Caracas, Venezuela, 1908-1995
Fue fotógrafo, crítico e historiador del arte moderno, uno de los más influyentes del siglo XX venezolano. Su objetivo como fotógrafo fue muy claro: producir un conjunto fotográfico que cubriera todo el territorio nacional en sus regiones más características. Captar la imagen de ese país todavía desconocido; sus paisajes, sus habitantes, sus pueblos y ciudades. Al ser él mismo testigo del “surgimiento” de un proyecto moderno, con una visión clara y consciente de la fuerza de la fotografía como herramienta de testimonio epocal y de sentido histórico, Boulton centrará su interés y su mirada en la Venezuela que, a mediados del siglo XX, sueña con modernidad y progreso.
Su trayectoria como fotógrafo y hacedor de imágenes comienza a su regreso de Europa, en 1928. El acceso a la fotografía y revistas de arte internacional lo enfrentaron al ejemplo de grandes fotógrafos modernos; artistas europeos como Alexander Rodchenko o Henri Cartier-Bresson, y a otros artistas norteamericanos como Man Ray, Dorothea Lange, Ansel Adams y Walker Evans, todos con una característica particular que los une: una clara intención de enaltecer y hasta dignificar sus objetivos fotográficos, trascendiendo los estereotipos temáticos y estilísticos de la práctica fotográfica de finales del siglo XIX y principios del XX. Cualidad que la obra de Boulton encarna perfectamente. Es precisamente ese deseo de acentuar la belleza de un sitio o personaje, de captar sus particularidades más notorias y elevarlas a la categoría de prototipo, lo que define gran parte de la estética moderna en la obra de Alfredo Boulton.
A su llegada a Venezuela, Boulton siente la necesidad de darle un rostro concreto a esa realidad nueva, porque inexpresada, que era la América Latina y Venezuela en particular, donde su propio territorio aún era desconocido para la mayoría de sus habitantes. De ahí surge la necesidad de fotografiar al país, sus paisajes y sus habitantes, como un reflejo del potencial devenir venezolano.
Su talento yace en la agudeza de su obra que, con gran sentido estético, refleja las características de la Venezuela pueblerina y rural. Boulton no toma una imagen objetiva de lo que ve, sino que la construye desde la emoción, desde un sentimiento de pertenencia absolutamente nuevo en Venezuela. Bajo esa perspectiva, busca crear un escenario edénico sobre el cual se construirían las bases de una nación nueva. Lo que se entiende por moderno en la obra de Boulton es de suprema importancia, porque es ahí donde yace su relevancia como pionero de la fotografía modernista. La manera en que se manifiestan estos atributos en su producción fotográfica, a rasgos generales es “en primer lugar esa fe progresista que hace del futuro su preocupación primera; proponiéndose, en segundo lugar, la tarea de figurar ese país nuevo cuyas raíces se hunden en la realidad mestiza de América; resaltando, luego, sus rasgos más notorios y prototípicos y, por último, materializándolo en imágenes cuya construcción delata una conciencia nueva, o renovada, de su artificialidad” (Ariel Jiménez, Alfredo Boulton I. Figurar a Venezuela, 2020).
Su obra siempre irá de la mano del viaje, de sus recorridos por el país. Ningún caraqueño tenía idea de la forma que podían tener las ciudades más importantes del interior, para ello las pocas imágenes que circularon en las páginas del Cojo Ilustrado (1892-1915) funcionaron por un tiempo como una gran referencia. Así comienza Boulton con su primer viaje en los Andes en los años 1939 y 1940. Ese mismo año publica Imágenes del occidente venezolano (1940), su primer gran ensayo fotográfico. Le siguen Los llanos de Páez (1950), La Margarita (1952). Más adelante publica, en su libro Imágenes, de 1982, un conjunto retrospectivo de su producción fotográfica, entre las que destacan: Una noche sobre el Monte Calvo (1932); Blanca (1936); Girasoles y La Salamandra (1935); Estudio en Caoba (1936) o Esperanza, del mismo año.
El legado boultoniano es de suprema importancia para los venezolanos. No solo marca un hito en la fotografía moderna del país. Su obra escapa además a determinantes históricas, como lo hizo por ejemplo con su fotolibro La Margarita, que se anticipa al posterior desarrollo y auge del fotolibro en Venezuela. También es el caso de sus desnudos e imágenes homoeróticas que, al estar impregnadas de una carga sensual, eran imposibles de leer y de aceptar hasta los años sesenta, cuando llegan los diferentes movimientos de reivindicación para las minorías raciales, políticas, religiosas y sexuales.
Lo cierto es que la fotografía de Boulton fue más que una posición estética. Fue una afirmación política, de vida, que apuesta por el futuro de un país que se visualiza progresista. Es la creación de un imaginario paradisíaco con valor simbólico que cobran las imágenes en las que encarnó, donde la imagen es mucho más que un simple juego estético y Alfredo Boulton, un autor de inigualable trayectoria, que marca la pauta con gran influencia en el imaginario del venezolano moderno.
Su obra forma parte de importantes colecciones internacionales como el MoMA en Nueva York.