Una de las primeras lecciones de Sergio Antillano, en su curso de Introducción al Periodismo, en la Universidad del Zulia, era: Tengan una libreta de teléfonos y anoten los datos necesarios para contactar de manera expedita a los voceros autorizados de su fuente. Un listín de teléfonos bien actualizado, que además incluya los números de los asistentes al cargo, ahorra tiempo y esfuerzos, que en este oficio valen oro.
A casi cuatro décadas de ejercicio del periodismo doy fe de la pertinencia y utilidad de aquel consejo, que jamás he dejado de acatar. En cualquier época, democracia y en dictadura, los contactos personales son igualmente importantes, mucho más en un país reacio a la memoria, como es Venezuela, donde los registros pueden ser interrumpidos o destruidos por orden de cualquier funcionario.
El flujo de la memoria es más importante de lo que estamos dispuestos a admitir. Y cuando se producen fracturas en las instituciones, sus miembros se ven seriamente afectados por la falta de ese canal que garantiza el correaje de información, valores e instrucciones para hacer las cosas. Piénsese, por ejemplo, en la cantidad de tiempo y de brega que le llevó a la oposición venezolana divulgar en el exterior el hecho, evidente desde los primeros días de Chávez, de que el país había caído en manos de un aventurero autocrático, que había venido a confiscar tierras y libertades, y en cuyas manos el país marchaba al abismo. La debacle de los partidos políticos, -que Henry Ramos Allup ha ilustrado con el relato del día en que él empujó la puerta de Acción Democrática e ingresó en un lugar abandonado, con goteras, papeles regados en la estampida y unos pisos polvorientos que él personalmente procedió a coletear- consistió también en la interrupción de los contactos. Mal podía la Unidad Democrática recabar aliados si su libreta de teléfonos se había traspapelado también con el ciclón que arrasó con los principios y razón de ser de los partidos que la conforman.
Con la quiebra de las organizaciones políticas se perdió la red de asociados que la democracia de Venezuela había estructura con años de persecuciones. Esta fotografía recoge el alborozo que le produce a Carlos Andrés Pérez (Rubio, estado Táchira, 27 de octubre de 1922 – Miami, Florida, Estados Unidos, 25 de diciembre de 2010) coincidir en la sede de Naciones Unidas con una dama muy influyente cuyo beneficioso apoyo supieron cultivar las figuras más prominentes de Acción Democrática así como el fundador de Copei, Rafael Caldera.
Hace una semana publicamos una primera entrega sobre esta imagen, donde informábamos de que había sido captada por Max Machol, en la sede la ONU, cuando el entonces presidente Carlos Andrés Pérez hizo una visita a esa organización, en noviembre de 1976. En esa nota consignábamos nuestra ignorancia con respecto a la identidad de la señora que recibe el efusivo saludo del de Rubio. Pero el mismo domingo de su publicación, el nombre de la dama nos llegó por tres vías. Nelson Bocaranda, quien también aparece en la gráfica, recordó de quién se trataba; la ex senadora Paulina Gamus se tomó como propia la tarea y, en consulta con Carlos Canache Mata, obtuvo el dato; y, por su parte, el ex embajador Pedro Mogna nos advirtió de nuestros extravíos. Todos coincidieron. La mujer que aferra a Pérez por los brazos mientras lo mira con una gran sonrisa y aprecio genuino es la norteamericana Frances Ruth Grant, una de las fundadoras de la Liga Internacional por los Derechos del Hombre (ILHR, por su siglas en inglés), agencia no gubernamental acreditada ante las Naciones Unidas, para la promoción y protección de los derechos humanos.
Conocida como la organización de derechos humanos más antigua de los Estados Unidos, la ILHR fue constituida en Nueva York en 1942 por refugiados europeos. En 1947, fue admitida como entidad consultiva por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC), que le otorgó el derecho de testificar ante ese organismo sobre los abusos contra los derechos humanos. La ILHR también es miembro de la Coalición Internacional de la ONU para Detener los Crímenes contra la Humanidad en Corea del Norte, un comité compuesto por más de 40 organizaciones en todo el mundo. En 1976, su nombre fue cambiado a “Liga Internacional para los Derechos Humanos”.
Pionera en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, Frances Ruth Grant, (1896-1993), nació en Abiquiu, un pueblo remoto en las estribaciones de las montañas de Valle Grande, en lo que hoy es Nuevo México, el 18 de noviembre de 1896. Su padre era Henry Grant , un inmigrante judío-alemán, que era dueño de un almacén en Abiquiu. Su madre, Sarah Spiro, era una mujer notable a la que se recuerda por haber vacunado contra la viruela a toda la población de Abiquiu con un suero que había enviado el Hospital Johns Hopkins.
