Fotografía © Jonathan Velásquez

Escuchar con los ojos. Chuspa: memoria de un pueblo

Fecha de publicación: marzo 24, 2025

El proyecto expositivo La fotografía/Chuspa: memoria visual de un pueblo es una indagación en la memoria a partir de lo fotográfico –material de archivo y álbum de familia–. Para El Archivo ha resultado una oportunidad para trascender el hecho fotográfico inmediato y promover la búsqueda de estos materiales de valor familiar, y de nuestra identidad cultural más auténtica.

Con el apoyo de Diana López –directora El Archivo– y Fernando Eseverri –Colección C&FE– fue posible avanzar, en esta primera entrega del proyecto, que estuvo bajo la coordinación de investigación y curaduría de Ariel Jiménez –curador e investigador de larga trayectoria–.

Este ensayo sonoro Escuchar con los ojos, expresa un fragmento de la experiencia vivida por el equipo durante el proceso, y nos parece de valor compartirlo con la comunidad fotográfica, para dejar evidencia de las posibilidades con las que nos sigue confrontando la fotografía actualmente.

La fotografía/Chuspa: memoria visual de un pueblo es una exploración sobre la memoria a través de la fotografía. Es una excusa esclarecedora para encontrar vestigios de sensibilidad y conexiones humanas profundas que dan cuenta del transcurrir de la vida en este territorio sosegado a orillas del mar Caribe. El relato de este proyecto expositivo organizado por El Archivo y narrado por Maurelyn Rangel forma parte de la serie #HistoriasConstructivas contadas en alianza entre Historias que laten y Noticias Sin Filtro.

Crónica Maurelyn Rangel / Fotografías Jonathan Velásquez.

                                                          

Presentamos este relato producido y narrado por Maurelyn Rangel como parte de la serie #HistoriasConstructivas, contadas en alianza entre Historias que laten y Noticias sin filtro
Créditos video audiogalería: Producción, locución y texto: Maurelyn Rangel
Guión: Liza López
Fotografías: Jonathan Velásquez, Gabriel Pinto.
Curaduría e Investigación exposición fotos de familias en Chuspa: Ariel Jiménez
Sonido y musicalización: Julio Méndez y Rayner Yanez
Edición video: Rayner Yanez

                                                          

«Chuspa: memoria de un pueblo». Producción, locución y texto: Maurelyn Rangel. Audio completo.

                                                          

La franja del litoral central venezolano está llena de tradiciones y un gentilicio compartido arraigado en nuestro ADN, el mar.

Como un extravío acertado –claro está– el pueblo de Chuspa nos recibió con los brazos abiertos y el corazón de su memoria familiar.

La vida en Chuspa puede ser calmada y también efervescente, dependiendo del mes del año. Lo cierto es que su gente ejerce prácticas cotidianas compartidas como la amabilidad, la alegría y en especial el deseo de mostrar su pueblo con un orgullo estremecedor. Justamente esto nos permitió una aproximación fluida, sin muchos argumentos, con una honestidad pocas veces lograda en proyectos de este tipo, cuyo tiempo es determinante para lograr vínculos y generar confianza.

Son muchos los referentes previos de trabajos realizados, entre ellos los guiados por: Cheo Carvajal, Ángel Zambrano, Diana López, Diana Rangel, Eduardo Burger, Elizabeth Schummer, Nelson Garrido, Tulio Hernández, Historias que laten, y muchos otros –fotógrafos, artistas, investigadores, activistas– que han desplegado sus talentos y sensibilidades en diversos espacios y tiempos de Venezuela.

Este trabajo nos ha aproximado a la realidad cotidiana del pueblo de Chuspa y sus habitantes, y mucho podríamos narrar entre líneas de cada uno de sus personajes.

Sin embargo, hemos considerado destacar uno en particular: a Pedro Escobar, un hombre de 58 años, habitante del pueblo.

Pedro Escobar: Fotografía © Jonathan Velásquez

Pedro fue quien nos guío en la última fase del proyecto, en buena medida, a través de sus sentidos. Nos mostró la pertinencia de su pueblo, y la esencia de sus habitantes, resultando el narrador central de nuestra experiencia de cierre.

