“Apenas ayer: 20 años de fotografías de Luis F. Toro” (1981): Ricardo Jiménez ©Archivo Fotografía Urbana

Cenizas sin fuego: apuntes sobre el fotolibro “Apenas ayer…”

Fecha de publicación: mayo 11, 2022

En esta entrega #58 de la serie Apuntes sobre el fotolibro escribe el investigador de arte Manuel Vásquez Ortega sobre Apenas Ayer: 20 años de fotografías de Luis Felipe Toro. Con textos de Clara Posani y diseño gráfico de John Lange, es considerado una obra clave entre los fotolibros producidos en la Venezuela del Siglo XX. Con una selección de imágenes de ‘Torito’ curada por Barbara Brändli, Posani y Lange, fue editado por la Fundación Neumann en 1981.

Ante una historia escrita entre bibliotecas e incendios, “¿no deberíamos, en cada ocasión en la que abrimos un libro, reflexionar sobre cómo fue posible el milagro de que este llegara a nosotros?” (Didi-Huberman, 2007). Más allá de lo escrito, al extender la pregunta hasta el campo de la imagen, la duda infundida por George Didi-Huberman nos lleva a lugares de cavilación sobre aquello desconocido que detuvo la ruina de dicho material de https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo, pero sobretodo, nos insta a responder por qué motivo ha llegado hasta nuestros días. Por otra parte, si este hecho portentoso ocurriera en el caso de cada libro escrito y cada imagen producida sobre la faz de la tierra, se hace atractiva la idea de pensar en cómo sería entendida la narración humana, si gran parte de sus testimonios tangibles no se hubiesen extraviado, destruido o incendiado a lo largo de su trayecto.

Páginas iniciales del libro Apenas ayer: 20 años de fotografías de Luis F. Toro (1981): Ricardo Jiménez ©Archivo Fotografía Urbana

Como cristal del tiempo y espacio dialéctico de confrontación, las imágenes del pasado reciben la impresión de nuestros días para “encender (…) el explosivo que mora en lo que ha sido” (ídem). Incendio que supera el arder físico del fuego para versar sobre las incertidumbres y vicisitudes del paso de los años sobre aquello que la imagen contiene, mientras lo cuestiona, lo interpela y lo revive en cada mirada. No obstante, de cara al tiempo como problema erosivo e ineludible, la supervivencia de la imagen adquiere nuevas complejidades en torno a su fisicidad, más allá de las implícitas en vencer las llamas que la consumen. Es así como pérdidas, olvidos y patologías se suman a la lucha por la permanencia de las creaciones intelectuales y visuales que se consideran valiosas y dignas de ser preservadas.

Aterrizadas en Venezuela, estas preocupaciones en torno a la conservación de la información histórica encuentran un caso notable en el https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo fotográfico de Luis Felipe Toro (1881-1955) quien, ampliamente reconocido como fotógrafo de la dictadura gomecista, pionero del fotorreporterismo y retratista de fiestas y particulares, es autor de una innumerable cantidad de imágenes claves para la comprensión y escritura del siglo XX venezolano, sus jóvenes procesos de modernización y las costumbres de un país en los incipientes pasos de consolidación de su identidad moderna. Ahora bien, ¿cómo veríamos el siglo pretérito de Venezuela, si las patologías propias de la fotografía analógica no hubiesen destruido tantos de los negativos de Torito? ¿Cómo sería posible el estudio póstumo de su obra, teniendo la ventaja y precisión de acceder a sus apuntes, fórmulas de revelado y códigos de catalogación y orden?

Con una cifra de alrededor de veinte mil capturas sin revelar legadas, la obra gráfica de Torito reposó por doce años en el vacío de un taller deshabitado tras la muerte de su autor. En estos lustros, una capa de hiposulfito de sodio cubrió todo lo que allí había, entre aparatos, libros y apuntes enmohecidos, reduciendo un registro de valor incalculable a las “cenizas” de un incendio sin fuego. “De la cámara no quedó nada”, afirmó su hija, quien, por respeto y dolor a los objetos de Torito, dio clausura simbólica a un espacio en el que la historia venezolana esperaba por ser explorada. Finalmente, de los rollos, placas y películas iniciales, solo tres mil fueron recuperados y entregados al Concejo Municipal de la capital, y es allí cuando un primer paso es dado para reconstruir la labor del fotógrafo de la Vieja Caracas.

El Calvario (1910): Luis Felipe Toro, del libro Apenas ayer: 20 años de fotografías de Luis F. Toro (1981) ©Archivo Fotografía Urbana

Bien es sabido que cada época y cada territorio ve el mundo de una manera determinada, y, por ende, produce imágenes que le correspondan. En el avanzado siglo XX venezolano, los gustos e intereses visuales cruzaron el umbral de las inaugurales prácticas ‘documentales’ y noticiosas propias de las tres primeras décadas del 1900; dominadas por las imágenes de fotógrafos como Pedro Manrique, Henrique Avril e indiscutiblemente por ‘Torito’. Por su parte, la aparición y llegada de nuevos nombres de la fotografía al país (y con ello de adelantos técnicos) traería consigo la concepción de una nueva forma de ver, un régimen escópico moderno, caracterizado por la abstracción de fragmentos y búsquedas autorales, en trabajos como los de Fina Gómez y Alfredo Boulton, en paralelo a la fotografía heredada de la posguerra, con representantes como Juanito Martínez Pozueta, Thea Segall y Justo Molina.

