Caracas, Venezuela, 1881 – Caracas, Venezuela, 1955.
El 21 de junio de 1881 nace en Caracas Luis Felipe Toro, conocido en el ámbito de la fotografía como Torito. Desde finales del siglo XIX comenzó sus trabajos como fotógrafo, logrando el reconocimiento de su trabajo en El Nuevo Diario y El Cojo Ilustrado. Poco tiempo después Toro se desempeña como colaborador en los afamados periódicos La Esfera, Billiken, El Universal y La Religión, continuando posteriormente en El Nuevo Diario. En 1917 alcanza la cúspide de la fama al retratar a la admirada bailarina rusa Ana Pavlova durante su visita a Caracas. Además de realizar sus primeros trabajos fotográficos en el Paseo de El Calvario, Toro dedica gran parte de su carrera a registrar la vida social durante el gomecismo, así como la vida íntima del dictador y su entorno familiar. También logró majestuosos retratos de los actos oficiales del General Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita y eventualmente de Marcos Pérez Jiménez.
Su trabajo, de un valor histórico sin igual, ha permitido no sólo el estudio de los protagonistas de sus retratos a lo largo de la historia, sino también el registro de la transformación de la ciudad de Caracas después del guzmancismo. Muere en Caracas el 27 de septiembre de 1955.
En 1985 el premio de fotografía del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) toma su nombre como homenaje por ser uno de los pioneros de la fotografía en Venezuela.
El Archivo Fotografía Urbana ha registrado y conservado buena parte de su labor con la finalidad de contribuir con la difusión de uno de los grandes fotógrafos venezolanos del siglo XX en Venezuela.
Sobre Torito escribe Josune Dorronsoro en Crónica fotográfica de una época: «impone un estilo, explora las tonalidades, se interesa de manera especial por la luz y sus efectos y sus composiciones son siempre equilibradas y armoniosas. Como fotógrafo, penetra de esta manera psicológicamente en el o los retratados, capta gestos, momentos, tensiones y establece con él/ellos una relación o vínculo muy particular que hace que, si bien el retratado se sienta un tanto distante, nunca se aprecie con actitudes rebuscadas o incómodas» (Caracas, 67 Publicidad, 1987).