Dos fotógrafos consideran que este momento debe ser preservado. Una se ve, el otro no. Pero casi oímos los respectivos clicks como un diálogo de diminutas castañuelas. Los clicks del reportero gráfico de Sociales y de la invitada a la fiesta, quien al sentir la inminencia de la historia sacó su camarita del bolso (o quién sabe si del escote decorado con una flor) para fijar el instante en que el cumpleañero recibe el saludo de quien seis meses atrás era el Presidente de la República.
Pero el fotógrafo de prensa, a diferencia de la aficionada, no se limita a captar el cordial saludo de dos hombres que hasta hace pocos años, en los tiempos de la lucha armada, habían estado en bandos enfrentados: José Vicente Rangel, el anfitrión, en la vocería y defensa de los insurrectos detenidos o perseguidos; y Carlos Andrés Pérez, cuando era Ministro de Relaciones Interiores de Rómulo Betancourt, en el combate frontal a los irregulares. La afectuosa coincidencia estará en el núcleo de la imagen del profesional, quien también va a incorporar aquella presencia de la esquina, esa figura que asoma en el rincón y que resulta ser el Presidente de la República del momento.
Al ampliar su encuadre, el periodista/fotógrafo nos dejó el testimonio de una época en que había dos inquilinos de Miraflores vivos, uno con el mandato ya concluido y otro apenas al comienzo; pero, además, dos figuras políticas de distintos partidos e ideologías, que están en un mismo salón, a pocos metros de distancia, entremezclados con gente también muy diversa. Y, como si fuera poco, es un Presidente que está acompañado, cómo no, de un edecán, pero no de un muro de uniformados ni mucho menos de una parafernalia que lo aísle y lo convierta en el centro del universo.
Un cumpleaños en los periódicos
El 10 de julio de 1979, José Vicente Rangel Vale cumplió 50 años. Había nacido en Caracas, en 1929, y antes de llegar a esa edad ya había sido candidato a la Presidencia en dos oportunidades, 1973 y 1978, obteniendo 4,26% y 5,18% de la votación respectivamente, siempre con el apoyo del Movimiento al Socialismo. Volvería a intentarlo luego, en 1983, abanderando al Movimiento Electoral del Pueblo y el Partido Comunista de Venezuela. También había sido diputado al Congreso durante dos décadas seguidas y lo sería por cinco años más, puesto que había sido elegido en los primeros comicios después de la caída de Marcos Pérez Jiménez y mantendría la curul durante cinco legislaturas consecutivas. La primera, en representación de URD y el resto con los partidos ya mencionados. Pero, sobre todo, era una figura de inmenso prestigio. Tanto es así que el mismo día de su cumpleaños, El Nacionalpublicó una larga entrevista hecha por César Messori a propósito de ese onomástico. Un hecho muy singular, puesto que en ese momento José Vicente Rangel era diputado y muy conocido por su defensa de los derechos humanos, pero no tenía ningún cargo ni la figuración que podía tener un artista famoso. Era un mimado, una especie de representante principal del Hollywood local. La entrevista de Messori llevaba por título: “Me siento satisfecho porque tengo amigos”, lo que fue precisamente el leit motiv de la fiesta que le ofrecieron, un evento donde no parecía caber la gente, como demuestra esta foto.
El vestido de Gisela
“Yo estuve ahí”, dice el político e historiador Rafael Simón Jiménez. “Fue en el Hotel Ávila. Lo recuerdo perfectamente. El orador del acto fue Jóvito Villalba, quien había sido el iniciador de Rangel en la política, en 1946. Naturalmente, en URD. Luego José Vicente sería su secretario personal y, a su vez, coordinador de la Juventud de URD”, que entonces se llamaba Vanguardia Juvenil Urredista.
“Jóvito fue su gran protector hasta que Rangel, como ha hecho con todo el mundo, le mordió la mano en 1963 y fue expulsado del partido. El lema de la fiesta era ‘José Vicente tiene amigos’. Y, en efecto, hubo gente de todos los sectores. Ahí vemos al expresidente Pérez, así como al entonces presidente Luis Herrera Campins, quien había compartido exilio con Rangel en tiempos de Pérez Jiménez, y quien, tal como siempre recordaba Rangel, le había regalado el primer vestido que se puso su hija Gisela”
El cuento del vestido de Gisela Rangel salió a relucir en la entrevista de Messori, quien explicó que Rangel era hijo de un connotado gomecista quien se apartó de la política tras la muerte de Gómez. Pero el hijo, José Vicente, tomó contacto con ella en el Colegio La Salle, de Barquisimeto, un plantel notable por su amplitud, donde coincidió con Luis Herrera Campins, Rafael Andrés Montes de Oca, Gonzalo García Bustillos, José Luis Zapata, Orlando Orozco y otros socialcristianos, pero también adecos como Ramón Escovar Salom. El periodista toma nota de lo ufano que está Rangel por la cantidad de amigos que se gasta. Constata Messori que “nos habla de las diferencias políticas suyas con Carlos Andrés Pérez, a quien adversó como nadie desde que era viceministro del Interior. Sin embargo, la amistad no se ha visto afectada, sin que nadie deponga de su actitud. Lo mismo puede decir Rangel de dirigentes como Luis Herrera Campins, cuyas familias han tenido gran relación y a quien considera un hombre honesto”.