Una vez en conocimiento de su identidad, procedimos a hacer la investigación acerca de la señora Grant. Por Pedro Mogna sabíamos que había sido una ligereza nuestra suponer que no se conocían y atribuir el gesto del presidente Pérez a la sorpresa que nos produce ver por primera vez a alguien de cuya existencia tenemos profusa idea. Fue una licencia abusiva suponer esto. “CAP”, dice Pedro Mogna, “había sido secretario privado de Rómulo Betancourt cuando este era presidente de la Junta Revolucionaria, desde 1945. Incluso, tenía escritorio en el propio Despacho Presidencial. Cuando, a la caída de Rómulo Gallegos, en noviembre de 1948, Betancourt se fue a La Habana, Carlos Andrés lo siguió. En la capital cubana se reunirían con el depuesto presidente Gallegos y con Gonzalo Barrios. Con pleno apoyo de Prío Socarrás (presidente cubano entonces), Betancourt organiza, en mayo de 1950, la I Conferencia Interamericana Pro Democracia y Libertad, y cuenta para ello con la colaboración de Frances Grant. Con absoluta seguridad, Carlos Andrés Pérez estaba allí, como estaría después permanentemente en Costa Rica, asiento principal del exilio de Betancourt”.
Los detalles sobre la biografía de Frances R. Grant los obtuvimos del “Inventario de los documentos de Frances R. Grant”, hecho por Fernanda Perrone, disponible en Internet.
Por esa vía sabemos que Frances era una de cuatro hijos de los Grant Spiro y que, al crecer en Nuevo México, absorbió la cultura hispana. «Mi primer idioma”, dijo Frances Grant, “fue el español, una circunstancia feliz que me ha brindado un medio de relación íntima con los latinoamericanos».
–Carlos Andrés, ciertamente, no hablaba inglés, pero la señora Grant hablaba muy buen español –constató Pedro Mogna-. Ella estuvo en Caracas en la última Conferencia Interamericana Pro Democracia y Libertad, que se realizó en el Aula Magna de la UCV, en abril o mayo de 1960, convocada por el entonces presidente Rómulo Betancourt. Uno de los asistentes fue Salvador Allende, muy amigo del guatireño desde su exilio chileno. Creo que fue la última vez que se vieron Rómulo y Allende.
Frances Ruth hizo el bachillerato en el neoyorquino Hunter College High School. Posteriormente se graduó en el Barnard College para luego completar la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, en 1918. También estudió música con Albert von Doenhoff, Ernest Bloch y otros. Ya graduada de Periodismo, se convirtió en crítica musical y editora asociada para Musical América, así como colaboradora y corresponsal de varias otras revistas y periódicos, para los que enviaría notas sobre música, ballet y opera, así como sobre artes plásticas.
Mujer sumamente culta y activa, fue conferencista, curadora de exposiciones de pintura, directora de museo. En 1929 hizo su primer viaje a América latina, que la llevó por Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil. “Era”, escribió Fernanda Perrone, “un esfuerzo preliminar para explorar la posibilidad de organizar intercambios de exposiciones, estudiantes y becas. Visitó museos, escuelas, universidades y otras instituciones culturales, y se reunió con artistas, escritores y músicos. Grant se interesó particularmente por la cultura indígena y el papel de la mujer en América Latina, y conoció a muchas mujeres artistas, incluida la poeta chilena Gabriela Mistral”.
Al año siguiente, en 1930, Grant hizo un viaje más extenso por América Latina, y añadió a su itinerario Bolivia, Colombia, Cuba, Ecuador y México. Además de hacer contacto con artistas y escritores, se reunió con varios líderes latinoamericanos, entre ellos el presidente Carlos Ibáñez del Campo, de Chile, y el presidente Enrique Olaya Herrera y el ministro de Relaciones Exteriores, Eduardo Santos, de Colombia. En Perú, visitó al presidente Augusto Leguía, quien fue derrocado el día que Frances salió del país, en agosto de 1930. Era, por cierto, el cuarto gobierno de Leguía, quien había gobernado el Perú de manera intermitente desde 1919.
En 1930, ya de regreso a Nueva York, Frances Grant fundó la Asociación Panamericana de Mujeres (PAWA, por sus siglas en inglés), una organización no política, educativa y cultural «con el propósito de unir a las mujeres de las Américas en un esfuerzo común por el avance y la comprensión de los pueblos de este hemisferio». Sus actividades incluyeron el patrocinio de exhibiciones de arte, así como programas musicales, literarios y de baile de figuras latinoamericanas, que en ese momento eran poco conocidas en los Estados Unidos. En el ámbito educativo, la Asociación patrocinó cursos y conferencias sobre América Latina y clases de español, entre otras actividades.
