El segundo día de la 36ª Feria Internacional del Libro de Oaxaca, Elena Poniatowska dio una rueda de prensa para conversar acerca de su recién publicado libro Las Indómitas (Editorial Seix Barral, México, 2016), del que aseguró que no será su última publicación, aunque, como recordó, en mayo del año que viene cumplirá 85 años. “Ya muchos compañeros de generación han muerto y algunos han fallecido en estos mismos días. Incluso, Sergio Pitol se ha puesto ya muy grave”.
Efectivamente, la noticia del ingreso al hospital del escritor Sergio Pitol, de 83 años, aparecía en toda la prensa mexicana y era comentada por los autores convocados en Oaxaca, sobre todo los de mayor edad, como la propia Poniatowska y Margo Glantz, también presentes en esa fiesta de los libros.
Los periódicos comentaban que Pitol, hospitalizado el 12 de noviembre en Xalapa, Veracruz, había tenido problemas de salud en los últimos años. “En mayo pasado, la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) develó una placa en su honor, pero no pudo asistir porque se encontraba delicado”. Pero la verdad es que el autor de El arte de la fuga ha presentado quebrantos y muy serios en buena parte de su vida; y el año pasado estuvo ingresado por una afasia progresiva que le ha afectado su capacidad del habla.
Un par de días más tarde los mismos diarios hablarían de una mejoría, pero la sensación generalizada es la que dio la Poniatowska sin medir demasiado sus palabras. “Pitol ya está muy grave…”.
Sé que fue un niño de mala salud porque lo he leído y porque él mismo me lo dijo en el año 2000, en Caracas, ciudad a la que fue invitado por la Fundación Atempo para dar conferencias y dictar un curso, el cual tomé.
–Éramos una familia italiana, —me dijo Pitol— arruinada, golpeada fuertemente por la Revolución. Yo tenía una salud fatal, estaba siempre enfermo y por eso no podía asistir a la escuela. Aprendí a leer muy precozmente y fui un lector de tiempo completo. A los doce años leí La guerra y la paz y me cambió la vida. Mi hermano y yo éramos huérfanos (mi padre había muerto de una enfermedad en la columna; dos años después, cuando yo tenía siete, mi madre murió ahogada en un río y a los pocos días mi hermanita pequeña falleció también) así que vivíamos con mi abuela y estábamos casi siempre presentes cuando ella recibía a sus amistades. En estas charlas solo se hablaba del pasado. Mi infancia estuvo marcada por esta permanente evocación y a través de la literatura me zafé de este mundo que ya me resultaba opresivo.
A los 16 años, ya totalmente restablecido, se fue a la Ciudad de México para estudiar Derecho en la UNAM y en el camino encontró su vocación literaria. Sergio Pitol Demeneghi nació en Potero (un ingenio azucarero), Veracruz, el 18 de marzo de 1933. Ha tenido una brillante trayectoria intelectual como escritor, traductor y divulgador de la cultura. Fue miembro del Servicio Exterior desde 1960 y se desempeñó como agregado cultural de las embajadas mexicanas en Francia, Hungría, Polonia y la Unión Soviética, y embajador en Checoslovaquia. Además, residió en Roma, Pekín, Barcelona y España. Y, en suma, viajó por todo el mundo, como había soñado cuando era un niño que vagaba por paisajes imaginarios en su barco de sábanas.
Un día regresó a su país para quedarse. Y se residenció en Xalapa, capital del estado de Veracruz. Allí lo visitó Paolo Gasparini, en 2007, quien le tomó este retrato, que integra la colección del Archivo Fotografía Urbana.
Todo el universo de Sergio Pitol está contenido en la imagen. Sobre todo, su sonrisa encantadora y su capacidad de esparcir esa atmósfera de cariño que junta a la genialidad de su obra lo ha convertido en maestro de tantos escritores y lectores.