— Viviendo en España exiliado —le dice Rangel a Messori—, el primer vestido de mi hija, que hoy está casada, se lo regaló Luis Herrera Campins.
Quién es quién
Detrás del expresidente Carlos Andrés Pérez está quien había sido su ministro de la Juventud, Alfredo Baldó Casanova, ex secretario de Finanzas de URD y para el momento ex embajador en Portugal.
Un poco más arriba se ven Jóvito Villalba y su segunda esposa Ismenia. Dice Jorge Valoz:
“Ella sonriente y él ya en actitud nostálgica… ¿o de hastío? Porque a pesar de haber sido, junto con Betancourt y Caldera, artífices del Pacto de Punto Fijo, fue el único de ellos que no culminó en la Presidencia de la República”
Al preguntarle a Valoz, alguien que compartió con Rangel una prolongada amistad, cómo había sido la relación de este con Villalba, dice:
“En URD no había otra relación que no fuera de subordinación absoluta de todos con Jóvito. No hay que pasar por alto que URD es un partido sin ideología definida. Es producto del mesianismo de Jóvito y su necesidad de crear una alternativa distinta a Acción Democrática y Betancourt, porque el sectarismo adeco era muy excluyente. Pero Betancourt prefirió que su contraparte fuese Caldera: democracia cristiana frente a socialdemocracia. Y por ello lo aupó y finalmente logró su propósito, pues después de salir de la Ancha Base, URD fue languideciendo, se dividió y finalmente se esfumó. Los urredistas utilizaban a Jóvito como trampolín para escalar posiciones y sinecuras”
En su discurso, Jóvito cubrió de elogios a Rangel: “Su trabajo ha sido de una tenacidad y de una limpieza moral nunca superadas en la vida de nuestro país […] Ha conquistado una envidiable autoridad que le permite aconsejar a todos el camino justo, el camino de la acción de masas y del respeto a la ley democrática, sin que se sospeche de su sinceridad”. Sin embargo, alguien que pidió mantener su identidad en reserva puntualizó que la sociedad importante de Rangel no era con Jóvito Villalba, sino con Luis Miquilena:
“Con Miquilena la relación sí era de total dependencia, pues era éste quien lo empujaba y le abría caminos en la política y el periodismo. Era como su padre putativo. Desde los tiempos de los periódicos Clarín y La Pava Macha, Miquilena lo promovió y lo vendió al Partido Comunista como el hombre que en la legalidad sabría moverse con habilidad. Y por eso se convirtió en el principal portavoz de la izquierda legal cuando el PCV y el MIR se embarcaron en la lucha armada. Miquilena se retiró un tiempo a sus negocios, pero Rangel no dejó de consultarlo, por ejemplo, si aceptaba o no las candidaturas. Y era Miquilena quien siempre lo estimulaba para que se lanzara. Fue él quien lo montó en el carruaje de Chávez y lo hizo ministro de Relaciones Exteriores, aún cuando Rangel había jurado días antes que ‘No aceptaría ningún cargo público’, por su supuesta aversión al poder. En las primeras declaraciones como Canciller dijo que su amistad con Miquilena era ‘A prueba de balas’. Tenían el compromiso tácito de abandonar juntos el gobierno cuando así fuese preciso. Pero Rangel no lo honró cuando los sucesos de abril 2002 y Miquilena se marchó solo. Había pasado de la aversión al regusto por el poder. Y optó por el parricidio”.
En la esquina superior derecha, se ve al presidente Luis Herrera Campins como retraído y en plano secundario. A pesar de que había salido triunfante en las elecciones del 3 de diciembre de 1978, donde había derrotado, entre otros, al propio Rangel, está ahí como figurante, en espera del momento para saludar a la vedette. A su lado, a la derecha, está su edecán el entonces teniente coronel (GN) Félix Bravo Mayol, también llanero, oriundo de El Yagual, estado Apure.
En el otro extremo, hacia el borde izquierdo de la foto, con los ojos cerrados, está el sociólogo, escritor y profesor universitario Rigoberto Lanz. Detrás de Lanz se asoma Rafael Rodríguez Mudarra, quien precisó que la fiesta había sido organizada por una comisión “de dirigentes de la llamada izquierda para la época”, encabezada por Miguel Ávila, dirigente de URD en Altagracia de Orituco, estado Guárico.