Como quien reconoce el sonido del mar desde su nacimiento, recorrimos junto a Pedro calles, escuelas, negocios, casas, hostales, templos religiosos y los lugares
más resaltantes de este pueblo.

Pedro observa el mar y puede describirlo con sus manos y rostro. Para él ese azul es su hogar, su refugio primario. Nos enseñó cómo comer un pescado frito en la orilla del mar con maestría, y también, a disfrutar de la compañía de los perros callejeros mientras velaban cada bocado.

Para Pedro, su memoria familiar es limitada, dado que tiene muy poco, por no decir ningún registro fotográfico a su alcance como herencia familiar. Tampoco tiene posibilidades de ubicarlos por cuenta propia. Aunque poco sabe leer y escribir, tiene un teléfono inteligente, y desde hace algunos años comparte y recibe imágenes de amigos y familiares.

Pedro no era consciente que ese pequeño dispositivo resguardaba sus memorias. Y este proyecto le permitió comprender la fotografía como fragmentos de vida. Y en este punto, si bien no tenía más recursos familiares que atesorar, ahora tenía conocimiento del valor de esas imágenes en su teléfono.

Con un silencio conmovedor, siempre nos confrontaba con los personajes más emblemáticos del pueblo, y nos guiaba con un tino preciso en cada conversación. Nos alertaba de cuanto detalle significativo debíamos incluir en nuestro trabajo.

Pedro Escobar: Fotografía © Jonathan Velásquez

Con un andar disonante, por dificultades de movilidad en su pierna izquierda, caminó el pueblo junto a nosotros varias veces, siempre en calma y seguridad. Él nunca tuvo predisposición, siempre fue fluido, amable y especialmente familiar.

Los sonidos de Chuspa los lleva Pedro en su piel.

Cada vivencia y emoción la expresa en su mirada. Es tan extremadamente detallista que logra comunicar con exactitud lo que no puede nombrar, ni escuchar.

Cuando conoces a Pedro, sé es más consciente de lo dado, algo tan básico como los cinco sentidos. Y en lo vinculado a los sentidos, cuando hablamos de fotografía, lo estamos haciendo –muchas veces– desde el hecho concreto que nos proporciona el sentido de la vista.

Por esto, su historia nos permitió reflexionar mucho sobre “el sentido” más profundo de la existencia. A veces miramos desde lo que sentimos, escuchamos y decimos. Y entonces, cabe la pregunta ¿cuándo uno o varios de estos sentidos, se ve afectado, podríamos asumir que no se ha completado el proceso?

Fue una pregunta constante durante un tiempo.

Pedro Escobar: Fotografía © Jonathan Velásquez

Y con base en los sentidos, fuimos develando la intención del montaje. Cuando pensamos en la impresión en tela, lo hicimos principalmente basados en las condiciones ambientales, y por supuesto en el conocimiento de experiencias previas que nos dieron fundamentos para elegirlo. Por la humedad, el salitre y por supuesto, por la exposición directa al sol.

Aquí fue cuando nos hicimos conscientes “de los sentidos”:

Vista: la impresión en tela permitió una imagen limpia, en contrastes y calidad resolutiva.

Oído: proporcionó una sensación de movimiento constante –en especial en las telas instaladas al interior de los hogares– dando la posibilidad danzar libremente.

Tacto/gusto/olfato: permitió la posibilidad de tocar, y presentar en un formato versátil el contacto directo con la imagen –de ser una necesidad–. Esto facilitó conectar con el resto de los sentidos, y proyectar la memoria extraída en cada imagen.

Es así como cada paso nos desveló una nueva capa de información y coherencia de todo cuanto ocurrió durante el proceso.

La respuesta a nuestra pregunta inicial de los sentidos, entonces ya tuvo estructura:

Esto nos reencontró con un fragmento de las muchas reflexiones de Juan Nuño que se refiere justamente a la memoria: “el precio de renunciar a la memoria es la pérdida de la racionalidad. Civilización de la desmemoria es igual a no-civilización”. Para quien tiene afectación en alguno –o varios de ellos– de sus sentidos, la memoria lo es todo. Esto hace de mayor significación la experiencia de Pedro, como narrador de su pueblo. Entonces dentro de su memoria, convergen todos sus sentidos, incluso aquellos, que nunca ha logrado experimentar.