A fines de la década de 1940, cuando varios países latinoamericanos fueron tomados por dictadores, PAWA se unió a otras organizaciones para denunciar los abusos contra los derechos humanos en esos países. En los años siguientes, organizó programas con varios líderes democráticos latinoamericanos, incluidos Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Eduardo Frei y Carlos Lleras Restrepo. En 1941, Grant viajó a Sudamérica como representante de la PAWA, donde visitó todos los países excepto Venezuela. A raíz de ese recorrido escribió artículos para North American Newspaper Alliance y The New York Times.
–Frances Grant –establece Perrone, autora de un detallado perfil de la internacionalista- jugó un papel importante en traer a América Latina a la atención de la Liga Internacional por los derechos Humanos. A fines de la década de 1940, los regímenes democráticos fueron derrocados en varios países latinoamericanos, incluidos Argentina, Colombia, Paraguay, Perú y Venezuela. Grant encabezó la respuesta de la ILHR a la crisis, testificando ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre las violaciones en América Latina en 1949. Ayudó a garantizar la seguridad del líder de Acción Democrática, Rómulo Betancourt, también miembro del Comité Latinoamericano.
Frances Grant continuó sirviendo, como oficial de la ILHR, hasta la década de 1970. Sin embargo, después de 1950, su principal base organizativa fue la Asociación Interamericana para la Democracia y la Libertad, en cuyo marco se realizó la ya citada conferencia de La Habana, en 1950, entre cuyos organizadores estuvieron, como hemos dicho Frances Grant y Rómulo Betancourt, entre otros. El evento contó con las intervenciones de Rómulo Gallegos, Eleanor Roosevelt, Arthur Schlesinger, Jr., Hubert Humphrey, el congresista Richard Nixon, Juan Bosch, José Figueres, Germán Arciniegas, Eduardo Rodríguez Larreta, Waldo Frank, Roger Baldwin, Norman Thomas, Emilio Frugoni, Eduardo Frei Montalva, Raúl Roa y Salvador Allende, entre otros 200 delegados de todas partes del hemisferio… nutrida convocatoria que incluía a Carlos Andrés Pérez.
Tiene mucha razón Pedro Mogna, no había el menor margen para que estas dos notables personalidad del siglo XX de las Américas no se conocieran antes de este emotivo encuentro en los espacios de Naciones Unidas.
La conferencia, vaya paradoja visto con los ojos de hoy, produjo la Declaración de La Habana, “que condenó las acciones de los dictadores y recomendó las condiciones para el reconocimiento diplomático basado en el respeto de los principios de los derechos humanos, civiles y políticos. También abogó por reformas sociales y económicas que fortalecieran las fuerzas democráticas en el hemisferio”.
El mayor logro de la conferencia fue la fundación de una organización permanente, la Asociación Interamericana para la Democracia y la Libertad (IADFL por su siglas en inglés ), cuyo principal objetivo era crear un frente democrático en las Américas para luchar contra el totalitarismo en todas sus formas -comunismo, neofascismo y caudillismo- como enemigos de la democracia hemisférica. La infatigable Frances Grant quedó al frente de esta organización.
En las décadas siguientes, Frances Grant mantendría una incansable labor de denuncia contra las dictaduras del hemisferio y defensa de sus víctimas. Entre sus muchas iniciativas se contaría “una gran campaña contra el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, quien había llegado al poder en un golpe militar en 1948”, apunta Perrone. “La IADF tenía una relación especial con Venezuela debido a la amistad de Grant con Rómulo Betancourt. Cuando Betancourt llegó a la Presidencia, en 1959, tras el derrocamiento de Pérez Jiménez, el gobierno venezolano ayudó económicamente a la IADF. Los principios de la IADF formulados en la Conferencia de La Habana en 1950 fueron incorporados en la Doctrina Betancourt, que este introdujo en su discurso inaugural como jefe de Estado, el 15 de febrero de 1959”.
–La Doctrina Betancourt –precisa la biógrafa de Frances Grant- hacía un llamado a otros gobiernos democráticos de las Américas a que se unieran para excluir de la membresía a los regímenes que no respetaran los derechos humanos e imponerles sanciones diplomáticas.