En el centro de la foto está la pancarta decorada con los mismos rombos que fueron usados por el editor José Agustín Catalá para la portada del libro que publicaría, apenas un mes después, sobre el acontecimiento. La publicación recoge los discursos de Jóvito y del propio Rangel, así como varias notas sobre el cumpleañero. En el lado derecho de la pancarta vemos, vestido de traje negro, alto, al entonces dirigente nacional del MAS, Freddy Rincón, luego parlamentario e historiador, asistente del doctor Ramón Velásquez en el Archivo Histórico de la Nación.
Desconocemos la identidad de las mujeres, con la excepción de Ismenia de Villalba. Y seguimos en la duda con respecto a quién es el hombre solitario, de traje claro, que está entre Jóvito y Baldó Casanova. Varios informantes sugirieron que podría ser Omar Lares, pero Tito, el jefe de sala del restaurant Laserre, donde el célebre cronista fue asiduo por años, niega de plano que se trate de él.
Como ha ocurrido tantas veces con estos comentarios a las gráficas del Archivo Fotografía Urbana, esperamos las observaciones de los lectores para corregir y enriquecer las notas.
¿Era sincero ese abrazo?
¿Quién hubiera pensado que, años más tarde, Rangel usaría su poder, que se acrecentó después de cumplir el medio siglo, para defenestrar a Carlos Andrés Pérez en su segunda presidencia?
Carlos Andrés tuvo gestos de gran solidaridad con Rangel, como cuando ordenó su envío expreso, en ambulancia aérea a Cuba, cuando el periodista sufrió un accidente y se golpeó la cabeza, algo que lo mantuvo en estado semicomatoso durante varios días en el Hospital de Clínicas Caracas. Y es historia repetida en los corrillos que cuando Pérez era ministro de Relaciones Interiores se negó a que la esposa de Rangel, Ana Ávalos, fuese detenida y presentada en flagrancia al ser capturada cuando transportaba en su vehículo, con placa de congresista, un lote de armas que habían sido utilizadas en asalto a entidades bancarias.
Nada de eso valió. Entre los perseguidores de Pérez, José Vicente fue el más enconado en demostrar la culpabilidad de aquél cuando se ventiló el uso de la partida secreta para brindar apoyo a la presidenta nicaragüense Violeta Chamorro.
El 8 de noviembre de 1992, José Vicente Rangel hizo pública la denuncia, que luego repetiría en su columna de El Universal, acerca de la malversación de 250 millones de bolívares de la partida secreta del Ministerio de Relaciones Interiores para costear gastos de seguridad para la presidenta Chamorro. En el juicio, Pérez dijo que había usado esos fondos públicos para consolidar la democracia de El Salvador y fortalecer el gobierno democrático de Violeta Barrios de Chamorro en Nicaragua. “Defender la democracia en el área es definitivamente un asunto de seguridad interior de Venezuela”, insistió Pérez en su defensa, que, como es sabido, fue inhábil para impedir su destitución, encarcelamiento, expulsión del partido y, en fin, una forma de muerte que Pérez jamás hubiera preferido.
Cada vez menos pequeño
Según la crónica de RAS, incluida en la edición del 25 de julio de 1979, en El Nacional, el sarao convocó más de mil invitados e incluyó torta, velitas, “Cumpleaños feliz” y “Las mañanitas”. Todo, sin embargo, se acalló cuando el cumpleañero subió al podio para pronunciar su discurso. Abrió fuegos citando al ensayo “Mensaje sin destino”, de Mario Briceño Iragorri, a quien aludió como “uno de los más lúcidos intérpretes del hecho nacional”. Leyó Rangel ante aquel público que lo escuchaba embelesado, como si tuviera enfrente una mezcla de prócer con Errol Flynn:
“Nada más lúgubre y pesado que la marcha de una comunidad totalitaria, donde no haya comprensión ni tolerancia para los valores contrarios y para las aspiraciones opuestas, y donde, por lo contrario, se imponga una fuerza que quiera la unanimidad de las conciencias”
El resto de la alocución la ocupó en hablar de sí mismo, con una pequeña excepción para referirse a Jóvito Villalba en términos de afecto. Concluyó diciendo que cada día se sentía “más deslastrado de pequeñeces y de vanidades”.
Después de este día, muchas cosas cambiaron. Por ejemplo, Rangel le declaró a César Messori que siempre había sostenido “que en el marco de la Constitución de 1961, de consenso y altamente democrática, se pueden impulsar reformas muy profundas en este país”. Sin embargo, la transformación más espectacular se operó en la reputación de Rangel, quien a los 50 años recabó los elogios de los individuos más disímiles y antes de cumplir los 80 ya era considerado, como dijo un testigo, un personaje maquiavélico, frío, muy calculador, que se desdobla cuando le conviene y que aprendió el arte de manipular y de amoldarse a cualquier circunstancia que lo pueda favorecer, tanto en la política como en los negocios.
No por nada lo comparan con el Tartufo, de Moliére.