Ahora partiendo de la imagen:

Así como la fotografía, exige una mirada y sentido de ocurrencia humana, su consecuencia es producto de un proceso cotidiano o predeterminado –siempre construidos–, una fotografía nunca ocurre sin sentido –consciente o inconsciente–. De esta manera, lo que para alguien es desconocido, como en el caso de Pedro, vinculado a los sentidos –la escucha y el habla–, se desarrolla destreza en la existencia misma: de la experiencia y la repetición sincronizada.

La memoria juega un papel central, dado que es proporcional a los sucesos ejecutados exitosamente, y su acumulación en el tiempo, para repetirlos.

Cuando comenzamos a indagar sobre la vida de Pedro, un simple movimiento de su cabeza –arriba y abajo/o hacia los lados de izquierda a derecha–, para afirmar o negar, bastó. Pocas veces tuvo contacto con una fotografía impresa, y recuerda que su mamá tenía fotos de su abuela, pero nunca las resguardó, ni tiene conocimiento de dónde buscarlas hoy.

Pedro aprendió a vivir en su propio mundo, desarrolló una vida familiar, y tiene un estrecho vínculo social con la gente del pueblo. Todos le reconocen y saludan.

Él aprendió a escuchar tocando el mar –a veces con sus manos, otras con sus pies descalzos–, y a pronunciar palabras con su mirada. Reconoció su cuerpo, e instrumentalizó de manera repetida, hasta hacerlo su propio lenguaje –oídos y voz–.

Cuando Pedro te abraza, siente los latidos de tú corazón, al mismo tiempo que tú respiración.

Esta es la historia de Pedro Escobar, habitante de Chuspa con discapacidad auditiva y del habla de nacimiento, quien nos guió y mostró el pueblo de Chuspa.

Entonces que mi voz y palabras sean las de Pedro, este maravilloso ser que sin palabras y un sentir profundo, nos contó la calidez más auténtica de su pueblo.

Pedro Escobar: Fotografía © Jonathan Velásquez

Este proyecto tiene un año y medio en proceso. Esta primera entrega no habría sido posible sin la sensibilidad de un caraqueño que tiene más veinte años vinculado a este mar de Chuspa y su gente: Ariel Jiménez –curador e investigador– e Isabella Domenger (historiadora y francesa de nacimiento).

Así como el apoyo y criterio de Diana López –directora de El Archivo–, quien, en su larga trayectoria como gestora cultural, ha confiado plenamente en la fuerza de este tipo de proyectos, sumando siempre aliados para dar un poco más.

En esta oportunidad, Fernando Eseverri de la Colección C&FE fue un colaborador significativo para hacerlo posible. Igualmente, Gabriel Pinto –fotógrafo y cultor–, quien realizó los retratos centrales de la exhibición, junto a Ariel Jiménez, quien reprodujo todo el material de archivo como álbumes y fotografías –que fueron apareciendo como pistas–, en cada familia. A todo el equipo de El Archivo, por su compromiso, mención especial a Manuel Eduardo González, Jonathan Velásquez y Gonzalo Bottaro.

Todos estos esfuerzos finalmente permitieron retomar a partir de lo fotográfico, la memoria familiar de los habitantes del pueblo de Chuspa.

Que la fotografía nos siga guiando, dentro y fuera de nuestros sentidos imaginados.

Todo el material fotográfico está disponible en el portal digital de Historias Que Laten y El Archivo.

Créditos especiales:
A todas las familias participantes de Chuspa.
A Kover por impresión sublimada sobre tela.

“Retirado en la paz de estos desiertos
Con pocos, pero doctos libros juntos
Vivo en conversación con los difuntos
Y escucho con mis ojos a los muertos”
– Francisco de Quevedo

Nota afectiva: Aquí también estás.

                                                          

Pueden leer también el texto en el portal de Historias que laten.

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