Juan Luis Herrera Urdaneta.

–Por sus evidentes méritos –cuenta Tulio Hernández- Carlos Andrés Pérez le confirió a Zapata, miembro egregio de la izquierda cultural y severo crítico de su gobierno, la orden Andrés Bello. Y Zapata la aceptó. En Miraflores, cuando se disponía a colocarle la distinción, el presidente Pérez le dice al caricaturista: “Qué cosas, Pedro León, ¡yo, condecorándolo a usted!”. Y Zapata, con la agilidad mental que lo caracterizaba, respondió: “Échele pichón, presidente, que la vergüenza es mutua”.

Esto ocurrió en el primer gobierno de Pérez. De manera que, cuando llegó al poder Luis Herrera Campins, ya Zapata estaba acostumbrado a que los políticos, blanco de sus caricaturas y puyas, le devolvieron el gesto con una prenda de honor. Pero eran otros tiempos. Era la democracia.

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