De esta forma, un nuevo lenguaje se instauraba para dejar atrás a la tradición en la que Toro era un maestro y referente fundacional; un lenguaje ahora imperante que renuncia a la capacidad narrativa característica de las fotografías hechas para contar sucesos, optando así por una novedosa carga retórica, de poéticas y belleza basada en la riqueza de luces y sombras, mejor captadas gracias al progreso de los dispositivos mecánicos del tiempo en desarrollo. No obstante, al abandonar las exploraciones de historias y narrativas cotidianas, “con frecuencia cada vez mayor se difunde la perplejidad en la tertulia, cuando se formula el deseo de escuchar una historia” (Benjamin, 2008). Perplejidad que deja entrever la pérdida de una capacidad humana que nos parecía inalienable: la narración, como facultad de intercambiar experiencias.

Damas de la sociedad católica (S/F). Del libro Apenas ayer: 20 años de fotografías de Luis F. Toro (1981): Ricardo Jiménez ©Archivo Fotografía Urbana

Como forma originaria de comunicación, la narración no se propone transmitir el puro “en sí” de un asunto como mero reporte de lo sucedido, sino que “sumerge el asunto en la vida del relator, para poder luego recuperarlo desde allí” (ídem). Condición palpable en la obra de Luis Felipe Toro, recopilada por primera vez en el libro Apenas Ayer (Fundación Neumann, 1981). En este, las narraciones visuales de la época de antaño son acompañadas de una serie de entrevistas realizadas por Clara Posani a personajes protagónicos, pero, sobre todo, testigos del momento en el que Torito recorría las calles de Caracas en busca de noticias, se estacionaba con sus pesadas cámaras en las cenas en el Pabellón del Hipódromo, o arreglaba los anteojos de Gómez para retratarlo impolutamente.

Diseño: John Lange. Del libro Apenas ayer: 20 años de fotografías de Luis F. Toro (1981): Ricardo
Jiménez ©Archivo Fotografía Urbana

Así llegan hasta nuestros días las anécdotas que acompañan a muchas de las fotografías de Torito, en un libro que, para su autora, es mucho más que “un asidero de recuerdos, sino una incitación al juicio reflexivo para quienes tuvieron la experiencia de vivir estos años” (Posani, 1981). Testimonios que, como el testigo de Agamben, hacen “referencia al que ha vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el final por un acontecimiento, y está pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobre él” (2000). Relatos que en el caso de las conversaciones de Posani, son brindados por interlocutores como Elba Toro, Margarita López Contreras, Gonzalo Gómez, Manuel Batista, y Francisco de Paula Aristiguieta, entre otros, siempre alrededor de una foto como partida de la conversación. Y es que al necesitar la historia de imágenes de https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo que comprueben sus hipótesis, aparece la fotografía como una huella, “de los tiempos complementarios (…) que la imagen, como arte de la memoria, necesariamente agrega” (Didi-Huberman, 2007).

En esta complejidad dialéctica entre tiempos y recuerdos, una obra como Apenas Ayer supera toda noción de fotolibro o texto de historia nacional, para apostar a la recuperación de la facultad humana de compartir memorias. Experiencias que definen las grandes decisiones de la época de Gómez, como periodo que dio forma a nuestra idea actual de nación y que exige una revisión profunda de sus estudios y manifestaciones. Como aporte histórico, el libro de fotografías de Luis Felipe Toro acompañado por las entrevistas de Clara Posani, es el primero de una serie de investigaciones (posteriormente continuadas por Josune Dorronsoro) que evidencian la complejidad de la época vivida por Torito y sus imágenes, sobrevivientes al incendio implícito en la historia. Fotografías que, contempladas a través del cristal del tiempo, pertenecen a un pasado reciente y nada lejano, visto y sentido como “apenas ayer”.

Referencias:

AGAMBEN, Giorgio (2000): Lo que queda de Auschwitz. El https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo y el testigo. Valencia, PRETEXTOS.

BENJAMIN, Walter (2008): El Narrador. Santiago de Chile, Metales Pesados.

DIDI-HUBERMAN, Georges (2011): Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes. Buenos Aires, Adriana Hidalgo.

DIDÍ-HUBERMAN (2007): “El https://elarchivo.org/wp-content/uploads/2022/07/037929.jpgvo arde”, en: Georges Didi-Huberman y Knut Ebeling (eds.). Das Archiv brennt, Berlin, Kadmos.

POSANI, Clara (1981): Apenas Ayer, 20 Años De Fotografía De Luis F. Toro. Caracas, Fundación Neumann.

Lee también el post en Prodavinci.

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