Tan estrecho era el vínculo venezolano de Frances Grant que en celebración de la victoria de Acción Democrática, la IADF celebró su Segunda Conferencia Interamericana en Maracay, en 1960. “Igual que la conferencia de La Habana diez años antes, a la reunión de Maracay asistieron más de 200 delegados de 21 repúblicas americanas. Los temas discutidos incluyeron problemas con dictaduras, reforma agraria, desarrollo económico, organizaciones internacionales, derechos humanos y educación. La conferencia aprobó una resolución de condena a las dictaduras de la República Dominicana, Paraguay, Nicaragua y Haití, y se comprometió a trabajar activamente para su derrocamiento. Otras resoluciones incluyeron reducir los gastos militares, fortalecer la OEA, garantizar los derechos y mejorar las condiciones de trabajo libre, apoyar las luchas coloniales en la Zona del Canal de Panamá y la Guayana Británica, apoyar las reformas agrarias ejecutadas democráticamente, confiscar las ganancias ilícitas de los ex jefes de Estado en exilio, y un pasaporte interamericano para refugiados políticos”.
En la década de 1960, la IADF se involucró en el problema de Cuba. Crítica abierto del dictador cubano Fulgencio Batista, Frances Grant inicialmente acogió la Revolución cubana de 1959. Pero después de la consolidación del poder de Fidel Castro y su alianza con la Unión Soviética, la IADF se convirtió en fuerte opositor al régimen cubano, en conformidad con su habitual postura anticomunista. Avanzada la década de los 60, la IADF trabajó activamente para ayudar a los presos políticos en Cuba.
En los años 70, la IADF, que se había rayado con la intelectualidad de izquierda -porque Frances Grant había deplorado el advenimiento de un régimen militar en Chile, en 1973, y expresado su compasión por el trágico final de Allende, pero había añadido que este tenía «su parte de responsabilidad en la debacle del orden constitucional del país»- continuó su incesante lucha por los derechos humanos en América Latina y se comprometió en una campaña contra la dictadura de Somoza en Nicaragua, lo que no impidió que tras aplaudir el derrocamiento de Somoza en 1979, Grant se opusiera al comunista FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) que lo reemplazó, y continuó exponiendo las violaciones de los derechos humanos bajo el nuevo régimen.
El https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo de los papeles de Frances Grant conserva su abundante correspondencia con políticos e intelectuales de todo el mundo, entre quienes se cuentan la poeta chilena Gabriela Mistral, la pintora norteamericana Georgia O’Keeffe, los escritores Thomas Mann, Lillian Hellman, John dos Passos, Upton Sinclair, Archibald MacLeish, Thornton Wilder, el gran arquitecto Frank Lloyd Wright.
El fondo cuenta con serie por países. “El grupo más grande , de https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvos en esta serie”, consigna Perrone, “es Venezuela”, país que le concediera a Grant la Orden del Libertador de Venezuela, en 1965.
–Estos https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvos –explica la https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvóloga- contienen una gran cantidad de información sobre Acción Democrática, el partido político fundado por Rómulo Betancourt, y sobre el Movimiento Electoral del Pueblo, que se separó de AD. El corresponsal más importante es el presidente venezolano y fundador y miembro clave de IADF, Rómulo Betancourt. Otros corresponsales importantes son los presidentes Rómulo Gallegos, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi, de Acción Democrática; el presidente y fundador del Partido Demócrata Cristiano (COPEI) Rafael Caldera; Jóvito Villalba, líder del partido Unión Democrática Republicana (URD); y los dirigentes de AD, Gonzalo Barrios, Luis Augusto Dubuc, César Rondón Lovera y Augusto Malavé Villalba. De particular interés son los casos de Alberto Carnevali, activista de AD encarcelado bajo la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; y Eduardo Machado, comunista encarcelado bajo la administración Leoni. La serie documenta en particular la participación de la IADF en los esfuerzos por divulgar las violaciones de los derechos humanos y ayudar a los exiliados durante la dictadura de Pérez Jiménez.
En sus últimos años, Grant continuó viajando y escribiendo. Al pie del cañón hasta el último día de su vida, murió en Nueva York, el 21 de julio de 1993. Tenía 96 años.
–Simón Alberto Consalvi –recuerda Pedro Mogna, quien desde el 30 de noviembre del 92 era cónsul de Venezuela en Nueva York y lo fue hasta mayo de 1995, cuando fue sustituido por Vicente Carrillo Batalla- me llamó desde Washington, donde era embajador, para alertarme de que el presidente Pérez me llamaría para que lo representara en el funeral de Francis Grant, cosa que inmediatamente ocurrió. Fue así como me presenté en la funeraria The Frank Campbell Funeral Home, en Madison Avenue. Habría 50 personas. No tuve la impresión de que hubiese parientes [Frances Grant no se casó nunca ni tuvo hijos]. El único venezolano era yo.