La gestión presidencial de Rómulo Betancourt (1959 / 1964) estuvo asediada por conjuras y levantamientos militares que venían de la izquierda así como de remanentes del perezjimenismo. Fue, ciertamente, un gobierno acosado por conspiraciones de muchos frentes, incluidas fuerzas extranjeras, como la dictadura de Trujillo, en República Dominicana, y el recién llegado al poder, Fidel Castro, quien desde el primer momento le tuvo el ojo puesto a Venezuela.
Esta concentración ha podido ser de cualquier año del quinquenio de Betancourt, pero vamos a tomar por buena la anotación inscrita en el reverso de la imagen. El 24 de junio de 1960, el presidente Betancourt se salvó por los pelos del atentado perpetrado por la guerrilla de las FALN (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional). De hecho, resultó muerto el jefe de la casa Militar, coronel Ramón Armas Pérez y destrozado el vehículo presidencial. Muy pronto se demostró que detrás del crimen estaba el régimen de Trujillo.
Pero El Chivo distaba mucho de ser el único enemigo del nuevo gobierno, emanado en forma legítima de las urnas electorales. En septiembre de 1959, a meses de iniciado el Gobierno, se registró una sublevación militar y fueron detenidos algunos oficiales.
El 3 de enero de 1960, la Dirección Nacional de Información emite un comunicado para tranquilizar a la opinión pública por ciertos actos terroristas cometidos en Caracas.
El 7 de ese mes se produce en todo el país un paro general simbólico de quince minutos en repudio a esos y en apoyo al gobierno. El 8, el Congreso Nacional aprueba un acuerdo donde condenaba los actos de terrorismo y pide al Ejecutivo que tome medidas para preservar la paz ciudadana. El 20, el Ministerio de la Defensa confirma la existencia de un movimiento subversivo y la detención de militares y civiles. Es decir, las acusaciones no eran al aire y sin presos, sino inculpaciones muy concretas.
Y el 13 de febrero de 1960, cuatro meses antes del atentado, el presidente Rómulo Betancourt pronuncia un discurso, en El Silencio, en el primer aniversario del Gobierno constitucional: “Mis palabras serán dirigidas a la nación […] porque como Jefe de Estado no pertenezco a una sola parcialidad política sino a todos los venezolanos de todas las tiendas políticas y a quienes no militan en ningún partido [ …] Quiero hacer aquí un llamado al trabajo, al trabajo creador. Que pongamos de lado el manguareo y la frivolidad, y el nuevorriquismo derrochador […] Quiero hacer un llamado al pueblo de Venezuela para que adopte una actitud de comprensión y de acogida hacia el emigrante laborioso porque de los tahúres se está encargando la Dirección de Extranjería”.
Estas personas pueden haberse congregado, pues, ese día de febrero. Pero no debe descartarse que haya sido en fecha posterior, dadas las agresiones que durante todo su ejercicio sufrió ese Gobierno.
La multitud se concentra en un punto, pero no alcanzamos a ver al orador o al foco que atrae la atención de la multitud. El fotógrafo se ha ubicado en lo alto, quizá desde el segundo piso de otro edificio, a espaldas de la congregación. Es como si quisiera representar el liderazgo colectivo. Quien mira, lo hace desde la retaguardia, es el pueblo quien va adelante. Un pueblo, por cierto, plural. Vemos que entre la muchedumbre, de notable mayoría masculina, hay pancartas de Acción Democrática y de su rival, una de ellas dice: Copei apoya la constitucionalidad. Es, pues, una inmensa manifestación en apoyo a la Constitución. Quizá este respaldo fue el que permitió que Betancourt terminara el periodo y que el país viviera cuatro décadas de democracia..