Vi derrumbarse una casa colonial
y volteé a mirar sus portones
su par de argollas y el candado
como el fósil de un caracol.
El techo de dos aguas
se balanceó hacia atrás
hacia la izquierda,
hasta que infartadas
las paredes de barro
encaladas en blanco
se desplomaron.
Entonces, un automóvil
con los faros encendidos
cruzó a toda prisa
la nube de polvo,
como sino hubiese ocurrido
algo –terrible.
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